Doble Desafío

Hace muchos años (el 13 de enero de 1994) vi mi primer capítulo de Star Trek: The Next Generation. Cuando lo enganché (casi de casualidad) lo dejé porque en varias notas y artículos de la Comiqueando la habían recomendado, y siempre le di una chance al criterio de sus escribas.

Querido Capitán

09/07/2010

| Por Bruno Magistris

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Asegurémonos de que la historia no olvide el nombre… ENTERPRISE.


Hace muchos años (el 13 de enero de 1994) vi mi primer capítulo de Star Trek: The Next Generation. Cuando lo enganché (casi de casualidad) lo dejé
porque en varias notas y artículos de la Comiqueando la habían recomendado, y siempre le di una chance al criterio de sus escribas. La historia versaba
sobre un hombre (aún no sabía quién era) que enfrentaba un terrible recuento de su vida mientras agonizaba inconsciente, de la mano de un ente paranormal
que lo paseaba por el tiempo de su adolescencia y juventud. A medida que se desarrollaba el relato, el protagonista se enfrentaba cara a cara con todas
las decisiones de su vida y, lo que era aún peor, ver qué hubiera sido de él si no las hubiese tomado. La estructura del episodio era impecable: con su
presentación, desarrollo y desenlace bien marcados; los puntos de tensión, las vueltas de tuerca, los personajes secundarios y (en otro orden de cosas)
las actuaciones, la música y la producción general, me cautivaron desde esa primera mirada. Y no fueron solamente todas estas cosas, sino que el valor
agregado estuvo en lo que dejó la historia una vez vista: un problema filosófico de dificilísima resolución.

No trates de ser un gran hombre. Sólo sé un hombre, y deja que la historia te juzgue

Nunca, hasta ese momento, había visto un producto pensado y desarrollado para televisión con tanto laburo y, sobre todo, tan inteligente.

Y de ahí en más, no tuve más opción que seguir metiéndome en ese universo tan extraño; en ese futuro (que difería de los otros que había
visto en productos de ciencia ficción donde todo estaba destruído, perdido, aniquilado) y me proponía una visión de un Hombre que evoluciona,
que crece, que abandona conceptos como el dinero, la riqueza y la boludez, por el auto-descubrimiento y la continua auto-superación personal.
Que continuamente indaga en quién es, en para qué está en este mundo, en qué significa qué negarlo?: me volví un fan acérrimo. No pude más
que emocionarme con aquella historia en la que el androide (Data) se declara vivo y se genera un terrible juicio para determinar justamente eso:
¿se lo puede considerar un ente consciente? ¿qué significa estar vivo?; o aquella en la que la población de un planeta poco desarrollado descubre
a Picard y a su tripulación y los cree dioses; o aquella en la que una raza invencible (los Borg) toman control de Nuestro Capitán y lo obligan a
cometer genocidios que lo afectarán de por vida; o aquella en la que, gracias a una tecnología avanzadísima, viviremos toda una vida en veinte
minutos, como un último mensaje de una civilización que ya no existe;

No me basta con cumplir las órdenes, necesito saber que estoy haciendo lo correcto.


o cuando descubrimos que tenemos un doble que, por cierta falla en los
teletransportadores, surgió en la superficie mientras volvíamos a la nave, dividiéndonos en dos sin siquiera saberlo y reencontrándolo muchos
años después ¿cómo reaccionaríamos si nos sucediese eso?; o aquella en la que un holograma toma conciencia de que tan solo es una proyección de
luces y decide hacerse con el control hasta que le aseguren que no dejará de existir cuando “todos se vayan”, que no quiere morir.

Las posibilidades son infinitas: cada personaje estará definido por cierta cualidad que lo hará intentar ser más de lo que es. Cada paso que dé,
cada “año luz” que viaje, lo acercará un poco más a su objetivo que será, siempre y para todos ellos, seguir creciendo.

Muchos años pasaron desde aquel primer episodio que tanto me regaló en tan sólo 45 minutos. Nunca, jamás se borrarán de mi los momentos que
experimenté sentado en mi cómodo sillón en aquella casa en la que crecí y que, al recordarlos, no puedo más que emocionarme. Porque la tripulación
de esa nave es un microcosmos dentro de uno quizás más grande, donde la vida que llevan es la que yo quiero para mis hijos: adscriptos en el ejército
del honor, del valor, de la solidaridad y, por sobre todo, de la Humanidad.

El fin de la serie marcó un nuevo rumbo para lo que se venía haciendo en materia de ciencia ficción hasta el momento: atrás quedaron los rayitos de
colores, las espadas luminosas, los personajes de cartón y los momentos intrascendentes. Los autores, en siete temporadas, sentaron las bases de lo
que sería quizás la serie más profundamente filosófica de todos los tiempos. El tiempo, ese falso amigo del pensamiento, se encargó de hacerla
llegar a su fin.

Querido Capitán, no sé si lo extraño más de lo que lo necesito. ¿A cuántos años estaremos de encontrar un hombre como usted?

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