A dos décadas de su aparición, este manga de Ai Yazawa se afianza fuerte en el Olimpo de las historietas que -aunque pasen los años- no pierden su influencia.

Paradise Kiss

24/07/2024

| Por Gregorio Guerrero

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Hablar de Paradise Kiss puede resultar tan fácil como, a la vez, repetitivo.

Un manga breve, cinco tomos, publicado entre 1999 y 2003. Un anime, un live action, ediciones en todos los idiomas. Un éxito absoluto por donde se lo mire, y un excelente punto de entrada al mundo de Ai Yazawa. Pero, a más de veinte años de su publicación, ¿qué de nuevo se puede contar?

Sin ir más lejos, en el 2019, Agustina Manso publica aquí en el sitio de Comiqueando una nota donde hace hincapié en la parte gráfica de la obra. Los dibujos de Ai Yazawa siempre dan mucho de qué hablar. Sus diseños de indumentaria, sus personajes largos y estilizados, las poses extravagantes con las que muestran su ropa. Y el foco no está solo en sus vestidos sino también en sus expresiones: al final del día, este manga podría categorizarse como un shojo.

Si despojamos a la historia de los trasfondos de la moda, Paradise Kiss es el clásico «chica conoce chico, y todo se desmadra». Ella estudia para entrar en la universidad, mientras una familia la presiona constantemente, y sin un rumbo real. Él, un barrilete, un genio en lo que hace, pero sin la capacidad de conectar emocionalmente con nadie debido a su no-familia. La historia avanza, no hace giros ni repeticiones innecesarias, y tenemos un desenlace, triste, feliz, un poco de todo. Pero un cierre real.

Mi primera aproximación a este manga fue a fines del 2005, cuando Ivrea lo editó en Argentina en sus famosos tomitos de 100 páginas, con portadas metalizadas. Era una apuesta fuerte, un shojo moderno y bastante distinto al catálogo del momento. Desconozco si la edición vendió bien pero asumo que sí, porque poco después aparecía Nana en el formato de 200 páginas. En esa época yo estaba terminando el secundario y mi poco criterioso juicio descarto en un instante esas tapas estrambóticas y esos dibujos tan “girly”. Meses más tarde, un amigo se encargó de destruir todos mis prejuicios y sacarme de la ignorancia al prestarme los diez tomitos. Los devore, uno tras otro en un frenesí de lectura. Todo se veía tan real, tan emocionante. La historia de Yukari y de George me dejaba al borde de las lágrimas, los dibujos de Yazawa me emocionaban de una manera superlativa. Nunca imaginé que un desfile de ropa en una historieta podría ser algo tan asombroso. Una historia sencilla pero ornamentada de manera tal, que se convertía en algo único, irrepetible. Era tan fácil ser un adolescente y sentirse identificado con esas situaciones de desamor. Y así, cerraba la última página, le devolvía los libros a mi amigo y me despedía para siempre de estos personajes con los cuales tanto me había encariñado. O así creí.

A fines del 2023, encontré por casualidad a un buen precio la edición integral de Paradise Kiss por Vertical Inc., una editorial yanki que se caracteriza más que nada por sacar cosas de Osamu Tezuka en libros muy lindos y gordos (diseñados en su mayoría por el glorioso Chip Kidd). Me dije a mí mismo “¿por qué no?” y me lo llevé a casa. La relectura es un arma de doble filo. ¿Cuántas son las obras que consideramos formativas, y al volver a ellas descubrimos que están sobre un pedestal de barro? Pero a la vez, aquellas que no, aquellas que siguen vigentes, una segunda, tercera, cuarta lectura, les refresca el vuelo y ascienden otra vez al Olimpo.

Algunos meses más tarde de la compra, me aventuré a releer Paradise Kiss para confirmar o desmitificar mi juicio de mediados de los 2000. Mentiría si dijese que no tenía algo de miedo al encarar ese libro enorme de más de 1000 páginas, con una traducción y tipografía que no me hicieron muy feliz. La lectura comenzó bastante tranquila y con cada nuevo capítulo me iba entregando más y más a la historia. Recordaba algunas cosas distintas, quizás idas y vueltas, pero la historia va para adelante y nunca retrocede. De menor a mayor, el desarrollo de los dos protagonistas dentro de la escuela secundaria y el mundo de la moda se da de una manera que resulta orgánica y fluida. Los personajes secundarios, son bastante secundarios. Tienen pequeñas injerencias, la mayoría de modo cómico, algún pequeño conflicto, y cumplen sus roles como piezas de ajedrez para adornar la historia de Yukari y George como corresponde.

La primera mitad la fui leyendo de manera pausada, tranquila, pero la mitad restante la devoré con pasión y curiosidad porque no tenía recuerdo alguno de cómo era el desenlace. Cerca del final, aguanté las lágrimas, y di cierre nuevamente a esta historia de adolescentes y amores y moda. A más de veinte años de su publicación, Paradise Kiss sigue vigente. Sigue siendo una obra perfecta, redonda, donde no sobran capítulos y la historia no se siente estirada. Donde los dibujos son alucinantes, aunque las puestas en página se sienten sobrecargadas y vetustas. Los fondos son en su mayoría inexistentes…pero ¿quién lee a Yazawa para ver fondos?. Todo transcurre en unos escasos meses, pero todo está donde debe estar, y encaja de una manera que pocos autores pueden lograr. Ai Yazawa da cátedra y demuestra por qué es considerada una de las mangakas más importantes e influyentes de su época.

Paradise Kiss vuelve a volar en mi imaginario, se afianza fuerte en el Olimpo de las historietas que forman criterio y que -aunque pasen los años- no pierden su influencia.

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