Siempre me gustó dibujar, desde muy chica. Donde encontraba un pedazo de papel, lo dibujaba. Podía ser el dorso de un volante publicitaro, papel de envolver, y en mi casa había unos pliegos de papel B-4, muy finitos, y si se los pedía a mi mamá, me daba uno. Así que uno de mis juegos era inventar historias y dibujarlas. Había algo interesante, apasionante, en observar cómo una imagen va cobrando forma ante tus ojos cuando la dibujás. De pronto, la línea va creando un mundo. Cuando empecé a leer historietas, me gustaban los personajes, me resultaban interesantes, entonces empecé a crear mis propios personaje y a hacerlos moverse dentro de mis propias historias. Al principio era un juego. Pero se me ocurría una historia atrás de otra. Para cuando empecé la escuela primaria, ya tenía un cuaderno en el que sólo dibujaba historietas, lleno de historias de todo tipo.
Los temas en las historietas para chicas de ese entonces eran básicamente los de las telenovelas: la mujer que parecía ser la madre, en realidad no lo era, y la verdadera madre era otra. Esto se repetía con algunas variantes: el chico pobre de la historia resultaba venir de una familia rica, o el chico de la familia rica en realidad era adoptado y venía de una familia pobre. Y estaba el recurso muy repetido de la amnesia. Aparecía con tanta frecuencia que em hace pensar que con la guerra y la durísima situación social, la gente tenía el deseo inconsciente de olvidarse de todo.
Otro tema popular era el ballet. Hubo como un boom de historietas para chicas basadas en el ballet. Por ejemplo, la heroína era una nena de familia pobre que era muy buena bailarina, pero pierde el rol protagónico a manos de una nena sin talento, pero de familia rica. Siempre había una mala y una heroína, una lucha muy definida entre el bien y el mal. Eran historias muy sencillas, pero los buenos autores como Miyako Maki o Masako Watanabe lograban dibujarlas con un toque interesante.
En esa época la mayoría de los comics para chicas estaban dibujados por hombres, algunos muy buenos, como Tetsuya Chiba Las mujeres que dibujaban comics para chicas serían siete u ocho. Lo bueno de que hubiese tantos autores hombres es que muchas de las historias para chicas tenían elementos de ciencia-ficción. La combinación entre shojo y ciencia-ficción me encantaba, es algo que me fascina aún hoy, cuando leo obras de CLAMP, por ejemplo, si bien son historias mucho más sofisticadas que las que se publicaban cuando yo era chica.
La ciencia-ficción no es para todo el mundo, lamentablemente. En cada generación hay un número acotado de autores que pueden hacer buena ciencia-ficción. Al no estar basada en la realidad, la ciencia-ficción te plantea un desafío enorme, que es enganchar al lector con la historia, con la visión que le da sustento a la historia. Porque en Japón, la mayoría de las lectoras prefieren historias que se sientan reales, o por lo menos cercanas a sus vidas cotidianas. Por suerte seguimos teniendo buenos mangas de ciencia-ficción para chicas, como los de CLAMP o los de Reiko Shimizu, que tiene unas ideas fantásticas.
Otra cosa que cambió bastante desde mis inicios hasta hoy es la forma de dibujar a los personajes, las proporciones. En aquel entonces era muy normal dibujar las cabezas muy grandes en relación al cuerpo. Algunos dicen que es porque los japoneses somos cabezones. Lo cierto es que ho las cabezas se dibujan mñás chicas, y los cuerpos son más largos, más estilizados. Hay que entender que en aquella época las únicas que leían shojo eran las nenas, entonces se suponía que los personajes tenían que tener aspecto de nenas. Por eso los cuerpos se dibujaban más chicos en relación a la cabeza. Es una cuestión de edades. A medida que creció la edad de las lectoras, de nenas de escuela primaria, a chicas de escuela secundaria e incluso a universitarias, nos fueron exigiendo que los personajes se vieran más parecidos a las formas de sus propios cuerpos.
Hoy el gran desafío que tenemos los mangakas es que las opciones de entretenimiento se han ampliado muchísimo, con las computadoras, los videojuegos y demás. En décadas pasadas, el manga era una forma de entretenimiento vital para los chicos, pero hoy no ocupa ese lugar tan preponderante que supo tener. Además en Japón la población ha ido envejeciendo, hay cada vez menos niños. O sea que, a futuro, lo más probable es que haya que mirar hacia afuera, a tratar de conquistar mercados como el de China o EEUU.
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