Doble Desafío

La lectura de comics debe, sí o sí, comenzar en la niñez. El inmenso Hugo Pratt lo declara en un libro de Sasturain y la sentencia es tan certera como aguda.

5 fases cruciales en la vida de un comiquero

18/01/2010

| Por Bruno Magistris

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Los tiernos e inocentes comienzos

1) La lectura de comics debe, sí o sí, comenzar en la niñez. El inmenso Hugo Pratt lo declara en un libro de Sasturain y la sentencia es tan certera como aguda. Si no nos da por leerlos entre los primeros 3 a 7 años, se hará cuesta arriba arrancar.

¿Y qué leeremos? Historias infantiles clásicas, llamensé “Tom & Jerry” o similar.

No tendremos la más puta idea de qué es eso que tenemos en las manos, pero nos gustará mucho porque tiene colores y nos hace reír.

Grado de aceptación social: Completo.

La cosa comienza a cobrar otros tintes


2) A partir de los 8-10 años uno ya necesita historias un poquito más complejas. Patoruzú, Isidoro y así. Las historias son más elaboradas y contienen conceptos que empezamos a entender un poco más.

Se empieza a forjar una leve idea de qué es una historieta, aunque algo básica.

Grado de aceptación social: Completo.

Aparecen la continuidad y las editoriales. Se complica.


3) Entre los 10 y los 15 años el riesgo de abandono es enorme, más que nada por el temprano descubrimiento de la pornografía (citando al gran Andrés). Comenzamos a leer superhéroes: DC, Marvel, etc. Esta será la época en la que elegiremos una de esas dos editoriales por sobre la otra, inevitablemente. Leeremos cosas de ambas, pero si arrancás con DC, tu corazoncito estará más apegado a ella, y viceversa.

Grado de aceptación social: comienzan los primeros levantamientos de cejas.

4) A partir de los 15 (y hasta entrados los 20) comienza la verdadera prueba del comiquero: enfrentar una sociedad que no dejará de estigmatizarlo y llamarlo imbécil. Por sus manos desfilarán joyas como Watchmen, Dark Knight, Preacher, Sandman; autores como Morrison, Millar, Brubaker; artistas como Williams III, Moebius, Manara, Kirby… pero nada de esto le servirá como arma de defensa: todos (ellos, él y hasta el kiosquero que le vende) son unos estúpidos que, increíblemente, se dedican a crear y consumir estupideces, o al menos es lo que pensará todo el mundo.

Grado de aceptación social: mínimo.

Camino sin retorno.


5) A partir de los 20 años y lo que le reste de vida (¡que ojalá sea mucho, amigo comiquero!) tendrá dos caminos excluyentes a seguir: optará por ocultar su pasión hasta de su propia vieja, o bien la expondrá a los cuatro vientos. No habrá término medio, no se andará con medias tintas. La primera opción será la de una frustración constante, que aumentará los delirios de “doble identidad” que en tanta revista de superhéroe pudo ver; deberá reprimir el mirar la sección de historietas en los kioscos de diarios y, si alguien nota su atención, espetar un vil “es para mi sobrino”. Jamás meterse en una discusión cuando alguien dice “qué boludez” o “no entiendo a la gente que lee historietas”, para limitarse a sonreír y asentir mientras algo oscuro se agita en su estómago.

El otro camino, el de admitir que lee historietas, será difícil. Constantemente estará recomendando la lectura de alguna obra de Moore a su cuñado; no dejará de alabar la versión fílmica del encapotado en Dark Knight y decir: “¿Ves? Ahora todos dicen qué bueno que está… YO LO LEO HACE VEINTE AÑOS LOCO! Vos no tenés derecho a que te guste”. Pondrá de fondo de pantalla una ilustración de “Batman: TAS” en su computadora del laburo, para que todos la vean y hablen bajito. Tendrá bien expuestos sus comics en su hogar, para que cualquier persona que entre los pueda ver claramente y sin lugar a confusiones como “¿son de cuando eras chico?”.

En fin, cómo consumamos eso que tanto nos apasiona dependerá de cada uno de nosotros. A fin de cuentas, el cómo nos vean los otros es algo insignificante. Uno debe ser quien es y si tiene ganas de sacar una revista de Superman en el colectivo, no debería tener vergüenza, ¿no?

Lo realmente importante en todo esto es seguir perseverando: quizás el comic nunca tenga el respeto que merece, ¿vamos a sentirnos mal por eso? ¿Vamos a deprimirnos porque una persona que en su puta vida agarró Watchmen nos venga a decir que cualquier historieta es una mierda? ¿Hace falta que busquemos nuevos nombres constantemente e inventemos “graphic novel” porque nos da “vergüenza” decir historieta o comic”? De nuevo digo: somos COMIQUEROS. Le pese a quien le pese.

Grado de aceptación social: A quién le importa.

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