Segunda entrega de esta serie de 10 notas en las que iremos reseñando las 100 obras que hemos elegido como las mejores del período 2000-2009. Arrancamos con tres rarezas, como un comic jamás publicado en castellano (666 Apparitions de Killoffer), un recontra-greatest-hit de ventas (Death Note), y un comic serializado en una antología que aún no se recopiló en libro (El Hipnotizador). Habrá más. El listado es rico en rarezas, casi tanto como lo es en obviedades (Lucha Libre, o X-Statix) y en arbitrariedades, como incluir a Whiteout: Melt, concebida y lanzada en 1999, sólo porque el tomo recopilatorio salió en 2000.
Y ya que estamos, tenemos argentinos, belgas, canadienses, chinos, españoles, franceses, ingleses, japoneses y yankis, como para hacerle un aguante a las Naciones Unidas. Volvemos el mes que viene con otros 10! (Andrés Accorsi)
666 APPARITIONS DE KILLOFFER. De Patrice Killoffer.
por Andrés Accorsi.
Patrice Killoffer es uno de los miembros «perfil bajo» de L’Association. Alto y de contextura robusta, su amigo Lewis Trondheim suele dibujarlo en sus historietas con cabeza de oso. Además de haber participado en Le Donjon (La Mazmorra, para los amigos), Killoffer también tiene sus obras personales, e incluso una obra maestra, tan personal que él es el protagonista y su nombre aparece en el título. Pero no salgan corriendo: no es otra aburrida historia autobiográfica de un dibujante mediocre que corre atrás de un laburo, una mina, o una idea.
666 Apparitions… es un delirio grotesco que sólo puede suceder en la mente del autor. Este viaja a Canadá, pero deja sus platos, ollas y cubiertos sucios en su cocina de París. ¿Que hará toda esa mugre durante su ausencia? ¿Cómo evolucionará? La respuesta que imagina Killoffer es increíble.
Con texto en apenas ocho de sus 48 páginas, 666 Apparitions… muestra un dibujo que va de Tardi a José Muñoz y de Charles Burns a Hergé, un balance impactante entre blancos y negros y una narrativa totalmente original y desenfrenada. Magnífico monumento al descontrol, esta obra editada en 2002 es el mejor trabajo de Patrice Killoffer, donde lo que empieza como un delirio inofensivo termina con una pantomima truculenta y escabrosa, que incluye masacres, orgías, violaciones, canibalismo, borracheras y estallidos de violencia extrema, condimentados con pis, vómitos, guasca, mierda y sangre. Y talento. Mucho talento.
DEATH NOTE. De Tsugumi Ohba y Takeshi Obata.
por Fede Velasco.
Si tenemos que encasillar Death Note en algún genero, podríamos llegar a hablar de un policial místico, algo que tranquilamente podría suceder en un comic de Vertigo, donde un asesino con poderes sobrenaturales es investigado por el mejor detective del mundo. Igual la gracia de la serie, está puesta en que el asesino es igual o más inteligente que el propio investigador, lo que eleva la apuesta a un tire y afloje de complejos sistemas deductivos que aplican el uno sobre los comportamientos del otro y viceversa, por afuera del esquema de las piñas y las patadas tan habituales en cosas como Naruto o Dragon Ball. Es buenísimo que una serie Shonen revindique el conocimiento, los procesos deductivos y la cultura como una herramienta con la que detener a los enemigos, pero es mucho mejor cuando el enemigo también se vale de las mismas armas.
La ambigüedad moral que plantea la serie sirve muchísimo para reflexionar al respecto. Claramente Light es el protagonista, el que lleva la narración, y es un tipo que se dedica a matar gente. ¿Está mal lo que hace? ¿Qué haría uno con un poder similar? ¿Si matás a un tipo que violó y mató, sos un hijo de puta o le estás haciendo un bien a la sociedad? Estas son algunas de las preguntas que uno se hace al arrancar con la serie y calculo que debe haber gente que cree que la causa de Light es justificada como gente a la que le parece que se trata solamente de un loco con exceso de poder, ya que nadie puede decidir sobre la vida y la muerte de los demás.
Pero… y acá es donde la serie me defrauda, el autor no se la juega por quedar en la franja ambigua y hace que Light mate a algunos inocentes como pueden ser los agentes del FBI que lo están investigando. Es decir, el tipo empieza a matar para cubrirse el culo y eso ya no es tan “noble” como matar asesinos y violadores. Para que quede claro, a partir de ese momento el protagonista es claramente el villano de la historia y debe ser detenido, por lo que todos empatizamos con L y su causa, cuando por ahí sacando dos boludeces, la serie podía plantear una ambigüedad mucho más jodida, que nos diera a pensar si el mundo que quiere Light no es el correcto, ¿no?
EL HIPNOTIZADOR. De Pablo De Santis y Juan Sáenz Valiente.
por Hernán Martignone.
Publicada en los números 6, 7, 9, 13, 18, 22 y 28 de esta segunda etapa de Fierro, El Hipnotizador reúne al mejor narrador de la literatura argentina, Pablo De Santis, con la joven promesa (ya cumplida) de la historieta argentina, Juan Sáenz Valiente; juntos conforman una dupla de ensamble perfecto, aceitada además en algunos unitarios (Fierro n° s 1, 3, 11).
Cada capítulo presenta una historia unitaria con todas las características de la narrativa de De Santis: un misterio que coquetea con el género policial, un final perfecto, frases magistrales que salpican cada página. Y hay también una línea de continuará, con la historia del hipnotizador Arenas (personaje icónico y poderoso, como corresponde): una historia de amor y desencuentro, de fracasos y pequeños triunfos, de personajes secundarios profundos y originales que lo van marcando. El dibujo de Sáenz Valiente se adecua perfectamente al ambiente creado por el guión, y le da el toque anticuado y decadente que exige para sumergirnos en ese mundo de espectáculos teatrales de segunda y hoteles de mala muerte. Sus colores y texturas son ya una marca de identidad de la historieta argentina.
Después de la polémica generada por la portada de la Fierro n° 22, esperemos que la historia llegue a completarse y se recopile, como merece, en un álbum, para poder disfrutar de esta joya de la historieta nacional, que junta en perfecta simbiosis a lo más excelso del verbo y de la imagen que puede encontrarse hoy en las páginas del Noveno Arte de nuestro país.
EL LADO AMARGO. De Santiago Valenzuela.
por Javier Mora Bordel.
Editada en las postrimerías de 2005 por Astiberri, la reveladora puesta de ingenio compuesta por el guipuzcoano Santiago Valenzuela, debe ser considerada un punto de inflexión dentro de la historieta. Más que de motivos conscientes tendríamos que hablar de motivaciones consistentes: voluntad por la obra libre y descarnada de principios condicionantes que escapen de los estrechos límites temáticos; gusto por crear un marco estético amplio, sin fronteras, que reforme los estandarizados parámetros del medio mediante la convincente inclusión de los principales motivos artísticos de la vanguardia.
Así, el autor presenta con “Los Ultramarinos”, unos aderezados exploradores de los vericuetos de lo cotidiano, que se muestran deseosos de sobrepasar los límites de nuestro inquieto mar interior en pos de la Jauja del nuevo mundo. Junto a ellos, el arma arrojadiza, medio de difusión de la alternativa… el manifiesto. Aún así, no dejan de ser pequeños bosquejos y representaciones, apuntes por encima, de toda una actitud vital cínica y descarnada, caracterizada, paso a paso, a través del desapacible deambular del histriónico protagonista, ese señor Cienfuegos cargado de verborrea. Palabras como balas candentes de una misma ametralladora dialéctica para la que no hay silencio que valga. Todo, cualquier objeto o situación de la realidad circundante que les agobia y rodea, es pasado a través del filtro verbal de unos estados de ánimo exasperantes, violentos y condenados, de antemano, al mayor de los ostracismos.
En suma, la digresión plenamente libre y gratuita será la pieza angular de este lento caminar, de este largo paseo, de un alma analítica que más que recorrer sus secretos rincones oscuros, hará parada y fonda en sus propios estados carenciales.
L’ENVOL (EL VUELO). De Zhang Xiaoyu.
Por Hernán Martignone.
Hay que aprovechar, verdaderamente, la oportunidad: Deux Manga ha publicado en la Argentina L’Envol (El vuelo), genial obra del chino Zhang Xiaoyu, uno de los artistas más respetados y reconocidos junto con Benjamin (recientemente publicado en nuestro país también por Deux). L’Envol (El vuelo) presenta dos historias breves y autoconclusivas de carácter bien diverso pero de idéntica calidad superlativa. La primera, “Qiao Zhengfei, inventor”, es una pequeña joya que recrea el mundo de la infancia, con sus altos y bajos (la amistad y el desamparo), y los deseos y los miedos que todo el mundo (niños o adultos) tiene. Esta historieta es un prodigio de arte, de lo que significa saber contar con sutileza y transmitir emoción sin golpes bajos. El narrador es un amigo de Zhengfei, y nos va llevando por la dolorosa vida del otro chico, que vive aislado del resto tras el suicidio de su padre (al que seguirá el de su madre) y que dedica su vida al estudio de los aviones para ser como su padre muerto (un ingeniero aeronáutico, diseñador e inventor). De los avioncitos de papel a los más sofisticados del aeromodelismo, el sueño de volar está presente como forma de escapar de la opresión de la realidad: porque la historia de estos pequeños personajes se recorta en el marco más complejo de la política y del contexto histórico de China. 54 páginas de placer.
La segunda historia tiene que ver con un interés particular del historietista: la ciencia-ficción. Se trata nada más y nada menos que de una adaptación del cuento de Asimov “Child of Time” (conocido en español como “El niño feo”), en el que un grupo de científicos logra traer del pasado (de 40.000 años en el pasado) un chico para estudiarlo, ver sus reacciones, su capacidad de adaptación. Claro que la ciencia no tiene límites (la ética es uno de los grandes temas de esta historieta) y después de arrancarlo de su lugar lo dejarán de lado antes nuevas experiencias. La expresividad del dibujo de Zhang Xiaoyu vuelve a brillar en esta historia, así como su ductilidad para la puesta en página y su dominio del ritmo narrativo, en un gran ejemplo de traspaso de la literatura al Noveno Arte. En resumen, un librito de casi 200 páginas, con dos historias que condensan a la perfección las obsesiones de un autor de los mejores.
LUCHA LIBRE. De Jerry Frissen y otros.
por Diego Accorsi.
Es IMPOSIBLE explicarles de qué se trata Lucha Libre en este espacio. Sería ridículo tratar de englobar todo el cebamiento que genera esta serie en tan pocas palabras. Podemos, sin embargo, establecer algunos hechos que no llegarán a conmoverlos, divertirlos, sorprenderlos, ni a engancharlos como lo haría el leer tres páginas del comic en cuestión, una joya que merece un lugar indiscutido en el Top Ten de la década.
Un belga limado se fue a vivir a Los Ángeles. Las culturas mezcladas y los impactos mediáticos acabaron con él y generó guiones para muchas historias que comparten un universo y una temática: Lucha Libre. Al mejor estilo La Mazmorra, Jerry Frissen también cuenta con un grupo de amigos dibujantes de altísima calidad que dan vida a las diferentes historias de esta serie (Gobi, Bill, Fabien M., Hervé Tanquelle, y otros miembros del Catfish Studios cuyos nombres probablemente no les digan nada, pero sus dibujos harán que se les caigan los pantalones tras mancharlos). Lucha Libre comenzó a publicarse en Francia en 2006, en la Metal Hurlant de Les Humanoïdes Asociés y enseguida entró a EEUU vía Image Comics.
El dibujo es una perfecta amalgama entre línea francesa, manga, súper héroes en joda. Los personaje son ex-luchadores muy humanos pero que por respeto a la tradición, siguen usando máscaras y tratan de (o creen) hacer «el Bien». Lo bizarro de este concepto es mínimo si lo comparamos con sus enemigos o algunas de sus premisas (como Tequila, el ex-miembro del grupo Luchadores 5, una especie de Hulk latino muy divertido, o los exiliados en una isla del Pacífico y las historias de cuando eran chiquitos con el cura borrachín onda El Santo).
Con muchos premios en su haber (y hasta una línea de muñequitos!), Lucha Libre ya está cerca de convertirse en una película con actores y la serie recién va por el séptimo álbum. Haceme caso. Lucha Libre es 100% grossa.
SCOTT PILGRIM. De Bryan Lee O’Malley.
por Amadeo Gandolfo.
Scott Pilgrim es un comic con una premisa engañosamente simple: joven
cabeza de chorlito se enamora de sofisticada y misteriosa muchacha
llamada Ramona, pero para poder ganar sus favores, primero debe
derrotar a sus siete ex-novios malvados.
Lo que comienza como una vuelta de tuerca sobre la comedia romántica
pronto se revela como una serie apuntalada en un entusiasmo enorme.
Una estructura de shonen o videojuego clásico (pantalla-jefe-pantalla-jefe) se da la mano con referencias musicales indie, con citas a los X-Men, con fortisimas influencias del manga reprocesadas a través de una lente occidental y con un grupo de personajes inmediatamente queribles.
Y a medida que uno lee los volúmenes se va dando cuenta de que tiene
mucha más profundidad, corazón y humanidad de la que parece a simple
vista. Los personajes mutan al mismo tiempo que el trazo de O’Malley,
que se refina y se vuelve más claro al mismo tiempo que mantiene una
completa sensación de verosimilitud y un storytelling superior. Es,
sobre todo, una bildungsroman ambientada en el Siglo XXI y minada por
la cruza de géneros posmoderna, en donde vemos a Scott crecer, salir
de su estupidez auto-impuesta y enfrentarse a la soledad y a la
posibilidad del fracaso, aún a pesar de que derrote a todos los ex-
novios malvados. ¿Y que pasa si Ramona lo abandona y él es el octavo?.
Scott Pilgrim es una serie optimista que no ignora la contra-dosis de
tristeza que también nos acompaña al crecer. O’Malley camina una
cuerda entre dos mundos y toma lo mejor de cada uno para entregarnos un
comic que parece hecho de brillantes monedas pixeladas y que otorga
vidas extra.
SUMMER BLONDE. De Adrian Tomine.
por Diego Accorsi.
Un nerd que busca a quien fuera su amor imposible en la secundaria y se engancha con la hermana, otro loser que se harta de escuchar a su vecino empomándose minitas cuando lo descubre con su mujer ideal, una joven descendiente de chinos cuya patética vida la lleva a encontrar el placer haciendo cargadas telefónicas o el nabo de la escuela que se engancha con la borrachina atorranta no parecen aventuras rimbombantes, ni espectaculares. Bueno, no lo son. Atención: revelación de último momento. No todos los cómics yankis son de superhéroes que tiran piñas y usan poderes. Atención! Puede que se presenten situaciones demasiado reales, excelentemente contadas, con climas profundos y personajes extremadamente creíbles. Ojo, puede ser que Summer Blonde te vuele el cráneo, pero no de una explosión de colores y efectos hi-fi sensoround, sino por las revelaciones intimistas, la posibilidad de indagar en los más secretos traumas psicológicos que hacen de sus tristes protagonistas seres humanos de verdad, envueltos en cualquier cosa, menos una aventura.
Puede sonar raro que se cuenten historias en blanco, negro y gris, emocionantes, sentimentales, enervantes, conmovedoras, perturbadoras, en donde no hay villanos, y que lo más difícil de vencer para los protagonistas sea la soledad o su propia timidez. Pero si conocen a Adrian Tomine, saben que es posible (1974, hijo de japoneses, autor de joyas como Optic Nerve, Alter Ego y Sleepwalk, ilustrador del carajo). Aparecidas originalmente en los n°s 5 al 8 de Optic Nerve, las historias que componen Summer Blonde son lo mejor que él hizo en la década y sin dudas, de lo mejor que se hizo en general en los últimos años.
WHITEOUT: MELT. De Greg Rucka y Steve Lieber.
por Hernán Khatchadourian.
Una base norteamericana en la Antártida, una investigación policial y una agente federal con un pie adentro y otro afuera de la fuerza son los principales ingredientes de esta serie escrita por un Greg Rucka más volcado a su faceta de novelista que a los superhéroes de DC.
Corrían los últimos días de la década del ´90 y Rucka buscaba nuevos horizontes, por eso no dudó mucho a la hora de aceptar crear un comic para Oni Press, la editorial convertida en un faro para los historietistas independientes de EEUU. Junto al dibujante Steve Lieber (fan de Enrique y Alberto Breccia, que dibujó a Conan para Marvel y a Grendel en Dark Horse), Rucka logró orquestar una aventura donde la atmósfera gélida de la Antártida se convierte en protagonista absoluta por su sola densidad. Whiteout es una condición climática en la cual la nieve y las nubes reducen sensiblemente la visibilidad, y el comic no podía haber tenido un mejor nombre, ya que la Marshall Carrie Stetko no puede discernir, en un principio, al culpable en un lugar donde todos son sospechosos; todo esto con un ritmo cinematográfico.
A la primera saga de Whiteout le fue muy, muy bien (a nadie le extraña que se haya convertido en una película dirigida por Dominic Sena (Swordfish) y protagonizada por Kate Beckinsale y Gabriel Match que tiene fecha de estreno para septiembre) y su secuela, titulada Melt y serializada durante 2000, mantiene y por momentos eleva el excelso nivel con el que arrancó la serie. Una cátedra on the rocks.
X-STATIX. De Peter Milligan, Mike Allred y otros.
por Amadeo Gandolfo.
La idea de un grupo de héroes como celebridades no era nueva cuando
Milligan y Allred lanzaron X-Statix, en los extraños días de Bill Jemas al frente de la Marvel. Pero este equipo creativo sin lugar a dudas la hizo suya.
En un principio fueron el reemplazo de los aburridos X-Force y el equipo de mutantes egoístas, bizarros, promiscuos y auto-conscientes inmediatamente causó escándalo entre los fans.
Sin embargo, Milligan comenzó a usar la idea para explorar algunos de
los temas que más le gustan: la identidad, la sexualidad y el efecto
de la fama absoluta y calculada en un grupo de individuos. Todo esto
ayudado por el dibujo de Allred (y un grupo de artistas de relleno de
primerísimo categoría, como Paul Pope y Darwyn Cooke), que hace
parecer a sus personajes brillantes y tecnicolores creaciones de un
artista plástico pop.
Escrita con un tono absolutamente satírico y plagada de golpes bajos
(como matar personajes queridos sin advertencia) es una serie que
explora los niveles alienantes a los que la contínua exposición
pública puede llevar a una persona y la necesidad, inclusive en ese
ámbito, del contacto humano real. Lentamente las capas de cinismo se
van cayendo para mostrar personajes más redondeados, para generar
amistad entre los protagonistas, e incluso romance. El último arco
gira alrededor de un enfrentamiento entre los Avengers y X-Statix, y
concluye con la aceptación de los mutantes chic por parte del
establishment superheroico.
Y con ello, tras decir todo lo que tenían que decir, Milligan y Allred se despiden con un número final, que no voy a spoilerear, que nos sorprende y nos hace darnos cuenta de cuanto cariño acumulado tenemos por Anarchist y Orphan, y nos regalan una extraña mezcla de cinismo y emoción en uno de los mejores comics de superhéroes posmodernos de la década.
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