Aquiles, héroe griego
La etimología de la palabra “héroe” remite al griego heros. Precisamente, griegos y romanos llamaban así al hijo surgido del matrimonio entre un dios y un mortal, al que incluso llegaban a divinizar. Las hazañas del héroe, o semi-dios, solían ser plasmadas en poemas y epopeyas, que obtenían reconocimiento popular. Ambas civilizaciones reservaron a los héroes una posición de privilegio. La definición del término se ampliaría posteriormente para dar cuenta de un varón ilustre, famoso por sus proezas, mortal valeroso que se destaca por alguna cualidad física y al que casi siempre espera un final trágico, que conoce y asume voluntariamente. La mitología grecorromana se nutre de numerosas tramas plagadas de hechos fantásticos protagonizados por ellos, en los que la aventura aparece como elevación de la propia condición humana, unión de lo sagrado y profano.
Desde siempre la Humanidad ha necesitado proyectar ciertos valores e ideales en los que le sea preciso reconocerse, para expresar así sus aspiraciones colectivas y de alguna manera, representarlas. Mucho de eso persiste en el origen de todos los relatos protagonizados por personajes heroicos. Como modelos de lo que podemos llegar a ser si nos lo proponemos, están allí para devolvernos la confianza en nuestras posibilidades, e inspirarnos con sus logros. Nos vemos reflejados en sus victorias, pero también en sus fracasos. Lejos del paroxismo que emanan sus historias, lo cotidiano es el ámbito desde donde nos apropiamos de sus batallas.
Heracles, más conocido como Hércules
En las sociedades modernas, este fuerte proceso de identificación funciona paralelamente al consumo de las narraciones protagonizadas por campeones de ficción, que se extendien por encima de edades y diferencias socioculturales. Niños, jóvenes, adultos, hombres o mujeres, todos alguna vez hemos querido ser como alguno de ellos, quitarles un poco de su espíritu o temple. No podemos equipararlos en el limitado y predecible mundo real en que nos movemos. Sin embargo, o tal vez por esa misma razón, continuamos leyendo los libros y comics donde aparecen, viendo las películas que protagonizan. Para estar cerca de ellos, para sentirnos parte.
Podemos rastrear a los héroes a lo largo de diferentes lugares y épocas en todo el mundo, al margen de las formas que adopten según cada relato. La historia, la literatura y el cine les dieron vida. Llegaron a traspasar los límites de los países y momentos en que fueron concebidos para ganar reconocimiento universal. Gilgamesh, Hércules, Sherlock Holmes, Tarzán, Batman, James Bond y El Eternauta son algunos de los que integran ese Olimpo imaginario, en constante renovación. La mecánica de la transmisión oral, propia de los juglares en la Edad Media, ha derivado en soportes más sofisticados, capaces de perpetuar en el tiempo narraciones similares. El marketing y la economía de mercado completan el proceso, al generar expectativa en las audiencias del mundo.
Salvando las distancias del tiempo, los relatos heroicos contemporáneos siguen construyéndose desde arquetipos comunes. Con mayor o menor nivel de verosimilitud y eficacia, a partir de ambientaciones presentes, pasadas o futuras, en contextos reales o imaginarios, los elementos constitutivos de esta génesis permanecen inalterables. El clásico esquema héroe-villano opera mediante la introducción de un conflicto que vincula a ambos de alguna manera, y define claramente las motivaciones contrapuestas que habrán de enfrentarlos con dispar suerte. Una y mil veces.
Cada tanto, ciertos creadores logran gestar personajes dotados del suficiente caudal de grandeza y originalidad como para imponerse por sobre lo efímero de la moda que impone la industria del entretenimiento, y son estos los que permanecen vigentes en la memoria popular. A veces la extraña génesis se sustenta en el talento y la necesidad expresiva; otras, es producto de una particular coyuntura. Como sea, es una certeza y una suerte el hecho de que los héroes ostenten todavía un lugar más que privilegiado en nuestra cultura. El mundo de hoy, ficticio y real, parece seguir necesitándolos.