-Marvelman, Captain Miracle, decile como quieras- arrancó el gato tras servirse otro vasito de Absolut Whiskas,- no existe ninguno. Fin. Estamos entrando a la década de los ‘70 y lo más parecido que existe es el Captain Marvel de Stan Lee y Gene Colan, desde la Marvel Super-Heroes nº12 de Diciembre del ‘67. Todo parece indicar que se acabó la historia acá, pero no es así, mi barbado esbirro.
Adán Babylon miraba el techo, medio harto de que el felino detective lo paseara por varias décadas de historia del cómic en busca de un caso relevante actual. Al ver McCurro que perdía a su interlocutor, tiró una palabra mágica:
-Alan Moore.
-¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde? –el proto-guionista se aferró desesperado al escritorio convencido que se había perdido la mejor parte de la historia.- ¿EL Alan Moore? ¿Qué pasó? ¿Cómo es que…?
-Calma, Babylon, ya llegamos- dice el detective sabiendo que ahora tiene a su audiencia cautiva.- Saltamos a 1981 y en Londres nos encontramos con un tal Dez Skinn, coordinador de la línea británica de Marvel, que si bien le gustaban los superhéroes, le vende su proyecto para competirle a la 2.000 AD a la Quality Communications. Así sale en marzo del ’82 la Warrior, una antología cuasi ciber-punk en blanco y negro con énfasis en que los artistas se quedan los derechos y de esta manera atrae, por ejemplo, a Alan Moore.
-Guau- Adán estaba extasiado de sólo escuchar el nombre de su ídolo totémico, de su más admirado guionista de todos los tiempos.- Sí, Moore en la Warrior escribió Marvelman.
-Exacto- retomó el felino,- y fue de pura casualidad. Nadie recordaba a ese personaje finiquitado en los ´60, excepto Dez Skinn. Admirador de Mick Anglo, quería traerlo de vuelta como había hecho con Captain Britain, con la ventaja de que para revivir a este personaje no tenía que preocuparse por los derechos. Según él, las editoriales que lo publicaron estaban muertas, y eso zanjaba el asunto. Su única consideración hacia ese artista que le endulzó la niñez, fue pagarle a Anglo por cada reedición de sus viejas historietas, total, ¿quién le iba a reclamar? Pobre, qué diferente resultará ser la realidad en cuanto empiece a ganar guita- y McCurro se clavó otro vasito de vodka.- Bueno, Skinn quería que a Marvelman la escribiesen Steve Parkhouse y Steve Moore, pero a ninguno le interesó. Sin embargo, Steve recordó que su amigo Alan –ningún parentesco- Moore había declarado en una entrevista para la Society Strip Ilustration de Mayo de 1981 que le encantaría resucitar a Marvelman.
El coordinador aceptó que el barbado bardo de Northampton le mandara una propuesta contando lo que quería hacer con el personaje y por supuesto, le voló la cabeza y le encargó a Alan Moore la primera aventura de Marvelman en décadas, para la Warrior número 1; de hecho, Dez Skinn supo en ese momento que ese personaje sería el más importante de la antología semanal. Buscó para acompañarlo en la faz gráfica a Dave Gibbons y Brian Bolland, pero no quisieron saber nada, ya con mejores contratos para la DC, entonces el trabajo recayó en Gary Leach, cuyo estilo detallista ponía en tal riesgo las fechas de entrega que en seguida lo cambiaron por Alan Davis, con letras de Annie Parkhouse.
-Uh –acotó emocionado el barbudo guionista, como si no supiese cómo seguía la historia,- de nuevo el equipo de Captain Britain reunido.
-Exacto. Y fue un golazo tremendo. Pero como en la Warrior se decía que respetaban al artista, los derechos del personaje se repartieron entre Skinn, Moore, la editorial Quality y los dibujantes Leach y Davis. Podríamos preguntar qué opinaban de esta repartija Mick Anglo, o Len Miller, o quien le comprara la editorial a éste, un tal Alan Class, pero para qué complicarse. Todos daban por sentado que estaba todo bien y dale que va.
Hasta que aparecen tres grandes icebergs en el océano de la felicidad de la Warrior y nuestro personaje en cuestión: si bien Marvelman obtuvo el reconocimiento de críticos y público por igual, Moore chocó con Skinn por el tema económico y porque solía basurear a los artistas, al punto de no entregarle más guiones. Más artistas dejaban la editorial a las puteadas porque no les pagaban, mientras la antología tambaleaba. Para colmo de males, Moore y Davis se pelean por los derechos de las reimpresiones de Captain Britain en Estados Unidos y para la Warrior 21, deja de salir Marvelman en Agosto del ‘84. Pero como Dez Skinn no era ningún boludo, ya tenía listas reediciones de aventuras clásicas de Marvelman de Anglo apenas interconectadas por unas paginitas de Moore, y así sale el Marvelman Special que no hace más que alertar a los avechuchos de Marvel de que había un nuevo cómic en el mercado con la palabra Marvel en el título. Y este primer conflicto legal es el que usa como excusa la Quality a la hora de suspender la serie de Moore. La Warrior aguanta cinco números más, pero termina desapareciendo.
-Disculpe, McCurro- interrumpe el fanzinero,- pero si no me equivoco, para esa época ya existía el Capitán Marvel en el Universo DC…
-Estás atento, bien ahí- señaló el detective felino.- Sí, claro. En 1973, 20 años después de su prohibición por culpa de DC, 10 años después del éxito del Marvelman de Mick Anglo, el Capitán Marvel de la Fawcett había vuelto a los kioscos. Es más, ahora era parte del universo de Superman y sus amigos, desde la Tierra-S, pero la revista se llamaba Shazam!, con un piecito que rezaba “El Capitán Marvel original”. Y si bien nunca volvió a tener el público o la chapa que peló en la Golden Age, tuvo dos series de televisión que debieron evitar el nombre “Captain Marvel” de su título.
-O sea, ¿el personaje se llama Captain Marvel, pero no se lo puede nombrar en el título de su revista? Qué bizarro.
-Marvel tiene los derechos sobre la palabra “Marvel” en cualquier título de cualquier revista de cómics- explicó el felino.
-¿Y por ahí vino el juicio que acabó con Marvelman en donde usted tuvo un rol fundamental?
-De nuevo te estás adelantando, Babylon. Esto recién empieza. Como te decía hace un rato, paciencia. “Grande es la recompensa de quien sabe esperar”.
-¿Otra vez me cita a su sensei?
-No, eso le decía Travis Charest a Jodorowsky mientras dibujaba Las Armas del Metabarón.
Continuará.
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