¿Tienen idea de quién es Maker? Si la respuesta es “no”, la explicación en profundidad me ocuparía todo el espacio asignado a la reseña de este mes, así que vamos a ir con la explicación resumida: es un Reed Richards roto, la versión oscura y trastornada del personaje que proviene del universo Ultimate original, la cual luego de sufrir una concatenación de tragedias, se quiebra y decide utilizar sus recursos e intelecto privilegiado para dañar, destruir y eventualmente reconstruir o darle forma a un universo según sus propios parámetros, uno en el cual mediante viajes en el tiempo, pudo evitar sistemáticamente que la gente se convierta en superhéroe. Tiempo después, también recurriendo a un resumen que no le hace justicia a las aventuras que lo depositaron en este lugar, Howard Stark logró capturar y encerrar al Maker en una ciudad particular por dos años, y una nueva formación de Avengers pertenecientes a la Tierra 6160 (la nueva tierra de los Ultimates), liderada por un joven Tony Stark, deberá encontrar la forma de resolver la ausencia de héroes en esta tierra antes de que este villano sea liberado.
Esta cuenta regresiva, entonces, es la premisa que funciona como detonador para este nuevo capítulo de los Ultimates, los cuales tienen al filipino Deniz Camp a cargo de los guiones y a nuestro coterráneo Juan Frigeri en el apartado gráfico, una pareja que muchos considerarán singular pero que para los que venimos leyendo comics de Marvel los últimos años tiene mucho sentido. Camp toma la iniciativa de establecer muy rápido las prioridades del equipo y también de generar poca tensión interna para balancear la tamaña labor que tendrán a futuro, lo que mantiene en cierto modo la esencia del título, con algunas variaciones necesarias para dotar a la serie de personalidad.
La formación inicial de esta nueva encarnación de los Avengers del universo Ultimate está conformada por el ya mencionado Tony Stark adolescente, quien asume la identidad superheróica de Iron Lad, y se pone en el rol del que llevará adelante la iniciativa, codo a codo con el Reed Richards de este universo turbina y distópico, un personaje marcado por la pérdida, que asume el rol de Doom. Sif y Thor también forman parte de la banda, pero nuestro Dios del Trueno viene de sufrir una herida casi mortal y se encuentra en muy mal estado, y de buenas a primeras no parece que vaya a ser un elemento desequilibrante en el campo de batalla. Para contrarrestar esta pálida, cuentan con un Steve Rogers congelado durante 75 años al que rápidamente incorporan, pero al mismo no le hace gracia ni el año en el que se despierta ni el estado en el que se encuentra el planeta, por no mencionar al propioEstados Unidos, que ya ni siquiera es una nación y mucho menos responde a ese nombre. La situación geo-política en ciertos momentos de la serie interviene, pero muy de costado, nunca de manera terminante, y tampoco genera la tensión y los diálogos a los que nos tiene acostumbrados con este tema Jonathan Hickman, el creador e ideólogo de este nuevo universo Ultimate, que en esta serie oficia solo como consultor externo.
Con este número paupérrimo de integrantes resulta imperativo salir en busca de héroes, y muy pronto Janet y Hank Pym se suman a la partida, y entre todos enfrentan a una versión soberbia y altanera del Captain Britain, el cual lidera a unos esbirros que son fácilmente derrotados. Número a número, el guionista nos invita a descubrir las consecuencias de vivir en un mundo en el cual los eventos históricos se sucedieron sin la intervención de los héroes de Marvel, y esto nos termina dando algunos episodios memorables.
El cuarto número, por ejemplo, para mí ya entra en el terreno de clásico, culto y todas las etiquetas que le quieran poner, y me asombraría mucho que no esté al menos nominado a un premio Eisner. Ojo: no es la primera vez que Marvel nos cuenta lo mal que podría haber salido el viaje espacial inaugural de la familia más famosa de la editorial. Pero acá brillan las intervenciones del presente de nuestro Reed Richards, lidiando con las consecuencias de un pasado en el cual el accidente acabó con la vida de sus amigos y su novia de la forma más catastrófica que se nos pueda ocurrir, entre otras cosas por el nivel de exposición mediática que tuvo el caso pero también por el conocimiento de saber que esto se podría haber evitado. Camp le da forma a una magistral pieza de tragedia comiquera que nada tiene que envidiarle al ya clásico sexto número del primer volumen de The Ultimates, aquel en el cual Hank golpea brutalmente a Janet luego de una acalorada discusión en una cena, y no conforme con eso le tira un ejército de hormigas encima.
La sensación de estar revisitando en algún punto un camino extrañamente similar al recorrido por Mark Millar y Bryan Hitch en el 2002 se refuerza con la inclusión en este equipo del rosarino Juan Frigeri en los lápices. Si bien le pone su impronta personal tanto al diseño de personajes como al planteo narrativo, Juan parece ser siempre consciente de las raíces cuando plantea un número en el cual cada una de las páginas tiene cuatro viñetas apaisadas una encima de la otra, esa experiencia narrativa cuasi-cinematográfica que caracterizó no solo a las aventuras de los Ultimates originales en sus primeros dos volúmenes sino también a un montón de comics y dibujantes de principios de siglo.
Juan trabaja dentro de un campo que me gusta y me alienta a ser su fan: juega con la familiaridad de rostros, trajes e incluso de esquemas narrativos, pero hace siempre lo que quiere y se sale con la suya, en el sentido de que quizás la primera aparición de la reversión de un personaje clásico no termina de convencerte ahí, en esas primeras viñetas, pero para cuando terminaste de leer el comic entendiste todo, y no solo quedaste conforme: te encantó lo propuesto. Y por supuesto, algo fundamental en una serie como ésta, las escenas de acción, te las saca de taquito, son dinámicas, explosivas e impactantes, y están siempre en armonía con el resto del relato. Ojalá tenga contrato para el resto de los meses que se supone va a durar este primer volumen, porque me encanta lo que está haciendo y sería un despropósito que su firma y su impronta no estén en el resto de los números.
Es complicado lidiar con este tipo de legados, una obviedad que también señalé en Junio del año pasado cuando me tocó reseñar el Ultimate Spider-man de Hickman, pero en este caso, a diferencia de lo que está pasando con la fallida Ultimate X-Men, Deniz Camp y Juan Frigeri lograron consolidar un hilo conductor lo suficientemente fuerte como para que la serie se transforme en la plataforma de lanzamiento de este nuevo mundo. Para sorpresa de todos, los Ultimates aún tienen madera para cortar y algo interesante para contar, y encima un argentino está al frente de los lápices. Dos poderosas razones para que le den una oportunidad.
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