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NOTAS

Detective Comics

Con Manapul y Buccellato, Detective Comics pica en punta como una de las lecturas imprescindibles para todo fan de Bruce Wayne y su alter-ego.
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Martes 22 de septiembre, 2015

Un gran olvidado de este espacio en Comiqueando es el mejor detective del Universo DC, dueño de más adaptaciones al cine y la televisión de las que uno pueda contabilizar. Por supuesto estoy hablando de Batman quien -para regocijo de sus fans- tiene en uno de sus títulos insignia (Detective Comics) a uno de esos artistas carismáticos que tuvimos la fortuna de poder conocer en persona quienes asistimos a la Crack Bang Boom del 2012, que hizo un trabajo magistral con el título de Flash desde su lanzamiento en el New 52, y posibilitó que mi generación volviera a sentir algo de empatía hacia Barry Allen.

El filipino-canadiense Francis Manapul, que a esta altura carga ya con chapa de sobra sobre sus hombros, nuevamente es convocado para hacerse cargo del guión y el dibujo de un título importantísimo de DC Comics, y una vez más arrastra consigo a su amigo Brian Buccellato, quien también aporta en el desarrollo de las tramas, conformando entre ambos una de las parejas más sólidas del mercado mainstream norteamericano. La convivencia que tienen estos dos artistas –que hasta donde tengo entendido siguen trabajando bajo el mismo techo, un hecho que potencia cada obra que desarrollan juntos- puede olfatearse en cada hoja, no sólo por la magistral puesta de página del filipino y su innata capacidad para la narrativa visual (herencia directa de Will Eisner), sino también por la preciosa paleta de colores con la que trabaja Buccellato, radicalmente distinta a la usada en el título del velocista y apuntalada en colores fríos, pero muy abierta, rica en colores pasteles y exquisita en todo sentido.

La potencia de los planos y ángulos que elige Manapul para contarte las escenas de acción siempre se ven reforzadas por el color de Buccellato, que aporta profundidad, juego de luces y, cuando lo requiere la escena, caos. Son el Lio Messi e Iniesta del Barça, y con ellos Detective Comics pica en punta como una de las lecturas imprescindibles para todo fan de Bruce Wayne y su alter-ego, y logra por momentos que no extrañemos los picos más altos del título, allá por los ’80.

Manapul y Buccellato largan con Icarus en el nº 30, una saga de 5 partes que incluye todos los elementos que nos enamoraron de este personaje, dispuestos de manera sencilla y bien orquestada, y ubicados de forma tal que el lector promedio puede entrarle sin saber demasiado de lo sucedido en los meses previos al arribo de estos artistas. Bruce está lidiando aún con la depresión por la pérdida de su hijo, la cual dispara su empecinamiento en resolver el asesinato de una mujer de color que lo había convencido de invertir en instalaciones sanitarias para una zona costera de Gotham que fue tomada por las drogas y la delincuencia. Con la ausencia de Gordon, será entonces Bullock quien se haga cargo del caso y vaya al choque con Wayne y Batman cada vez que pueda, sospechando de la participación del primero en el crimen de esta mujer e intentando obstaculizar e inclusive capturar al segundo cada vez que puede. En el medio, dos bandas de narcotraficantes juegan con la droga que titula la saga, una de ellas conformada por motoqueros, tráfico de niños asiáticos y hasta un calamar gigante, junto a la presencia de un poderoso meta-humano que está directamente conectado con el caso y hace su aparición en el cierre del arco. Este se da en un comic brutal donde, salvo por la página introductoria y la del final, el resto de las mismas Manapul las plantea como “dobles-páginas” y juega a desplegar la trama en ese enorme espacio, amplificando la espectacularidad de las revelaciones y conflictos explotados en el clímax de la saga. Magistral. Aplausos.

Luego viene un intermedio de dos números (35 y 36) que plantean un caso que parte de la premisa del misterioso accidente de un avión comercial en el aeropuerto de Gotham que podría significar un ataque terrorista bacteriológico. Acá los guiones son de Benjamin Percy y los dibujos de un John Paul Leon que por momentos nos recuerda a Mike Mignola. Manapul y Buccellato regresan en la Detective Comics nº 37 para introducir un nuevo y misterioso Anarky al universo bat-maníaco del New 52, totalmente independiente del que ya habíamos visto, que arrastrará problemas que terminarán por posicionar a Bullock y Batman en la misma vereda. Como bonus, una importante aparición del psicópata Mad Hatter y una historia romántica para el gordito Bullock que le va a traer más de un dolor de cabeza.

Lo que se me figura más importante acerca del trabajo que esta pareja realiza en el título del orejudo es el hincapié que hacen en la parte detectivesca, algo que muchos guionistas suelen olvidar cuando se ponen a escribir a Batman, y que por supuesto es una parte fundamental del personaje. También soy un agradecido por la naturalidad y coherencia que tienen los diálogos y las relaciones planteadas, con propuestas de personajes muy verosímiles que, aún conociéndolos como los conozco, pueden llegar a sorprenderme de grata manera y no por tener un accionar ridículo que va por afuera del perfil de cada uno. Manapul y Buccellato tiene casi la misma edad que tengo yo, y evidentemente cuando se fueron desarrollando como artistas han consumido el mismo material que mi generación, y puestos a trabajar en un personaje como Batman tienen en sus cabezas aquellas hermosas historias de Denny O’Neil, Alan Grant, Gerry Conway, Doug Moench y hasta incluso Frank Miller. Hay sutiles referencias o links a todos estos guionistas que son un deleite y una caricia para el alma del lector avezado y no son contraproducentes para el lector nuevo. En eso consiste la magia de este título y esta etapa, en el recupero del espíritu del personaje potenciado por una gráfica y una narrativa fresca y moderna de la mano de dos artistas jóvenes que se toman su trabajo muy en serio.

El costado negativo de esta incorporación viene de la mano de la regularidad: una vez finalizado el arco de Anarky en la Detective Comics nº 40, al mes siguiente comienza una saga de cuatro partes con un equipo creativo nuevo, donde Manapul y Buccellato hacen su aporte pero desde el lado del plot a desarrollar, saga que por otro lado está vinculada con los eventos acontecidos en el arco Endgame que se desarrolló en el título hermano, Batman, por obra y gracia de Scott Snyder y Greg Capullo. No es lo que anuncia DC Comics en la ficha que tiene en su base de datos para la venta del número, pero al menos este número está enteramente dibujado por Fernando Blanco, y es de creer que el arco completo estará en manos de este artista en la parte gráfica por lo que se puede apreciar en la información que la editorial ofrece. No me quejo ni de la trama ni del arte, pero la distancia que hay entre Blanco y Manapul es análoga a la que separa a Dan Jurgens de J. H. Williams III, sobre todo en la narrativa. Sea como sea, acá hay una pareja de artistas a los que no hay que perderles el rastro, porque cada proyecto que abordan juntos se termina transformando en un clásico instantáneo.