“Venga a charlar conmigo” es la última frase de la contratapa de la novela gráfica Jueves, resumen perfecto de esta pequeña obra, que nos brinda la pluma de Diego Cortés y Renzo Podestá.
Aparecida un año atrás en la ciudad de las campanas (Córdoba), Jueves nos invita a indagar sobre la soledad, sobre la dificultad de las personas a integrarse al mundo social. Con un guión que parece sacado de una película francesa y la interacción con un trazo muy personal, se desenvuelve en menos de ochenta paginas, ante los ojos del lector desatento, una historia sencilla, casi mínima, pero que a pesar de su simplicidad narrativa, abre un intrincado laberinto de interpretaciones que te deja con un gusto dulce en la lectura, pero bastante amargo en el mensaje.
Como dije antes, la premisa es sencilla: un joven es asaltado y violentamente golpeado por un grupo de ladrones. Cuando todas las cartas parecen haber sido jugadas aparece, un mendigo (Sandoval) quien lo salva de la que podría ser la última noche del joven. Ante este gesto, el viejo Sandoval le pide una única retribución: “venga a verme, venga a charlar conmigo, el día que usted quiera”. Así la pluma de Cortes nos pone en bandeja dos visitas (religiosamente acompañadas por abundante vino) donde se despliega el grueso del marco narrativo de la historia. Así conocemos el pasado de Sandoval (mendigo bebedor), que oculta un pasado oscuro. Nos enteramos de que abandó a su familia, huyendo, corriendo de algo que dice no haber sentido como propio. Al parecer, la eterna e interminable huída, se detiene al sentirse vacío y solo frente a un mundo que les cada día mas ajeno. Una sensación de arrepentimiento puebla su mente y lo decide volver a su antiguo hogar. Pero es demasiado tarde. En su antiguo barrio su familia es un vago recuerdo. Su hijo fallecido en un accidente automovilístico y su mujer aparentemente muerta también, hacen que lo único que tenía en el mundo sea no más que un tenue recuerdo.
Estoy solo
El tercer jueves marca un giro inesperado en la historia: el antes amable Sandoval llega en un estado de violencia y fervor etílico, para maltratar e insultar al joven sin un aparente motivo. Vociferando su bronca, desprecia todo lo que tiene a mano: el asado que le convidan, los valores de su interlocutor, su supuesta falta de coraje. Para ponerle punto final a los encuentros semanales, echa al joven y con sollozos le pide que no vuelva.
El cuarto jueves marca el lento declive hacia al final: un sueño con la presencia de Sandoval y una charla amena que recuerda a los dos primeros encuentros hace despertar al joven, que corre hacia el refugio del mendigo.
Contar el final no sería arruinarle la historia a nadie. Pero uno siempre tiene ese dejo de resistencia a relatar en estas frías líneas lo que los autores narraron magníficamente, con un dibujo más que correcto y sin el uso de ninguna palabra.
Por eso creo que Jueves es una historieta que busca ir mas allá del hecho narrativo e intenta penetrar en el campo de la interpretación y de la plausibilidad de distintas lecturas. Además deja un regusto poético que, como si fuera poco, busca una vuelta de tuerca que está por encima de muchas historietas que tienen muchísima más penetración en el mercado.
Lamentablemente acceder al libro es complicado incluso en Córdoba, donde la única comiquería que lo vende es la que atiende el mismo editor del libro. Estamos hablando de Llanto de Mudo, que es también responsable de una de las mejores revistas de historietas en la actualidad, la inclasificable Ignatius Tenia Razón.
Por eso les digo a los comiqueros: si les gusta la historieta de un corte más de autor, mas europea, cébense con esta pequeña joya poco difundida. No le tengan miedo y “Vengan a Leer conmigo”.
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