Historieta a Martillazos

Chabouté nos invita a pensar si la libertad es algo que buscamos o algo que evitamos porque nos da miedo enfrentarnos a nosotros mismos

“En soledad” + La libertad

06/05/2025

| Por Pablo Jiménez

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Invitados: Christophe Chabouté, Jean-Paul Sartre, Thomas Hobbes, Byung-Chul Han y otros amigos.

La libertad: ¿es la potestad de hacer, de ejecutar lo que queramos? ¿O se trata más bien de la posibilidad de hacer algo? ¿Se trata de poder elegir? ¿incluso en la paradoja de que estamos obligados a elegir? ¿Por qué la libertad de unos pocos desemboca en la desigualdad de muchos?

Un faro en medio de la nada, una persona ahogándose en la soledad, un destino desalentador… ¿Soy más libre de forma individual y en soledad, o me entrego a las libertades de los otros para liberar todo mi potencial? ¿Se soluciona poniendo más shoppings para que la gente tenga la libertad de gastar cuanto se le antoje?
Historieta, por favor sacame de acá y haceme libre.

Arranquemos con una la posta y dejémonos de caretaje: la “humanidad en estado salvaje” es chamuyo, amigues. Las ideas de Thomas Hobbes y de John Locke tenían mucho sentido en un contexto donde se debían encontrar argumentos que justificaran la entrega de las voluntades individuales a un poder mayor, a un Estado que hiciera las veces de árbitro entre las libertades de unos que quieran pasar por encima de las de otros. Pero la contracara de esto es que se genera una acumulación de poder suprema en un polo que pareciera no tener cara. Pero ojo, el poder es siempre ejecutado por las personas. ¿Qué pasa cuando, ese poder que acumula las voluntades individuales, beneficia a muy poquitos y lastima a muchísimos? ¿Hay libertad en estar obligados a elegir a quienes nos subyugan? (a que seguro estás pensando: “Subyugar es re palabra de Sociales de la UBA boludo, estas re adoctrinado, chabón”).

Frente a este mundo tan totalizado e, irónicamente, tan cargado de incertidumbre como de intentos de control, Christophe Chabouté se pone en modo Dios y nos regala (en sentido metafórico, el libro lo tenés que garpar) un hermoso experimento narrativo: “En Soledad” (Tout Seul, 2008). Una obra que va más allá de la lectura de los textos, del visionado de los dibujos o de la combinación de ambas. Es una novela gráfica que, si pudiera salpicar, terminarías empapado de sensaciones desde la segunda o la tercera página hasta la contratapa.

Y lo más admirable creo que está en que los elementos de guion son muy pocos, tan pocos como los que tiene nuestro misterioso protagonista en su habitación para interactuar en el día a día, ya que vivió toda su vida en un faro puesto en un cacho de tierra más chico y sofocante que un monoambiente de Once y que, por cuestiones de la vida, ha quedado completamente solo, aislado del contacto con las personas, ya sea por sus características físicas y los mitos que se generan en el pueblo, como por su incapacidad (por la falta de enseñanza) de acercarse a otras personas.

“Primero murió su madre, y luego su padre hará unos 15 años atrás… ya debe de andar teniendo unos 50 años por lo menos. El tipo nunca puso un pie en tierra firme.”
Fragmento de “En soledad”

Esto que en manos de un salame como yo sería un bodrio enorme, bajo la visión de un artista del carajo como Chabouté se convierte en una pieza sinfónica que te permite, en sus largos silencios narrativos, escuchar el viento y las aves, sentir las olas del mar contra las piedras, o también, notar que hasta el viejo cabrón que le lleva los víveres es una persona con sentimientos que lo atraviesan. Todo eso con apenas un dibujito de lápiz y papel.

Jean-Paul Sartre una vez más tiene cosas para decir, en lo que él define como “que estamos obligados a ser libres”, en el sentido de que caemos en una paradoja ya que no podemos no-elegir, porque ese acto en sí mismo es una elección. Traducido al criollo sería algo así como “muchaches, no nos hagamos los boludos, porque cada acto, cada elección, decisión y sus consecuencias, nos afectan a nosotros pero también a los demás”. Claro, Sartre lo dice mucho más lindo, pero en el fondo, nuestro guionista metaforiza sobre esto con la figura del barquero que le lleva el morfi, lo deja ahí y se va. Su falta de involucramiento (a sabiendas que es el único comprometido con llevar el morfi), también acrecienta la alienación a la cual el protagonista no pareciera ni registrar… ¿o será cuestión de tiempo hasta que alguien elija hacer un poquito más de lo que le corresponde o de lo que le ordenan?

Cuando arranqué hablando del verso del hombre en estado salvaje, lo hice porque la humanidad y la sociedad tal y como la conocemos, no existe sin la unión de unos con otros. Sin esta maraña de subjetividades que se cruzan, se conocen, cogen y generan nuevas subjetividades e ideas que nos rodean a todos, todo el tiempo. Y es en este punto donde el autor pisa el acelerador y nos da de lleno contra las rocas del faro: ¿Nuestro protagonista es más libre por no depender de la interacción con un otro? ¿o será al revés? Donde, como decía Erich Fromm cuando hablaba del «miedo a la libertad», esa falta de contacto y ese individualismo se terminan convirtiendo en una cárcel intangible autoconstruida.

“Acá nadie se mete en los asuntos de los demás y a nadie le gusta que nos anden preguntando. Somos como los tres monos: No escuchamos nada, no decimos nada, no vemos nada.”
Fragmento de “En soledad”

La idea de Fromm no está tan lejos de las elecciones que hacemos ciertas personas para sentirnos en un mundo más acolchonadito, más acogedor, lleno de normas, de reglas, de prohibiciones, de previsibilidades o de trabajos que apenas les alcanzan a muchos para comer algo caliente y tener una sonrisa de vez en cuando. Creo que solo ese miedo, como el que tiene nuestro farero misterioso, es el único que sabe decirnos cuándo fue que dejamos de pensar que otra forma de ser felices, donde no compitamos, sino que nos colaboremos entre todos, puede ser posible.

Algo hay que reconocerle al protagonista, a este farero que definen como un “monstruo” en cuanto al físico, y es que también es un deforme social: El tipo desafía en cualquier lógica neoliberal que tengamos metida a presión, porque no compite con nadie, no busca ser más productivo ni mucho menos intenta obtener la mayor rentabilidad al menor costo posible. Me voy a apoyar en Byung-Chul Han, para decir que nuestro querible farero es el opuesto natural de la autoexplotación en la que se terminó deformando el sentido de la libertad actual. Dicho de otra forma, en lugar de emanciparnos, nos cargamos con más responsabilidades y ataduras en nombre de la «competencia» y la meritocracia.

– ¿Hay algo en especial que te gustaría?
– Imágenes del mundo exterior.
Fragmento de “En soledad”


El liberalismo capitalista nos vendió el chamuyo de que para ser libre hay que ser competitivo. Pero, ¿qué clase de libertad es esa que convierte al otro en enemigo natural de nosotros mismos?
El individualismo extremo no nos libera, nos aisla. En «En soledad», el farero vive una soledad física, pero quizás sea más libre que cualquiera de nosotros atrapados en una carrera constante por demostrar nuestro valor al mismo tiempo que nos castigamos por no cumplir las metas imposibles que nos impone la sociedad actual. Mientras que algunos sostienen que hay mayor libertad donde menos hay restricciones (el famoso “menos Estado y más mercado”), los invito a reflexionar y pensar, si en realidad la libertad no reside en la igualdad de oportunidades, para todos. Igualdad que el mercado nunca va a facilitar: solo el Estado como entidad de poder mayor, puede equilibrar la balanza para que el punto de partida a nuestro “ser libre” sea el mismo para todos.

Chabouté nos invita a pensar si la libertad es algo que buscamos o algo que evitamos porque nos da miedo enfrentarnos a nosotros mismos. Quizás la verdadera libertad resida en esos pequeños actos de rebeldía contra una maquinaria de engranajes aceitadísimos que nos quitan la humanidad.

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