Visión Nº 1: El comiquero
El capítulo comenzó. Era la segunda parte de un especial doble, llamado «Apokolips Now!». Él se sentó cómodamente en su sillón: en su mano el infaltable vaso de Coca con hielo. La música introductoria da paso a un escueto resumen de lo acontecido hasta el momento: Darkseid, un cuasi-dios malvado del planeta Apokolips, invade la Tierra tras varios ataques repelidos por Superman y las fuerzas para-policiales de Metropolis. El más abigarrado de los defensores locales: Dan Turpin, un policía avejentado, de corazón indomable y voluntad de hierro, quizás el principal aliado del kriptoniano en la lucha por la salvación del planeta.
La acción se desarrolla impávida: luchas feroces, batallas épicas, actos de emoción y heroísmo como pocas veces se han visto. Nuestro comiquero se retuerce de placer mientras ve desfilar en la pantalla los momentos que siempre soñó presenciar en un dibujo animado: allí está su héroe, rodeado de peligros, casi vencido, mas nunca abandonando la lucha. Pero de pronto el mismo Darkseid, quien hasta el momento se ha mantenido en las sombras, aparece ante nuestro querido alienígena y, hasta diríamos sencillamente, lo vence de manera apabullante.
Mientras las fuerzas policiales y militares se devanan las entrañas en una batalla antológica, un leve murmullo se transforma en un ruido ensordecedor: desde la lejanía se acerca una máquina gigantesca, descomunal, una especie de tanque de guerra que arrolla autos, árboles y lo que sea que se cruce en su camino, imparablemente. Casi sin darse cuenta, todos quedan petrificados mirándola: no sólo sobre ella se pavonea el demoníaco dios invasor, haciendo gala de su poder y de la futilidad de cualquier esfuerzo para repelerlo, sino que también muestra, absolutamente vencido, a nuestro héroe. Superman está apresado de pies y manos en forma de cruz, suspendido en una esfera de vergüenza y humillación como pocas veces se lo ha visto.
El silencio que genera esa imagen se extiende por varios segundos. Nuestro comiquero apenas puede respirar, no sabe casi qué sentir al respecto. La acción continúa y de pronto el imparable Turpin demuestra qué poco conocen a los humanos si creen que terminarán rindiéndose, aún con todo perdido. Se abalanza contra un soldado del enemigo, le arrebata una lanza y la arroja contra la prisión de Superman, la cual cede ante el golpe y el kriptoniano se libera. Ahora está con nuevos bríos, la gente en las calles exhala un grito de emoción y Darkseid da la orden para la batalla final. Sólo queda morir ante tamaño ejército. Pero, de repente, se abre en el cielo un boom-tube e, imponente, la armada de Nueva Génesis (planeta enemigo de Darkseid) se posiciona por sobre la gente ensangrentada y declara la Tierra bajo su protección: cualquier atentado contra ella sería tomado como una agresión a Nueva Génesis. Darkseid mira por debajo: todos esperan su decisión. Turpin con una sonrisa en los labios, Superman desafiante sobrevolándolo, y la terrible armada de fondo.
Nuestro amigo comiquero lo hubiera dado todo por transformarse en ese exacto momento en un dibujo animado y formar parte de esa muchedumbre que se oponía al invasor para pelear, pelear hasta la muerte en ese momento de gloria. Pero por ahora, retenía la respiración.
De pronto, Darkseid ordena la retirada, para no arriesgar sus fuerzas en una batalla incierta. Pero antes, mata traicioneramente al heroico Dan Turpin quien, tras una explosión, se desvanece en el aire. Superman, impotente, reacciona tarde y no puede impedir la muerte de su amigo ni el escape del tirano. El capítulo termina en un emotivo funeral donde nuestro héroe pronuncia palabras poderosas junto a la tumba de su amigo, y los créditos finales dedican toda la historia al más grande entre los grandes: Jack Kirby.
Nuestro comiquero se da cuenta de que está llorando. Jamás le había pasado con una serie de superhéroes, pero por primera vez se ha dado cuenta de que la animación puede provocar ese efecto en él. Disimuladamente, porque hay gente en el living, se seca los ojos, apaga la tele, y se va silencioso.
Visión Nº 2: No comiquero
Termina el capítulo, contempla al comiquero visiblemente acongojado mientras apaga la TV y se aleja compungido, y piensa: «¿Qué pelotudez estaba mirando este pibe?».
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