Bueno, arrancamos la segunda mitad de nuestra recorrida por el Olimpo de la década que se va con una entrega devastadora.

LOS 100 COMICS DE LA DECADA (Parte 6)

31/08/2009

| Por Javier Hildebrandt

41 comentarios

Bueno, arrancamos la segunda mitad de nuestra recorrida por el Olimpo de la década que se va con una entrega devastadora. Tenemos algunos hitazos demoledores, material prestigioso que se cansó de ganar premios y –como si esto fuera poco- varios hitazos demoledores que se cansaron de ganar premios!

Hay autores argentinos, yankis, belgas, españoles, ingleses, franceses y británicos y, por si faltaba algo, la aparición estelar de dos personajes de larguísima trayectoria e infinitos fans en todo el mundo como son Spirou y Batman.

En la primera década del milenio, el Noveno Arte se zarpó y exploró. Quedate con nosotros para enterarte de todo lo que descubrió.


100 BULLETS. De Brian Azzarello y Eduardo Risso.
Por Fernando Ariel García.

¿Qué harías ante la oportunidad de matar a balazos a un hijo de puta, con la seguridad de que no vas a tener ningún tipo de consecuencias legales? Pensá un poco. Estás en la barra de cualquier bar, a medio camino hacia cualquier lado, compartiendo un trago con un tal Agente Graves, un tipo que mete miedo de verdad, capaz de comerte el hígado sin que te des cuenta. Pero en este momento te está ofreciendo una valijita con un revólver y 100 balas imposibles de rastrear, para que tomes la decisión moral de ejercer justicia y dictar condena. Este dilema es el punto de partida de 100 Bullets (publicada entre 1999 y 2009 por Vertigo, sello de DC), claro ejemplo del noir según los parámetros paridos por Dashiell Hammett y Raymond Chandler; aggiornados por el primer Tarantino y servidos al dente por Azzarello y Risso. Una verdadera delicatessen para estómagos curtidos, por cierto, porque la filosofía aquí se debate a los tiros, con extremos niveles de violencia física que quedan opacados sólo por la violencia psicológica que una serie de personajes moralmente ambiguos ejerce como si nada.

En 100 Bullets nada (ni nadie) termina resultando aquello que parece ser, salvo la impunidad para irte caminando a tu casita después de haberle vaciado el cargador en la cabeza a alguien. Porque ahora resulta que vos no sos ni el primero ni el último en aceptar la valija, que todo guarda relaciones invisibles que ni siquiera imaginás. Y que detrás de este juego de roles maquina una conspiración que reíte de El código Da Vinci. Porque los que mueven las fichas en este tablero son los que tienen el Poder de verdad, los que deciden cómo va a amanecer mañana, pasado y traspasado. Si es que llega a amanecer. Porque al final, lo único que queda, es la venganza. Y eso, hace mucho que se sabe, es un plato que se come frío.


BATMAN: YEAR 100. De Paul Pope.

Por Amadeo Gandolfo.

La idea de Batman: Year 100 (2006) es tan simple que parece estúpida: el murciélago en el año 2039, 100 años después de su creación. Pero, por supuesto, diría hasta el más atontado de los lectores, ¡en el 2039 DC seguirá publicando comics de Batman! ¡Con algo tendrán que llenar páginas!

Sin embargo, la idea encaja perfectamente en la mitología que se ha ido construyendo sobre el personaje. Esto es: Batman es el mejor en lo que hace, siempre tiene un plan, siempre zafa, y esta obsesionadísimo, va a seguir luchando hasta que sus átomos sean polvo.

Pope adopta esta filosofía pero fiel al mito, no al hombre. No importa quién está debajo de la máscara. Este Batman tiene muy poco de cerebral: es una fuerza de la naturaleza, un ser puro carne y tendón, que salta, corre, se quiebra y se disfraza para sembrar el temor en los delincuentes. Paradójicamente, que se lo haga descender al mundo de los hombres lo vuelve aún más tremendo, más fantasmagórico y urbano. Es como un verdadero demonio, un goblin alucinado que aparece en medio de la noche para repartir patadas, sudar, morder, sangrar y desaparecer de nuevo.

Esta aproximación se lleva de perlas con el estilo gráfico de Pope, influído por el manga. Largas escenas de persecución y lucha, páginas que chisporrotean por su kineticismo, cuerpos retorcidos como bolsas llenas de arena, líneas y manchones, onomatopeyas gigantescas e intraducibles, trajes con infinitos detalles, ropa que parece vívida.

Ante una tautología, Pope despunta un magnífico relato de aventuras y espionaje, de alegría loca por el esfuerzo físico, otra aventura rocambolesca (y van…) del cruzado enmascarado.


BLACKSAD. De Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido.

Por Martín Fernandez Cruz.

Sin lugar a dudas, el mérito de Blacksad está en su constante andar y en cómo -a través de solamente tres álbumes- narró con éxito diferentes historias enmarcadas en diferentes géneros. El primer álbum, titulado simplemente Blacksad, se edita en Diciembre del 2000 y no tarda en ser considerado una obra maestra del comic europeo contemporáneo. Lo que primero destacaba de aquel libro fue su dibujo, con unos trazos a cargo de Juanjo Garnido que enamoraban a primera vista. Y aunque no cuesta asociar su estilo al de Disney, a poco de leer las primera páginas salta a la vista que Juanjo tiene una impronta única, capaz de llevar adelante un anecdotario de lo más salvaje sin dejar la seriedad que pide la historia perdida por el camino. Y cuando avanza la lectura aparece una trama sólida, deudora de buena parte del cine noir de los años ´40.

Porque este primer Blacksad es eso: una novela negra en su estado más puro, con detectives venidos a menos, delincuentes de todos los estratos, un cuerpo de policía inútil y la obligada femme fatale, todos entrecruzados en una ciudad viva, que respira violencia y escupe sangre. Luego llegaría el segundo álbum: Arctic Nation. La dupla creativa se dio cuenta que volver al noir puro y duro era perder el tiempo, y se arriesgaron a un relato muchísimo más ambicioso, con un resultado fue mejor aún.

La historia cuyo disparador es un grupo que aboga por la supremacía racial permite que el protagonista crezca a un ritmo acelerado, con viñetas dibujadas de manera soberbia, capaces de contener y comprender la injusticia de la trama y la excelencia de la historia. El último episodio editado fue Alma Roja, en el que la realidad histórica irrumpe la historieta de golpe y a los golpes. Otro gran álbum pero menor en comparación a Arctic Nation. Claro que en Blacksad, decir “menor” es darle al menos nueve puntos.


EL ASCO. De Diego Agrimbau y Dante Ginevra.

Por Javier Mora Bordel.

Dante Ginevra y Diego Agrimbau recrean el clásico cuadro de costumbres porteño al estilo de otro ilustre hijo del barrio de Flores: Roberto Arlt. El sentido irónico de un caleidoscópico universo de seres abyectos y desheredados de la fortuna se ensalza con el devenir de unos protagonistas únicos, marcados de por vida, y unidos, en su propias necesidades. Los desencuentros cercanos, esas recurrentes ventanas abiertas al vacío -dispuestas atalayas sentimentales-, de deseos mitigados por un desamparo mitigado y solaz de pequeña herida abierta y creciente del alma, avivan un tedio y un desaliento con el que difícil y lamentablemente no podamos sentirnos identificados. Es este el sabor agridulce y melancólico que se acentúa a cada golpe de viñeta: la soledad de quienes pudieron haberlo tenido todo y por desgracias físicas o meramente accidentales, se sienten irremediablemente distanciados del mundo que les rodea, desarraigados de cada esquina; el resquemor de aquellos imbuidos dentro de una tristeza congénita. Debilidades estas que dentro del marco de cotidianeidad propuesto, por el que las convenciones sociales asumen un grado de absoluto, se acentúan a tenor de una vacua perfección del sinsentido capaz de sesgar nuestra mirada genuina, capaz de lastrar cada uno de nuestros pasos. En suma, de distanciarnos unos de otros.

Agrimbau y Ginevra nos conducen, sin demora y casi sin posibilidad de retorno, a un feroz encuentro personal con nuestros propios miedos y temores mundanos. El Asco nos devuelve, en consecuencia, nuestro propio reflejo, deforme y extraño, marcado por la mediocridad que determinan nuestros actos, horadado del cínico resquemor propio de la aguafuerte porteña.


EL SÍNDROME GUASTAVINO. De Carlos Trillo y Lucas Varela.

Por Hernán Martignone.

Como en Sarna, como en Cosecha Verde, Trillo vuelve a soprendernos con otro relato sobre dictaduras y secuelas psicológicas y físicas: humanas. Publicada en Francia bajo el título L’héritage du colonel (Delcourt, 2008), El Síndrome Guastavino fue serializada por la nueva Fierro entre agosto de 2007 y abril de 2008 (números 10 a 18) y causó un cierto revuelo por su crudeza, que Trillo comentó en un texto que acompañó la última entrega de la historieta.

Como en el trabajo con Sáenz Valiente, Trillo crea un antihéroe tremendo, Elvio Guastavino, hijo de un coronel de la dictadura, torturador terrible, y condimenta la historia con una madre en silla de ruedas descuidada hasta el asco por su hijo; una mujer desaparecida y retornada para realizar su venganza, y una muñeca perversa que cobra vida para Elvio, que está enamorado de ella. La opresión que se respira en la historia es sin duda mérito también de Lucas Varela, el mayor dibujante de su generación, que supo plasmar como nadie la detallada sordidez de esta narración no apta para gente impresionable. Con una serie de saltos al pasado y alucinaciones varias, nos vamos enterando del pasado de la familia Guastavino, teñido por la sangre de las torturas del padre, el rencor de una madre y esposa y la maldad de una muñeca que habla para sacar lo peor de un personaje que entra en la historia de la historieta argentina por la puerta grande. Una joya que nos hace reflexionar sobre nuestro pasado más reciente y más terrorífico.


GRAND VAMPIR. De Joann Sfar.

Por Federico Velasco.

Cada tanto uno descubre alguna obra poco conocida de un autor que sigue y en la mayoria de los casos suele tirarse de cabeza, sin tener la más puta idea de lo que está comprando. Así llegué a Grand Vampir (o Vampire Loves, , como se llama en la edición yanki) y la verdad que no me arrepiento para nada.

Ferdinand es un vampiro cornudo. Una noche fue a visitar a un amigo y se encontró con que estaba en la cama con su novia. Desde entonces, su vida dio un giro y anda por ahí tratando de entender un poco más cómo son las relaciones, en busca de un amor que le dure un poco más.

Pero no son las únicas historias que existen del personaje, ya que el mismo fue creado por el autor en 1999, para la serie Petit Vampire, la cual nos narra el futuro de Ferdinand que -en algún momento de su vida- cansado de sufrir, decide por medio de la magia volver a ser un niño.

Y Sfar, como de costumbre, observa de manera genial a los seres humanos, al ponerlos bajo el ojo de un ser sobrenatural (algo similar hace en El Gato del Rabino), y nos demuestra en más de una oportunidad que Ferdinand es mucho más humano que los seres que ostentan ese título. Así, a lo largo de los seis tomos que componen la obr,a nos trasladamos a este universo donde seres sobrenaturales y humanos conviven casi sin notarlo, mientras disfrutamos del trazo sencillo pero efectivo del autor, para pintarnos este fantástico mundo que se oculta en las noches y en las sombras.

Una obra maravillosa y por desgracia poco conocida, por haberse editado en castellano de manera tardía y por una editorial que no llega con demasiada frecuencia a las bateas locales como es Sins Entido. Por suerte se consigue con una mediana facilidad en inglés, si se la sabe buscar. Si tienen oportunidad, péguenle una leída. Grand Vampir no va a decepcionar ni siquiera a los lectores con demasiadas historias de vampiros ya leídas.


HELLBOY: DARKNESS CALLS. De Mike Mignola y Duncan Fegredo.

Por Amadeo Gandolfo.

Darkness Calls (2006) no es sólo la primera historia de Hellboy sin los dibujos de Mignola, sino que también es la primera miniserie del personaje en este siglo que parece querer retomar su historia, luego de años de pasarse escuchando las de otros.

Sin embargo y más allá de todo esto, Darkness Calls es un emergente. La punta del iceberg de la obra que Mignola ha construido alrededor de Hellboy en esta década. Porque su creador, antes que de él, se ha dedicado, en los últimos 10 años, a construir todo el universo que rodea al gigante rojo. Desde la serie del B.P.R.D (el organismo de investigación paranormal al que pertenecía), pasando por la miniserie de Lobster Johnson y la nueva sub-serie centrada en Trevor Bruttenholm en la Segunda Guerra Mundial, Mignola ha demostrado una imaginación (y un buen gusto para elegir colaboradores) que han vuelto a Hellboy algo mucho más interesante que al principio.

Luego de este esfuerzo, Darkness Calls es el retorno del Rojo, y funciona magníficamente. Es un comic de Hellboy a la vieja usanza, con grandes manipulaciones místicas resueltas por el demonio de la única manera que sabe: a las piñas. El dibujo de Fegredo es una suerte de homenaje / distorsión de Mignola. Es lo suficientemente parecido como para ser reconocible, pero al mismo tiempo Hellboy es más flaco y anguloso, sus personajes son más frágiles, se retuercen, no parecen los bloques de granito de Mignola, sus caras tienen más rasgos y su arquitectura y paisajismo es mucho más naturalista que el constructivismo icónico del maestro.

Darkness Calls es un pequeño triunfo enmarcado en el triunfo más amplio, gigantesco, de la obra de Mignola en esta década.


SAFE AREA GORAZDE. De Joe Sacco.

Por Andrés Accorsi.

Joe Sacco es el pionero y principal exponente del género conocido como “comic periodístico” y esta obra publicada en 2000 es, sin duda, su trabajo más ambicioso. Safe Area Gorazde explica minuciosa y trágicamente “esas chungas movidas de croatas y serbios” de la canción de Sabina. Golpe a golpe, muerte a muerte, Sacco explora no sólo los hechos históricos, sino cómo estos afectaron a la gente de cada una de las etnias involucradas en aquel cruento genocidio de la primera mitad de los ´90. Gente que, por supuesto, también come, canta, se ríe y sufre. Gente como Edin (el verdadero protagonista de SAG), el ingeniero devenido maestro de matemáticas primero y soldado después. Gente cuyas vidas, familias y ciudades fueron devastadas por el odio y la intolerancia. Ahí, en los detalles humanos, es donde Sacco hace la diferencia.

Y en el dibujo, por supuesto, que es apabullante en su complejidad y sus matices (si te pone nervioso el crosshatching de Crumb, el de Sacco te va a enfermar). Un dibujo que –lamentablemente- muchas veces sirve apenas como ilustración de lo que nos cuenta el texto, no como un vehículo narrativo, sino más bien como una forma de ahorrarle a Sacco extensos párrafos descriptivos. Un detalle menor, que se le puede perdonar a una obra tan profunda, tan comprometida, con tanto huevo y con tanta sensibilidad y tanto virtuosismo gráfico.

Si alguna vez te interesa saber qué corno pasó en Bosnia –y querés saber un cachito más de lo que en su momento contaron los medios masivos- acá está Safe Area Gorazde para impactarte con su crudeza, su contundencia y el enorme oficio de un autor que no se asusta al cruzar ningún tipo de fronteras, ni figuradas ni literales.


SPIROU: LE JOURNAL D’UN INGENU. De Emile Bravo.

Por Fabio Blanco.

En Le Journal d’un Ingenu (2008), Emile Bravo une el escenario de los primeros gags de Spirou con la situación política de ese momento. Es 1939 y en una de las habitaciones del Moustic Hotel se juega la última chance para evitar una segunda Guerra Mundial. El joven e ingenuo botones no entiende por qué ese conflicto lejano debería preocuparlo, y será su nueva amiga y compañera de trabajo la que tratará de despertar su conciencia política. Casi como una metáfora y un reflejo, Spip también se volverá conciente, y el secreto de por qué la ardilla piensa será fundamental para la trama.

Que el público infantil sea capaz de comprender hechos políticos e históricos es la intención explícita de Bravo, a quien le disgusta que se quiera aislar a los niños de la realidad que los rodea. En la historieta, Fantasio le dice a un chico escapado de los bombardeos y fusilamientos de la Guerra Civil Española que no se meta en “cosas de grandes”. También se alude a las diferencias entre Spirou y Tintin (“ese héroe de la burguesía. Es un Tintin revolucionario lo que nos hace falta”). Es un justo homenaje a “Le Journal de Spirou” que durante la ocupación nazi a Bélgica (1940-44) apareció espaciadamente, redujo páginas y cambió de formato pero no cedió a la presión ideológica del invasor.

En momentos en que la derecha se reposiciona en Europa y América, la conciencia política que plantea Le Journal d’un Ingenu es más importante que nunca: los nazis no siempre traen esvásticas.


THE LEAGUE OF EXTRAORDINARY GENTLEMEN. De Alan Moore y Kevin O’Neill.

Por Fernando Ariel García.

Si tenés más de cuarenta y creciste leyendo esa maravilla conocida como Colección Robin Hood, entonces hacé dos cosas. Una: Olvidate de la película con Sean Connery, Peta Wilson y un par más de actores que no vienen al caso. Y dos: Preparate para vivir la aventura que siempre soñaste. Porque la verdadera Liga Extraordinaria, la que idearon Alan Moore y Kevin O’Neill en 1999 para la línea ABC del sello WildStorm de DC Comics, es el libro que le faltaba a esa imborrable biblioteca infanto-juvenil de tapas amarillas. Y si todavía estás un tanto escéptico, escuchá las membresías de esta Liga de la Justicia para la época victoriana: Allan Quatermain (el de Las minas del Rey Salomón), El Capitán Nemo (20.000 leguas de viaje submarino), el Dr. Jekyll y el Sr. Hyde, El Hombre Invisible y Mina Murray (prometida de Jonathan Harker en Drácula).

Sí, leíste bien. Todos juntos, en la misma metaficción, evitando los planes de destrucción mundial planeados por Fu Manchú y el Profesor Moriarty (o sea, el malo de Sherlock Holmes). O evitando la invasión marciana que H.G. Wells describió en La guerra de los mundos. O buscando un libro en la Londres post Gran Hermano (el de verdad, el de 1984, no el muñeco ese del reality). O peleando en las sombras durante todo el siglo, para frustrar la llegada a la Tierra de un poderoso demonio que, parece, será el encargado de desatar la Guerra Santa entre Occidente y el Islam.

Pero esto no es nada. Lo mejor de todo (como en Watchmen) está en el mundo alternativo que Moore desarrolló con obsesión enfermiza en base a personajes, lugares y acciones preexistentes en el campo de la literatura popular, ese mapamundi de lo fantástico que fueron delineando Julio Verne, Edgar Allan Poe, H.G. Wells, Edgar Rice Burroughs, Jonathan Swift, Arthur Conan Doyle, Bram Stoker, George Orwell, H. Rider Haggard, Ian Fleming, el omnipresente William Shakespeare y las primeras planas de los diarios sensacionalistas, entre otros, en una época en que el mundo era un lugar lejano y ajeno, con mucho por descubrir.

No pierdas más tiempo y agarrá cualquiera de los cuatro tomos de The League of Extraordinary Gentlemen. Son libros. No muerden, pero contagian.

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