Desde Adentro

Yo en una época me dejaba llevar por la belleza de las imágenes y metía chorros de sangre por todos lados, porque quedaba lindo en el dibujo.

Jacques Tardi

01/02/2019

| Por Staff de Comiqueando

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adeleblancsec08pAdaptar textos literarios en general me resulta sencillo. La dificultad se puede dar cuando en las primeras páginas de una novela se da esa especie de pachorra, de meseta, cuando el autor te cuenta que el tipo se levanta, se fija si quedó algo de comer en la heladera, lee el diario, sale a dar una vuelta en el auto antes de irse de vacaciones… Toda ese tramo más banal, que suele estar al principio de las novelas, es muy aburrido para dibujar. Pero forma parte de los libros. A veces le dan sentido, incluso, a lo que pasa en los libros. Es fundamental que aparezcan este tipo de escenas antes de llegar a las escenas de violencia, para poder comprender a estas últimas en toda su dimensión y darles una importancia real. Alguna vez lo explicó Hitchcock: él decía que había que filmar las escenas banales en plano medio, que no le interesaba contarlas en primer plano, para no quemar todos los cartuchos.

En casi todos mis trabajos también le doy mucha importancia a la documentación. Hace muchos años, cuando publiqué en A Suivre mi primera historieta sobre la Gran Guerra, me escribió Jean-Pierre Verney, un famoso historiador a quien yo no conocía, para marcarme algunos errores y para invitarme a un encuentro con él. Yo lo fui a ver, más que nada por curiosidad. Ahí descubrí que tiene una colección impresionante de armas de la época, uniformes y objetos de toda clase. Es importantísimo estudiarlos en detalle, porque los objetos de uso cotidiano cuentan una historia.

91VWPRGQpDLLa representación de los combates también se vuelve extremadamente difícil, sobre todo si uno intenta no caer en las escenas heroicas. Yo trato de mostrar el campo de batalla cubierto de cadáveres, después de los combates. De ese modo me acoplo a la denuncia de los horrores de la guerra. Incluso cuando hay cosas que no podamos dibujar, estamos obligados a abordar el tema de modo frontal para denunciar, pero tampoco hay que convertir la denuncia en el punto central de la obra, porque si no caemos en la complacencia. Yo en una época me dejaba llevar por la belleza de las imágenes y metía chorros de sangre por todos lados, porque quedaba lindo en el dibujo. Pero no lo hago más. Si tengo que representar la escena de un asalto, trato de mostrarla después, desde el horror en la mirada del muchacho que la observa. Mi obra más extensa sobre la Gran Guerra, Putain de Guerre, tiene una sola escena de violencia (sin contar la portada) en la que muestro a un tipo con la cara estropeada.

Otra cosa que me gusta es poner en mis obras pequeños “chistes internos”, que quizás la mayoría de los lectores no captan, porque son casi privados. Si tengo que dibujar un personaje secundario, por ahí le pongo la cara de mi editor, o a veces introduzco detalles en los diálogos que vinculan entre sí a distintas obras mías, o personajes con la misma cara en distintas obras, como un guiño al lector, como diciéndole “queda todo entre nosotros”.

2203305053-4643-large-adieu-brindavoine-adieu-brindavoineBrindavoine, por ejemplo, se desarrolló en su propia historia y después lo incorporé a los álbumes de Adéle Blanc-Sec. No es ilógico, porque son historias ambientadas en la misma época. Y además siempre es mejor meter personajes que algunos lectores ya conocen, que no haya que presentarlos de cero. Incluso para el editor, conviene que los personajes ya hayan aparecido en álbumes anteriores. A veces es en serio y a veces es en joda, como cuando en Le Démon des Glaces aparece el hotel “Chez Leo”, que es una referencia a Léo Malet, el creador de Nestor Burma, del que yo adapté al comic casi todos los relatos.

L.10EBBN002211.N001_DEMONglac_Ip001p064_FROtra pavada que se me ocurrió y causó gracia en la editorial fue pedirle a mis hijos y a varios dibujantes amigos que me dibujaran los monstruos para uno de mis álbumes en el que aparecían unos cuantos. A mí me fascina dibujar monstruos, pero la idea se me ocurrió una vez que, durante una sesión de firmas, alguien me dijo que tal o cual imagen que yo había diseñado le había causado mucha impresión. Era una imagen de Demon des Glaces (El Demonio de los Hielos) en la que se ve a un personaje arrastrado hacia el fondo del mar por un calamar gigante. Y me hizo pensar en la fragilidad de la gente frente a la imagen. O sea, si una viñeta de una historieta te puede causar tanta impresión, qué te queda cuando mirás un noticiero. ¡Tiene que ser catastrófico! Me puse a pensar en cuál había sido la primera imagen que me dio miedo cuando era chico. Era una ilustración de un libro de historia, en la que aparecía Luis XI en las catacumbas de un castillo junto con dos nenas, prisioneros. Ahí empecé a pensar en las imágenes mentales que se nos aparecen bajo los efectos del miedo. Y para simbolizar esos miedos, los distintos temores que suscitan las imágenes en los distintos personajes, le pedí a varios dibujantes que inventaran los monstruos.

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