Hoy vamos con un estreno, por eso hay peligro de spoiler. Si no viste la peli o no leíste el comic, preparate. En 2012, Icon Comics editó seis números de un comic llamado The Secret Service, escrito por el gran Mark Millar en colaboración con Matthew Vaughn (el productor de Lock, Stock and Two Smoking Barrels y Cerdos y Diamantes, que en 2007 dirigió Stardust, la rompió con Kick-Ass, y X-Men: First Class en 2011, productor de Kick-Ass 2 y X-Men Days of the Future Past, o sea, que algo de comics manya), con dibujos del talentoso co-creador de Watchmen, Dave Gibbons a media máquina. Listo, uno pensará que si Millar y su director comiquero amigo se escribieron un comic que les cope, la película será una adaptación recontra-fiel de ese comic, ¿verdad? Bueno, no.
El propio Vaughn y la versada Jane Goldman fueron los encargados del guión cinematográfico que adapta el cómic a los 129 minutos de la peli. Calculo que en una noche de excitación y descontrol, se juntaron con Millar a tirar ideas de cómo traspasar el comic al film y crearon una cosa bastante diferente. Es decir, la idea es básicamente la misma, no es el caso de Blade Runner, ponele, pero la trasposición genérica dejó un saldo bastante sorprendente entre cada producto. Está todo bien, el comic es bueno, la peli está muy buena, pero la pregunta es: ¿por qué mierda cambian tantas cosas al adaptarla si de entrada escribieron el comic pensando en hacerlo película?
Veamos: casi como un guiño, el comic se llama The Secret Service: Kingsman y la peli Kingsman: The Secret Service, pero mientras que acá el servicio es independiente del gobierno y se basa en los Caballeros del Rey Arturo, en el comic los Kingsmen son parte del MI6, la verdadera agencia de inteligencia británica.
La escena inicial que transcurre en un paisaje nevado (en la peli es en Argentina, faltó el ‘Villa Gessell’) en realidad es en Suiza y el secuestrado no es un científico interpretado por Mark Hamill, ES Mark Hamill, el actor. El espía y el actor no mueren ahí, escapan en una escena de persecución esquiando en la nieve que hubiera estado muy buena filmada, y después mueren. Pero claro, querían introducir al personaje de ‘Gazzelle’, la asistente-asesina morocha con patas ortopédicas súper-afiladas, que en el comic no tiene prótesis ‘samurais’ para piruetas letales. Ni siquiera es una mina, es un negro grandote ex–servicio secreto que sabe de tácticas y peleas y es el que asesina después al agente Galahad en una escena de sexo en un hotel. Pero bueno, el negro en la peli tenía que ser el jefe. Y otra divergencia: en el comic es un nerd blanquito fanático de la ciencia-ficción (el Dr. Arnold), mientras que en la película lo tenemos a Richmond Valentine, un negro ceceoso, interpretado por Samuel Jackson, amigo de los poderosos del mundo.
El personaje de Colin Firth no es un amigo y compañero del padre del protagonista, es su tío. Culpable porque hace mil que no le da bola a su hermana y a su hijo, el agente saca de la cárcel al personaje de Taron Egerton y se dispone a darle un futuro. Él se venga del abusón del barrio y los otros esbirros heavies mucho antes del final, dándole pronto un nuevo hogar a su madre.
En la historieta, Millar muestra cómo el tío le enseña al ‘cabeza’ técnicas de levante y seducción. En la peli se reduce a una escena en una disco donde terminan drogados y su manera de levantarse minas no mejora nunca. La competencia entre candidatos no es tal en el comic y todos juntos van a la misión final.
Una de las mejores escenas del comic (cuando Eggsy aparece en calzones en medio de Latinoamérica y tiene que volver o fracasar) es remplazada por la de los paracaídas y otras con mucha acción que eliminan pretendientes al puesto, pero no hay ningún perro (lástima, porque la escena en el film donde Eggsy explica por qué le pone a su pug “J.B.,” es muy divertida).
La masacre de odio es en un casamiento a bordo de un lujoso yate, no en una iglesia de pobres (escena que en nuestro hermoso continente subdesarrollado fue censurada, nos dejaron ver solamente el inicio y el final, pero en realidad es una orgía de sangre y violencia).
Los invitados a salvarse del plan del malo no tienen nada implantado y no mueren con las cabezas reventadas, de hecho, se dan vuelta y ayudan a los Kingsmen, porque no son los ricos y garcas del mundo, sino gente relacionada con el cine y la ciencia-ficción.
Sólo en la versión original mediante el manejo de la tecnología, un agente -que en la peli es Merlín- revierte el odio por amor y todo el mundo se ama por un rato. Para terminar, Millar muestra el funeral del tío, y todos los pibes candidatos brindan y se gradúan juntos de agentes (y no está el imperdible chiste guarango de la princesa que entrega el ojete).
Bueno, como ven, el hecho de que Millar y Gibbons aparezcan como Productores Ejecutivos no evita que se caguen un poco en sus ideas para una película de acción a lo James Bond en joda, volcadas a un comic. No sé cuánto de los 81 millones de dólares que costó el film fue para sus bolsillos, ni cuánto de la buena recaudación, pero evidentemente, usar al mercado del comic como plataforma de muestrario de ideas para Hollywood les ha dado buenos réditos a todos. Y vayan a ver la peli que es bastante traidora, bastente deudora de Wanted y algo de Kick-Ass, pero está buena.
Para cerrar, quiero remarcar la inteligencia y osadía de Richard Linklater, director de Boyhood, Escuela de Rock, Before Midnight y Before Sunset, cuando tomó la decisión de adaptar un cuento del genial Phillip K. Dick y convertirlo en una película con actores, pero todo procesado con la técnica de rotoscopiado en A Scanner Darkly (2006). Simplemente, genial. El delirio de las identidades que plantea Dick queda resuelto de una manera tremenda, las escenas de drogas, todo queda tan bien que no importa si es exactamente fiel al libro, o si se permite algunas traiciones (muy pocas). Robert Downey Jr., Woody Harrelson, Winona Ryder y un director con huevos ante una obra de Dick, con una pátina de animación realista y flashera. No es comic, pero dale una oportunidad (Una Mirada a la Oscuridad, se llamó acá; posta, cagate de risa).
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