Es para celebrar la realización y el estreno de la película Zenitram, de Luis Barone, basada en el cuento homónimo de Juan Sasturain (director de la revista Fierro, guionista, novelista, cuentista, poeta)

Zenitram, un héroe al vesre

29/06/2010

| Por Staff de Comiqueando

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Zenitram, un superhéroe argentino, un superhéroe «de acá»


Es para celebrar la realización y el estreno de la película Zenitram, de Luis Barone, basada en el cuento homónimo de Juan Sasturain (director de la
revista Fierro, guionista, novelista, cuentista, poeta) que fue publicado originalmente en el libro Zenitram (1996) y reeditado en el más hallable y
exquisito La mujer ducha. La película cuenta la historia de Rubén Martínez alias Zenitram, primer superhéroe argentino, y nos muestra su origen, su
ascensión y su caída.

Del papel al celuloide

El soberbio relato de Sasturain, de veinte páginas, es la acertada base de un film lleno de aciertos. La historia original, y también la película, está ambientada en
una Buenos Aires futurista pero a la vez con un cierto clima retro, sin duda porque está narrada como si fuera un policial negro y entonces el futuro posbicentenario
que ahí se pinta es sombrío, sórdido. El narrador del cuento es Frank Ramírez, supuesto periodista del Miami Mirror, que viene en busca de Zenitram, mientras que en
la película la voz en off correrá por cuenta de Medrano (Luis Luque, genial como siempre, fotógrafo para Sasturain, periodista en versión de Barone). En el cuento,
Zenitram aparece poco en escena, siempre más bien en el relato de Medrano, hasta su retorno final, pero en la pantalla adquiere un protagonismo que se vuelve necesario,
y el héroe (el ascendente Juan Minujin) gozará de la compañía de una femme fatale (la sensual andaluza Verónica Sánchez) y de un aspirante a sidekick (Rayo, ya presente
en el cuento).

La trasposición requiere, en este caso por la brevedad del relato, de muchos agregados (pero también hay algunas quitas) que están muy bien logrados en parte sin duda gracias
a la colaboración de Sasturain en el guión y de la comprensión cabal del lenguaje cinematográfico por parte del realizador. El origen secreto está narrado a la perfección, como
todo origen secreto se merece, con una buena dosis de humor pero también con los elementos básicos de toda iniciación superheroica: un mago pordiosero (un “viejo puto” en la versión
fílmica) que revela la palabra mágica a lo Shazam para la transformación (Zenitram, a la que se agrega el gesto obsceno que adorna los pósters), el descubrimiento de los poderes (vuelo

Rubén Martínez en plena transformación


y superfuerza, más el dominio del agua que será central en la película y que se asocia con los mingitorios del baño de Constitución donde sucede la revelación), el desarrollo del traje
(primero pantalones cortos y la remera de Atlanta en el cuento, la camiseta de la Selección en la versión filmada, que luego devendrá traje con capa y con los colores de Boca, que
al fin y al cabo son los de Atlanta), su consagración como ídolo popular y su posterior caída en desgracia. Este gran cuento de un gran autor (que además ha hecho grandes aportes a
la historieta, como los guiones de Perramus y los libros El domicilio de la aventura y Buscados vivos) ameritaba esta versión, que nos sumerge de lleno en el bicentenario pero también
en una forma de entender y de interpretar la historieta de superhéroes desde estos pagos y en un uso muy consciente del color local (creo que no hay ningún personaje que tome mate, y sin
embargo hay pocas cosas más argentinas que Zenitram).

Laura Arroyo (Verónica Sánchez) nos ofrece un par de buenas razones para salvar al mundo


Superhéroe sudaca

Contada en tono socarrón, el personaje de Zenitram tiene sus paralelos reales, tal como se explicita en la película: San Martín, Perón, el Che, Maradona, hombres alabados y despreciados
por igual. Rubén Martínez (el apellido más común de la Argentina, como prueba cualquier guía telefónica), un muchacho de origen humilde (vive en una “casilla precaria de Aldo Bonzi”
según la versión oficial de Sasturain), trabaja como basurero (aunque tratará de adornar esa profesión para conquistar a Laura diciendo que es reciclador de desechos, en un trasfondo
discursivo que toma algo de la ecología tan en boga) y le da una mano al viejo Arroyo con sus inodoros. El tema del agua (de su falta) se hace centro de la película porque el acuoso
Arroyo inventa un dispositivo basado en la famosa clepsidra griega (reloj de agua que se usaba para medir el tiempo de los discursos en los tribunales de Atenas) para resolver la cuestión
de la carencia de agua, y la política (esbozada en el cuento a partir de las cercanas elecciones) adquiere así una importancia fundamental. A partir de allí se empezarán a ver turbios
negociados entre el Estado y las empresas privadas multinacionales (limpieza del Riachuelo, cesión del agua potable) y se producirán hechos que marcarán a Zenitram, ya que Arroyo necesita
de su ayuda para “cambiar el sentido del agua” y acabar de una buena vez con la sequía que afecta el sur de América. En esto, en este plan para cambiar el mundo, con recursos tecnológicos
puestos al servicio de la humanidad (y que pueden también perjudicarla), Zenitram tiene un importante punto de contacto con las películas superheroicas de Hollywood (sobre todo con Spiderman),
así como en ciertos modos de narrar, de hacer progresar la historia, de resolver con gran simpleza y un poco de inverosimilitud ciertas situaciones de la trama.

Pero Zenitram (Martínez al revés, el reverso exacto del común Martínez) deberá, al mismo tiempo, afrontar los peligros de la popularidad (y hay varios paralelos, sobre todo discursivos, con el

Zenitram no es indiferente a la realidad del país, ¡y festeja los goles de la selección con nosotros!


ambiente de los jugadores de fútbol, y ya en el cuento de Sasturain se hacía un paralelo con el deporte al definir a los superhéroes como “los boxeadores del siglo XXI”): un puesto burocrático
como Ministro de Asuntos Excepcionales que lo obliga a firmar y sellar sin descanso, los eventos y fiestas a los que debe asistir, las malas compañías, los programas periodísticos, las revistas
del corazón. Tras su choque con el Obelisco (en una suerte de velada alusión a las Torres Gemelas) y la tensión con el Presidente de la República (un perfecto Daniel Fanego), se autoexiliará en
Miami para recuperarse de su adicción a las drogas y volverá finalmente, gordito y demacrado, para tratar de rectificar las cosas en una Argentina que está a punto de elegir como primer mandatario
a un español (en una no tan velada alusión a Francisco de Narváez). Parece que no hay, todavía, nada más acertado que la ficción más fantasiosa para hablar de la realidad argentina.

Viñetas sueltas

La película sale airosa de numerosos desafíos: el primero de todos, la adaptación del lenguaje literario al fílmico, el alargamiento necesario de la anécdota, el aprovechamiento de los recursos
del séptimo arte. También se destaca en el texto que dicen los actores, coloquial y creíble, así como en las actuaciones. Los efectos especiales, sin ser los de una superproducción de Hollywood,
cumplen con su objetivo y están usados en función de los requerimientos de la trama (en todo caso, si algo parece trucho está bien que así sea). Además, hay varias perlas como las participaciones
de José María Muscari en el papel de presentador de televisión y de Edda Bustamante como la mujer del Presidente, además de algunos cameos de actores consagrados y referencias a historietas (detalles
eternautosos) y películas superheroicas. Las páginas de la historieta de Zenitram que aparecen son obra de nuestros grandes mellizos Sebastián y Maxi Fiumara, y la película empieza y termina con una
animación en blanco y negro que sirve como exacta presentación y puesta en clima y como humorístico cierre.

La decadencia y la truchidad, bien contadas y mostradas, pueden dar como resultado una gran película. Para sentirnos poderosos en nuestro medio pelo y disfrutar.

Hernán Martignone es coautor, junto con Mariano Prunes, del libro Historietas a diario. Las tiras cómicas argentinas de Mafalda a nuestros días (Libraria, 2008)

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