El potencial ficcional que los guionistas le atribuyen a las mentes poderosas es algo que solemos leer con muy poca regularidad en los comics de DC, a diferencia de lo que sucede en la vereda de enfrente donde, al menos desde el sector mutante constantemente tenemos personajes de peso que responden al perfil de telépatas, clarividentes o telekinéticos, cuando no muties que reúnen todas estas características juntas y algunas más. Por otro lado, J’onn J’onzz (también conocido como Martian Manhunter), quien con el paso del tiempo se ha ganado su lugar como nuestro marciano favorito, es probablemente uno de los miembros más poderosos de la Justice League y sin embargo no suele disfrutar del privilegio de tener una serie regular. De hecho, la identificación más popular que carga sobre sus espaldas es justamente como líder de la Liga en la mayoría de sus formaciones a lo largo del tiempo, sobre todo cuando Superman no se encuentra dentro de los miembros estables, a tal punto que resulta extraño leer un nuevo lanzamiento de este grupo sin su presencia.
Estos son dos de los motivos por los cuales este mes decido acercarles como recomendación no una serie regular sino una maxiserie de 12 números que ya cuenta con más de la mitad de los mismos publicados. El tercer motivo, por supuesto, es porque considero que la misma no sólo es muy digna de leer, es uno de los más entretenidos comics que ofrece hoy DC mes a mes, y además la mejor historia en solitario de J’onn J’onzz de los últimos años. Yo particularmente disfruté bastante de la anterior maxiserie dedicada al personaje, obra de Rob Williams y Eddy Barrows, la cual salió en la época del New 52 bajo la movida denominada DC You, pero lo cierto es que la misma queda un poco trunca en el final, culpa del advenimiento editorial que cerró filas detrás del lanzamiento de Rebirth.
El enorme Steve Orlando y el dibujante canadiense Riley Rossmo vuelven a trabajar juntos para hacerse cargo de presentar, por fin, una merecida introducción del personaje que funciona como un Year One del mismo, centrado en los primeros años de nuestro marciano en la Tierra y con flashbacks y alucinaciones que narran algunos momentos importantes de su vida pasada en el planeta rojo. Gracias a estos clásicos recursos narrativos descubrimos que nuestro querido marciano, en sus primeros años, trabaja codo a codo con la detective Diane en casos de homicidios, tras adoptar la forma de un humano de raza negra que responde al nombre de John Jones, para esconder su verdadera esencia a toda la humanidad. Uno de estos casos presenta una pareja de mediana edad brutalmente asesinada en el living de su casa, y la hija de ellos se presenta como desaparecida. Cuando la pareja de detectives comienza a indagar en ese domicilio descubre también que la mascota de la pequeña niña, un lagarto, se encuentra también extraviada, y luego de indagar un poco más a fondo llegan a la conclusión de que hay grandes posibilidades de que el asesino haya sido una persona de confianza. Mientras llevan adelante la investigación, John pierde el conocimiento mientras conduce el auto que los transporta a él y a su compañera, y termina estrolando el vehículo contra un árbol, fatalidad que termina provocando un pequeño incendio. Ante la enorme vulnerabilidad hacia el fuego, nuestro protagonista recupera el conocimiento pero producto del miedo pierde el control de su apariencia humana delante de su compañera, lo cual genera una situación de pánico, extrañeza y espanto.
Diane de todos modos logra sacarlo del vehículo, pero por supuesto desenfunda su arma y amenaza a J’onn J’onzz, a la espera de respuestas, y es así como se nos revela lo que realmente sucedió años atrás entre él y el verdadero detective John Jones. Mientras esta historia se desarrolla, Orlando y Rossmo van mechando, poco a poco, algunos momentos fundamentales de la vida de J’onzz en Marte, y es ahí donde el comic alcanza sus puntos más altos. Tendremos la magnífica oportunidad de conocer las características de una sociedad única que no necesita del lenguaje para comunicarse porque todos los habitantes inteligentes del planeta son telépatas, y no conforme con ello además son cambiaformas. Caeremos en la cuenta de que de todos modos ambas habilidades tienen que ser entrenadas y no todo habitante logra el mismo control sobre las mismas, y a su vez la apariencia que cada uno elige proyectar hacia el resto de la sociedad forma parte de una decisión personal y está intrínsecamente relacionada con las pulsiones internas de cada ser. También seremos testigos de las relaciones sexuales entre J’onn J’onzz y su pareja, M’Yri’Ah, lo cual nos va a servir como muestra para entender la profunda conexión que tienen estos personajes, algo que trasciende el plano netamente físico y supera lo que podríamos haber imaginado de una civilización con estas características.
J’onn J’onzz en Marte también era un temido oficial al servicio de las fuerzas del orden, un imponente Martian Manhunter que utilizaba la violencia física para conseguir respuestas y amedrentar a supuestos criminales, en contraposición con la sabiduría y parsimonia con la que se comunica con su pequeña hija, K’hym. Sin embargo, parte de su accionar es en realidad una fachada para ocultar algunas cuestiones un poco turbias de nuestro “héroe” en su anterior vida. Tanto él como M’Yri’Ah, cada uno por su lado en sus distintas ocupaciones, comienzan a conectar las piezas de un rompecabezas que plantea una situación crítica para todo el planeta, con una plaga física-psíquica que se esparce de manera peligrosa mientras un consejo ancestral encubre este desastre por miedo al pánico de una sociedad que parece vivir en trance.
La epopeya que nos van narrando número a número Orlando y Rossmo no presume de ser pretenciosa, ni enarbola postulados existencialistas vacíos de contenido que supuestamente intelectualizan la obra. Por el contrario, la historia se va desarrollando en dos claras líneas de tiempo con muy pocos elementos muy bien planteados, y la aventura la protagonizan un puñado muy pequeño de personajes a los que conoceremos a fondo en poco tiempo y con los cuales empatizamos muy rápido.
Parte de la magia de este comic tiene que ver con la propuesta gráfica de un Riley Rossmo que encuentra aquí su punto más alto, en parte gracias a una impecable asistencia en los colores de la mano de Iván Plasencia, pero también porque la historia le permite explotar todo su potencial como narrador y diseñador. La puesta en página me hace acordar mucho a aquel Francis Manapul en el Flash del New 52, cuando estaba realmente prendido fuego con su narrativa, porque acá página por medio tenemos una propuesta innovadora en el diseño de las viñetas y la disposición de las mismas en la página y así y todo funcional al relato. Y todo lo que concierne al diseño de personajes sumado a la exótica arquitectura y la tecnología de un lugar tan ajeno a nuestra sociedad como el Marte de J’onn J’onzz encuentran en Rossmo el artista idóneo para poder plasmar la convivencia y el día a día de seres tan extraordinarios que pueden levitar, hacerse traslúcidos y modificar sus estructuras físicas con solo un pensamiento.
La maxiserie actual de Martian Manhunter es la refrescante puesta al día que este personaje merecía, y no hace falta ser telépata para darse cuenta de esto, basta ojear algunas páginas para convencerse de que es una apuesta segura.
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