Si bien distaba de ser brillante, el trabajo de George Wildman en los comic books de Charlton era bien visto por la gente del King Features, que poco a poco le encarga trabajos extra, dibujos para el merchandising o proyectos educativos especiales, algo que Wildman le gustaba hacer mucho. Para 1977, la Charlton decide tirar la toalla y dejar de comprar nuevo material, para reeditar solamente material antiguo. Eso hace que el King Features decida buscar una nueva editorial que continuara generando comics de Popeye, pero sin perder a Wildman (que se va a mantener vinculado a lo poco que queda de la Charlton hasta su cierre en 1985). El ultimo número de la Charlton es el 138 de enero de 1977. Un año después, en Mayo de 1978, Popeye vuelve a salir con el número 139, esta vez publicado por Whitman (que era el nombre que había adoptado Gold Key, editorial que como vimos ya había publicado a Popeye en los ´60). Wildman seguía dibujando las historias, esta vez sobre guiones de Bill Pearson, otrora asistente de Wally Wood. Mas allá del cambio editorial, el resultado es similar. Eso sí, la serie aquí empieza a recuperar cada tanto material antiguo de Sagendorf para acompañar las historias de Wildman y Pearson. Tras varios parates (por ejemplo, los números 16 y 161 no existen y los 158 y 159 se publicaron como un paquete especial que se vendía solamente en supermercados), el comic book de Popeye termina en el nº 171 en Marzo de 1984. Wildman (que en 1985 se queda sin el trabajo de la Charlton al cerrar la editorial) volverá a trabajar en publicidad y como ilustrador de material infantil hasta su muerte en el 2006.
Dos años después del cierre de los comic books, Bud Sagendorf se retiraba de las tiras diarias y su reemplazante nos daría por un tiempo la mejor versión de Popeye tras Segar, además de uno de los choques mas comentados en la industria del comic en esos años entre creador y dueños del personaje…
DEL COMIX UNDERGROUND A POPEYE
No mucha gente lo señala, pero el Popeye de Segar fue una influencia crucial en el estilo de muchos de los autores que empezaron el movimiento del “comix underground” yanki de finales de los años ´60 y comienzos de los ´70 (por no hablar de sus sucesores en otros países como el español Miguel Gallardo y el argentino Pablo Fayó, por nombrar solo a dos en los que se ha notado la marca de Segar). Tipos como Robert Crumb reconocían la influencia de los cartoonist de los veintes y treintas (incluyendo a Segar) tanto en su estilo como en la forma de narrar. Entonces resultaba lógico que, en 1986, el King Features buscara al reemplazante de Sagendorf en las tiras diarias entre los dibujantes salidos del boom del comix underground americano. Y encontraron a Bobby London
Bobby London nació en 1950 en New York y ya de muy joven empezó a vender sus dibujos (muy influenciados por tipos como Segar y George Herriman, el creador de Krazy Kat) en la prensa underground. Para comienzos de 1970 formó parte del colectivo Air Pirates que se metería en un notorio conflicto con la Disney por usar a los personajes del Tío Walt en historietas con sexo, drogas y violencia. Disney les inició un juicio donde salió a relucir que el primer corto de Mickey no tenía el copyright originalmente bien hecho, con lo que en teoría estaba en dominio publico (por supuesto el resultado fue favorable a Disney y esto no se tomó en cuenta). Paralelamente, en 1971, London publicaba en el Los Angeles Free Press su creación más conocida, el malhablado pato Dirty Duck. En 1972 él y su pato llegarían a la revista humorística National Lampoon, cuando ésta era LA REVISTA DE HUMOR de EEUU. Dirty Duck se mantendría allí hasta 1976, cuando pasaría a publicarse nada menos que en la Playboy, donde siguió apareciendo hasta ya entrado este milenio. En 1987 el nombre de London era lo suficientemente conocido para que el King Features le ofreciera seguir la tira diaria que dejaba Sagendorf. Aunque la cantidad de periódicos que la publicaban era relativamente baja (en 1992 había solo 24 diarios de Estados Unidos que la tenían en sus páginas, aunque más diarios alrededor del mundo continuaban con ella), esperaban que London modernizara la tira y levantara las ventas,.
Los del syndicate no sabían en lo que se metían.
Al principio, las tiras de London no se alejaban mucho de lo hecho por Sagendorf: priorizaba el chiste diario y no se alejaba mucho del humor domesticado que se había manejado en la tira por décadas. Pero poco a poco London comenzaría a subir la apuesta, con algo que no se veía en Popeye desde las épocas de Segar: la sátira social. Primero fueron chistes suaves (por ejemplo, Popeye yendo a escondidas al puerto para encontrarse con el proveedor de “espinaca de la buena”) para poco a poco meterse a satirizar abiertamente tendencias de la sociedad de esos años, y volver a las historias largas que continuaban día a día. Además, recuperaba personajes antiguos como Castor Oyl (que volvía a ser un secundario importante tras largos años de olvido) y escribía una historia donde el Bluto original retornaba y descubría que había varios tipos parecidos llamados Brutus ocupando su lugar.
Pero la sátira social ponía nerviosos a la gente de King Features. Popeye a esta altura era importante más como marca y producto de merchandising que como historieta y joder con cosas conflictivas podía hacer que algún negocio se cayera. De a poco, el choque entre London y la gente de licencias del syndicate se hizo inevitable.
El primer kilombo lo trajo el sombrero de Popeye. Como dijimos, allá por los ´60, se había obligado a Sagendorf a cambiar la gorra original de Popeye por el sombrero de marinero que usaba en los cartoons. Bobby London había retomado la gorra y desde el syndicate le pidieron que volviera al sombrerito de marinero. London respondió con una historia donde el King of Licensing (el Rey de las Licencias) le ordenaba a Popeye usar el sombrerito blanco para poder venderlo.
El problema era que, quien compraba el sombrero y lo usaba se convertía en un zombie sin voluntad. Popeye lo iba a enfrentar, comía sus espinacas… pero el King of Licensing masticaba dólares y le ganaba a Popeye, que caía al piso, se le caía el gorrito… y ahí pegaba la espinaca. Con su fuerza renovada, vencía al rey y le ponía el gorrito blanco en la cabeza. El rey no solo se volvía un idiota, sino que se convertía en dibujante de historietas.
Como pueden ver, la mala leche de la tira de London era evidente y a los mandamases del King Features no les gustó un carajo. Le sacaron tarjeta amarilla. Cualquier kilombo y lo rajaban. Cosa que a London le importo tres madres y siguió con su sátira social acida y gozosa.
(el lunes, una nueva entrega)


