Sí, con el tiempo me volví muy lento. En otras épocas trabajaba más rápido, aunque nunca fui de esos dibujantes velocísimos. Yo creo que empecé a estirar los tiempos cuando empecé a trabajar en Dylan Dog. Pensaba que me iba a resultar fácil, pero por el contrario, me resultó complicado. El guion y la forma de contar eran muy distintas a lo que yo estaba acostumbrado, con lo cual el grueso del trabajo avanzaba a un ritmo distinto. Eso me cambió la manera de trabajar. Pero no lo lamento. Acepté ese trabajo porque me pareció una forma de renovarme profesionalmente. Me pareció importante, porque yo me había acostumbrado a trabajar con guionistas amigos, con los que antes de empezar la historieta, nos poníamos de acuerdo charlando por teléfono. Así lo hice durante muchos años. Pero cuando uno hace las cosas por hábito, y le salen fácil, está el riesgo de repetirse. Y yo notaba que empezaba algunos trabajos nuevos con un entusiasmo que no me duraba hasta el final. Por eso pensé que Dylan Dog era mi oportunidad de renovarme, de encarar otro tipo de guiones y otra manera de ver y pensar las secuencias.
Mi primer guion de Dylan Dog lo escribió Pasquale Ruju, pero en cada álbum de Dylan Dog me tocaron guionistas distintos, lo cual también marca una diferencia enorme con la forma en la que yo siempre hice historietas. Las cuestiones del tempo narrativo del relato, eran totalmente distintas a las que yo me había habituado. La diferencia más evidente es que la historia se desarrolla a un ritmo mucho más lento. Esto lo conversamos con amigos, con colegas, y es un poco como la diferencia entre un cuento y una novela. Es otro ritmo. Yo estaba acostumbrado a contar sobre todo historias cortas, muchas veces de 8 páginas, 60 viñetas como mucho… Las cosas se desarrollaban rápido, venía una escena donde pasaba algo fuerte y ya está, se terminaba. En las series italianas yo noto un paralelismo con la novela: hay más personajes, la historia está más articulada, y avanza a un ritmo en el que se le puede dar más espacio a cada secuencia. Esto me gusta, desde el punto de vista de la narración y del guion, pero lo otro a mí me resultaba más fácil de dibujar, aunque sea por el hecho de la costumbre.
Para nosotros los dibujantes, las historias cortas son algo muy cómodo. Nos dan una cierta facilidad para trabajar. Pero cuando eso se convierte en una inercia, y te impide renovarte, hace falta un estímulo externo. Ahora recuperé el entusiasmo, le pongo más energía al trabajo y estoy más consciente de cómo aplicar mis capacidades a los distintos aspectos de la historieta. Pero al mismo tiempo, uno tiende a la comodidad, a trabajar con facilidad.
A mí lo que más me interesa en una historieta es el relato, la narración. La técnica también, claro, sobre todo lo que tiene que ver con el entintado, que es lo que más me gusta. Eso es lo que me hace trabajar mejor y más rápido. Pero soy lento, me vuelvo cada vez más lento. No es que no hago nada, o pierdo el tiempo. Es un problema que tengo que resolver: encontrar un ritmo adecuado para el trabajo. Antes hacía unas 20 páginas por mes, lápiz y tinta. Más o menos una página por día. Nunca menos de 15, alguna vez 22… ahora no llego a las seis páginas por mes… imperdonable. Pero los editores han aceptado que yo trabaje a este ritmo, me piden que siga así. De todos modos quiero resolver de otra manera esta relación entre el trabajo y el tiempo.
La verdad que no le encuentro explicación a esta lentitud. No es que cambié la velocidad de la mano sobre el papel, trabajo normalmente. Busco mucha documentación, hago muchas cosas, pierdo tiempo en las tareas accesorias al trabajo, que no son el trabajo en sí. Me gusta mucho conseguir documentación, siempre me gustó buscarla, y ahora está internet, que es una fuente inagotable para encontrar objetos, lugares, ambientes. Eso me gusta, pero me hace perder mucho tiempo, termino por encontrar muchísimas cosas que creo que me van a servir. Mientras que antes me compraba un libro, o dos, con fotos que me venían bien, y me manejaba con eso.
Pero la red me distrae, me lleva a otros lugares, pone otras cosas a mi alcance, muchas muy interesantes, pero me ralentiza mucho los tiempos. Ahora me pongo límites cuando busco material: dos días, tres a lo sumo, porque si no la cosa se me va de las manos. El tiempo de producción de una historieta siempre es irregular, este trabajo es así, con momentos rápidos y momentos de gran lentitud. Ahora estoy en un período lento, apareció mi «yo» lento.
Cuando me doy cuenta de que estoy muy retrasado y acelero, siento que mi estilo se vuelve… cómo decirlo… más duro. Pero trato de evitarlo, de mantener un trazo siempre constante. No suelo hacer muchos bocetos ni mucho estudio previo para preparar cada página. En general lo mío es más espontáneo. Leo varias veces el guion, y si me encuentro con una secuencia muy compleja, me preparo un story-board bastante preciso. Cuido mucho la composición y la secuencia, que debe respetar el relato y debe meter al lector adentro de la página. Busco sobre todo que el ritmo del relato no tenga interrupciones ni baches, y para eso sirve mucho hacer un story-board, aunque sea muy simple, como para distribuir las viñetas en la secuencia y en la página, y tener esto muy claro cuando se pasa a trabajar sobre el original. Esa fue otra diferencia entre Dylan Dog y mis trabajos anteriores: en Argentina, los guiones suelen describir viñeta por viñeta, mientras que los de Dylan Dog vienen divididos por página y parte de mi trabajo es decidir cuántas viñetas le pongo a cada página.