Desde Adentro

Ninguna de las artes es tan completa como la historieta, aunque muchos intelectuales, o no tanto, se jacten de lo contrario.

Facundo Percio

27/04/2015

| Por Staff de Comiqueando

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a2¿Quiénes eran esos marcianos detrás de El Eternauta, Nippur de Lagash, Dago, Ranxerox en Nueva York, Rey Mono y todos esos tipitos raros y barbudos que aparecían en las amarillentas páginas de Skorpio, Totem, Cimoc, Puertitas, El Víbora y Fierro?. Eran mis superhéroes.

Superhéroes que pude rescatar tirándome al piso de una sucia librería que nadie visitaba, mucho menos, en la sección de saldos. “Abajo, pibe”, “bien abajo”. Estos marcianitos hacían algo que parecía inalcanzable de lograr: dibujaban páginas completas de historietas.

Un día el tío Andrés me pasó un guión para que lo dibujara. Tenía 2 páginas: “Jazzy Mel vendía juguitos en un parque de diversiones y estaba rodeado de niños que pedían desesperados el jugo de Jazzy, mientras éste “rapeaba” un pegajoso jingle de su producto masivo”. Hasta que aparece Orgasmatrón, un metalero muy parecido, esto lo descubro hoy, a Marcelo Pocavida. Ambos comienzan una contienda verbal al ritmo de un violento rap. Orgasmatrón diciéndole a los niños que no beban esa porquería y Jazzy defendiendo su producto con los típicos manierismos de un auténtico rapero nacional y popular. Pero Orgasmatrón se hincha las bolas y lo coloca con un fierro. Con Jazzy ya fuera de juego, nuestro héroe comienza una bellísima canción en la que induce a todos los niños del parque de diversiones a beber vino en cajita (Orgasmatrón tenía aparentemente algunos conocimientos sobre manejo de masas). Los pibes se vuelven locos y comienzan a destruir todo el parque bajo los efectos del producto masivo de Orgasmatrón, la kriptonita de Jazzy. El vino de todos los argentinos. Tarea cumplida.

b1Orgasmatrón fue mi primer trabajo serio y aunque terminé las dos páginas, hoy las veo dibujadas como el culo, pero completé un ciclo. Tenía quince años.

La segunda historieta que terminaría sería a los 22. Siete años me llevó hacer dos páginas más en las que creativos publicitarios discutían si a Luciano habría que extirparle el “Pereyra” o no, “por la onda”, ¿viste?. Estábamos en estado Menem, nube de mentes afiebradas por dólares argentinos. Y las historietas seguían allá abajo, pero ahora estaban a medio metro de las revistas porno, como para que el librero te pispee de costado, no vaya a ser que le afanes una porno.

tumblr_lfe8coVUWP1qg4prko1_500Pero los marcianitos se resistían, sobrevivían allí. Acompañaron todas mis mudanzas. Me llevaron por el camino del alquimista. El alquimista que busca el oro filosofal, no el oro literal, sino el real. El que no se ve, no se alcanza, no se puede, porque los que pueden son otros, santos o estrellas de televisión fugaz, pero siempre son otros.

Y un día, luego de algunos años, me tomé una bebida marciana y decidí dedicar mi vida a esta disciplina tan compleja y aún indómita. Una disciplina que contiene las sales y azúcares esenciales para generar en un ser pensante determinados cambios de perspectiva y así afectar irremediablemente -para toda la vida-, su mente.

Esa es una responsabilidad moral de la que no hay escapatoria. Ninguna de las artes es tan completa como la historieta, aunque muchos intelectuales, o no tanto, se jacten de lo contrario. La magia sí existe señores, y está al alcance de casi todos los interesados. Los que las quieren leer y los que la quieran dibujar. Bien o como el orto, la podés hacer igual. Y lograr que este pedazo de carbono perdido, en el medio de la casi nada espacial, sea un lugar más tolerable, tolerante y digno de ser habitado junto a un semejante. Fáah!. Váyanse a cagar. Me voy a buscar el oro.

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