Mis primeras historietas fueron porno, para la revista Kiss Comix. Yo todavía vivía con mis padres y esto del porno lo hacía a ratos mientras trabajaba en publicidad y muy a escondidas. Un día agarré todos los dibujos y me fui a Barcelona a ver a (Josep Ma.) Berenguer en La Cúpula. Llegué, me hicieron esperar en la sala, donde todo era muy hippie, me recibió Berenguer. Y yo me lo imaginaba de otra manera. Al ser el director de una revista porno pensaba que sería, yo qué sé, un tío con barbas y cadenas. Pero tenía la pinta que podía llevar mi padre. Eso me dio mucha vergüenza. Se puso a pasar las páginas, observando con unas gafas pequeñitas para ver de cerca cómo se empomaban a una chica, poniendo atención en los detalles. Las dejó y me dijo: bien, creo que podemos publicarlas, pero tienes que hacer las pijas más venosas y las vaginas tienen que estar como húmedas. Yo no podía creer los consejos que me estaban dando. Ah, y también que las chicas miraran a cámara cuando hacían una felación.
Como ya dije, yo me dedicaba a la publicidad. Y uno de mis mejores clientes era Famosa, una marca de juguetes muy importante en España. Yo hacía todo lo relacionado con Pinypon, que son unas muñequitas sumamente bonitas, apuntadas a las niñas, repletas de accesorios y tal. Hacía las cajas, si llevaban un cuento dentro también lo hacía. Esto me ocupaba medio año de mi vida. Y lo gracioso es que los dos me exigían lo mismo, que todo fuese volumétrico. En la casita de Pinypon hacías las tejas y tenían que tener su luz reflejada, sus sombras, como que lo pudieses tocar. Lo mismo que me exigía Berenguer en Kiss, que se pudieran tocar. ¡Compartían criterio!
Antes, con el trabajo de Famosa, trabajaba cuatro meses y ya tenía para vivir todo el año. Recuerdo que tenía que enviar el trabajo a Famosa y los comics a Kiss en un CD que le entregaba a un mensajero. Algunos días a las seis de la mañana estaba fruncido de miedo, por si me confundía de disco y en Pinypon se encontraban con los garches de la Kiss.
¿Cómo me metí en la publicidad? Porque quería vivir del dibujo pero con el comic no se podía. Así es como trabajé en publicidad cerca de veinte años. Y lo que me ocurrió es que tenía más medios que los dibujantes de cómics. La ilustración publicitaria en los´80 y ´90 era de las cosas mejor pagadas del mundo. Tuve computadora desde muy pronto, mucho antes que los dibujantes de historietas. Trabajaba con PhotoShop, con 3D. Y al meterme en el comic pensaba que cada viñeta debía ser una ilustración, pero luego me di cuenta de que es un error, aunque es una corriente dentro del comic francés. Cuando intentas que cada viñeta sea un golpe visual va en contra de la narrativa.
En ese momento, el de Kiss y Pinypon, yo creía que hacía comics porque necesitaba un espacio de libertad que la publicidad no me daba. Pero el problema es que en el porno tampoco tenía libertad. De cinco páginas, tres tenían que ser sexo explícito. Igual podía contar algo al principio y al final, pero no me aportaba nada. Me di cuenta de que estaba haciendo lo mismo que con la publicidad
El éxito, que apareció con Arrugas, me cambió la vida en muchos sentidos. Pude dejar la publicidad, que ya no me gustaba demasiado. Además, la crisis a lo primero que atacó fue a la publicidad. Y concretamente, la ilustración publicitaria ya llevaba tiempo en crisis porque le había comido el terreno la fotografía. Así que me libré de todo esto, que se hundió justo cuando yo pude empezar a vivir de los comics y viajar por todo el mundo haciendo bolos de todo tipo. A veces, actos de lo más marcianos. Un día me vi en un avión rumbo a Shanghai, Tokio y Pekín con el presidente (José Luis Rodríguez ) Zapatero para vender la cultura española. Íbamos varios representantes de diferentes ámbitos y a mí me incluyeron también. Luego hablé a médicos en la Universidad de Puerto Rico. En Verona también, en un master de Biología. Es lo que tiene la novela gráfica, que llega a un tipo de público que jamás se había interesado por el comic. Si Arrugas fuese solo un comic, nunca habría llegado hasta las manos de un médico.
Eso es lo interesante que tiene la novela gráfica. Hay quien piensa es solo una etiqueta, pero el comic convencional se ha estancado, como pueden ser los superhéroes o el manga, que cada vez venden menos, mientras que la novela gráfica está captando nuevo público en todos los países aunque, encima, trate temas locales. En Alemania no hay mucha cultura historietística y la novela gráfica funciona, a los autores nos llevan a la Feria del Libro de Frankfurt.
El caso es que en ese resurgir de un nuevo comic con nuevos públicos, Arrugas encajó muy bien. Así que seguiré estirando el chicle. Ya parezco un grupo de los ´80 al que 25 años después le siguen pidiendo que toque la misma canción. Pero de algún modo sigo viviendo de Arrugas, algo que hice hace quince años, porque sigue dando pie a que me publiquen otras cosas.
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