Los casos del Inspector McCurro

McCurro se ve obligado a desempolvar uno de los expedientes más voluminosos de su carrera.

El Archivo E-5240

17/08/2018

| Por Staff de Comiqueando

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Era otra de esas noches de escabio y amargura cuando ante la mesa del gato detective se le sentó un ser enorme, que le tapaba toda la visión al felino. Aunque quisiese dejar de mirarlo, le era imposible; alguna parte de su humanidad –si es que de un humano se trataba- estaba delante de su línea de visión. Este ser poseía una cabellera oscura con algunas canas, que se repetían en su tupida barba. Sus ojos transmitían una especie de desesperación –como casi todos los clientes del felino comiquero- mezclada con una pizca de locura pero nada de maldad. Su rostro pálido estaba recubierto de una capa de sudor que le brotaba de todos sus poros, a pesar de estar en medio de un crudo invierno y de que dentro del bar de mala muerte que frecuenta nuestro protagonista no hacía más de diez grados. Sus anchos hombros dejaban paso a unos brazos poderosos, pero no de gimnasio o trabajo arduo, eran brazos gordos que terminaban en unas manos anchas y blandas. Su sobretodo oscuro dejaba ver una polera negra y todo el conjunto emanaba un tufo mezcla de naftalina y shampoo berreta.

-Como detective no parece gran cosa- fue la primera frase que dejaron salir unos labios anchos y pálidos. Vio que McCurro reaccionó ante su frase y se tapó la boca con vergüenza, enrojeciendo sus transpiradas mejillas. –Uy, ¿eso lo dije o lo pensé? Disculpe, inspector, estoy mal, necesito su ayuda.

-Eso se sobreentiende- mascullo el felino arrastrando algunas vocales por el efecto del alcohol.- ¿Con quién tengo el gusto?

-Ah, sí, no me presenté- dijo el grandote secándose la mano en la polera y extendiéndola frente al inspector: Soy Adán Babylon- impertérrito, el gato lo fulminó con la mirada, dejando la manaza colgando sobre la mesa, con un leve temblor.- Bueno, Adrián Valdez, me llamo, Adán es mi nombre artístico.

-No tengo el gusto- agregó el felino y le estrechó la mano. Si bien el apretón era poderoso, el gato pudo retirar su pata como quien saca un hisopo de una oreja encerada. Sin ocultarlo, se limpió la mano en su abrigo y volvió a mirar los profundos ojos del visitante en apuros. -¿A qué se dedica, Adán Babylon?

-Soy artista, hago historietas- y la frase no estuvo exenta de orgullo, dándole un aura de luminosidad y alegría al desdichado gigante.

-Jamás lo oí nombrar- le cascoteó la alegría el felino mal llevado.

-Bueno, todavía no publiqué nada- se excusó Adrián, encogiendo milímetros su inmensidad y recobrando el tono rojizo de la vergüenza en su rostro resplandeciente.

-¿Y en qué cree que puedo ayudarlo?- dijo el gato tras apurar el vaso de ginebra hasta el final.

-Bueno, tengo un caso para usted…- dijo tímida e íntimamente el artista novel.

-Bueno… todavía no publicó y ya tiene un achaco para denunciar… Bien. Pídale al mozo una ronda de lo que quiera y hablemos de negocios.

El grandote levantó su brazo y parecía que tocaría el techo. A pesar de la hora y el cansancio, el mozo no dudó en acercarse raudo a la mesa donde suele vegetar el inspector.

-Eh… Dos cafés – dijo tímido, con una voz que parecía pertenecer a otro cuerpo,- el mío con leche.

Ante la mirada amenazadora del gato detective agregó unos Gatis sabor “Finas rodajas de tubérculos criollos con legumbres de la huerta salteadas al oreganato”. Por sobre el giro de talones del mozo, Adrián volvió a la carga, avanzando con su cuerpo por sobre la frágil mesa.

-Yo estoy empezando mi obra cumbre y sé exactamente lo que quiero- la mirada del inspector fue una especie de ‘ah, mirá vos, sos un groso o un boludo’.- Tengo todo escrito, tengo parte bocetada, pero quiero empezar por la tapa- nueva mirada de los ojos gatunos que se abren entre sorpresa y hartzago. –Quiero algo novedoso, impactante, quiero que mi idea sea algo nunca antes visto, la tengo en mi cabeza, me ronda, me rebota…- el artista gesticulaba sus inmensas manos por el pequeño espacio entre ellos, pasándole muy cerca a los vasos vacíos que acumuló el inspector en horas previas, pero las pocas pulgas se activaron y nuevamente, McCurro lo frenó.

-Un momento, Valdez. Al grano. ¿Dónde entro yo en esto?

-Bueno, a eso iba. La tapa de mi obra tiene que ser única y quiero contratarlo para que chequee que nunca antes nadie hizo nada parecido a lo que yo quiero hacer, me entiende.

A las dos semanas volvieron a encontrarse en el mismo bar, a una hora más prudencial.

-Adán –saludó el felino con la cabeza, indicándole que se sentara.

-Buenas, inspector, ¿cómo está?, ¿cómo anduvo eso?- estaba ansioso, nervioso y eso se traducía en una extra capa de sudor que trataba de limpiar de su cara con un pañuelo ya empapado como un limpiaparabrisas en una tormenta.

-Bueno- arrancó sin prolegómenos ni mirarlo directamente a la cara,- usted me contrató para que encontrara otras portadas de cómics de superhéroes y aledaños del mercado norteamericano que pudiesen parecerse a la idea de tapa que usted tiene para su cómic inédito, así logra venderlo en esos pagos.

-Exactamente- movió la cabezota, casi tan grande como todo el inspector, y nuevamente se trató de limpiar el sudor de lo poco de piel que no estaba bajo la barba.-Necesito que me confirme que no existe ninguna tapa en la que el protagonista está en la boca de un monstruo.

-Bueno, Adán… Su caso es el archivo E-5240… y debo confesarle que es uno de los más voluminosos de mi carrera. Tenga.

Y el gato detective sacó una pila de carpetas de un bolso que tenía entre las patas y empezó a apilarlas en la mesa ante la mirada atónita del artista novel, cuya mirada triste se iba oscureciendo a medida que las carpetas se amontonaban delante suyo.

– E-5240… -balbuceó y cuando una lágrima se mezcló con el sudor, volvió a pasarse el pañuelo húmedo por la cara.

saga mostro 1

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saga mostro 5

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saga mostro 8

saga mostro 9

saga mostro 10

Fin.

 

 

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