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“Preferencias del Sistema” + La Cultura

La cultura, ¿la consumimos o la creamos? ¿Hay distintas calidades de cultura? ¿La tecnología nos abre más puertas o nos encierra en nichos cada vez más pequeños?
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Martes 07 de octubre, 2025

Invitados: Ugo Bienvenu, Pierre Bourdieu, Mijáil Bajtín, Theodor Adorno y otros amigos/as.

La cultura, ¿la consumimos o la creamos? ¿Hay distintas calidades de cultura? ¿La tecnología nos abre más puertas o nos encierra en nichos cada vez más pequeños? ¿Quién (y por qué) decide qué cosas deben ser recordadas u olvidadas? Y sobre todas las cosas: ¿La cultura se construye desde las bases o desde el Poder?

Instagram y Facebook te conocen mejor que tu vieja. TikTok o Spotify saben lo que te gusta antes de que lo descubras. YouTube te enseña a hacer pan de masa madre sin que siquiera lo hayas buscado. Algo tienen en común: si nos piden que expliquemos qué corno es la cultura o cómo funciona un algoritmo, en ambos casos seguro le pifiamos como francés pateando un penal en una final del Mundial.
¿Será que la cultura ya no es algo que consumimos, sino algo que nos consume a nosotros?

Cosa rara esto de la cultura: Por un lado tenemos miles de pueblos con costumbres sociales, religiosas y artísticas completamente diferentes entre sí, que nos generan un valor agregado enorme a la forma de entender el mundo… Pero por otro lado, tenemos un planeta hiperconectado, con elementos sofocante-mente compartidos, y con movimientos artísticos tan heterogéneos que lo que consumimos y nos rodea (cine, música, literatura, comics o las ideas políticas) tienen un sabor a papa frita rancia, salida de la más globalizada de las cadenas de fast-shit de cualquier shopping. Y no quiero sonar al viejo choto que dice “ya está todo inventado, pibe”, porque la búsqueda no pasa por ahí, sino por aquello que alguna vez fue único y hoy está siendo desplazado por una única cosa, o mejor dicho, por una sola cultura a nivel global. Y en ese marco, nos dicen que vivimos en un momento de gran “diversidad cultural”, algo que es como decirle a un pelado “que bien te queda ese corte”.

En “Preferencias del Sistema”, Ugo Bienvenu nos da la bienvenida (qué chiste de mierda, en serio) a una sociedad futurista no tan lejana que, si bien está completamente atravesada por la tecnología, muestra avances que no se sienten como una cosa descabellada, sino más bien como la evolución natural o como una hipérbole de donde estamos parados hoy. Es un ambiente que tiene mucho “proyección de acá a 100 años” y no tanto de “distopía imposible”, incluso con la complicidad y los homenajes de escenografías e íconos clásicos del género distópico (un besito a Alphaville, 1984, Fahrenheit 451, Logan's Run y lista sigue y sigue) y se nota mucho la reflexión filosa sobre cómo la tecnología y los algoritmos redefinen la sociedad generando ciertas “injusticias culturales”.

“Te das cuenta de que hace no tanto era posible haber leído todos los buenos libros, visto las buenas películas… Necesitaríamos mil vidas para ver un poco de lo que guardamos hoy.”
         Fragmento de “Preferencias del Sistema”

El autor genera un “espejo negro” de nosotros mismos, que vuelve casi terrorífico el concepto de "capital cultural" de Pierre Bourdieu: si bien el sociólogo francés lo utilizaba para explicar que la cultura nunca es neutral, sino que opera como un campo de batalla donde todo el tiempo se están disputando significados y valores (y sobre todo poder), cada persona en sí misma es dueña de su propio capital cultural intangible, como si se tratara de una acumulación de conocimiento social intangible que fortalece nuestra postura y posición discursiva. Esta forma de entender a la cultura (y como luego lo traslada Mijáil Bajtín a su concepto de “Mercado Lingüístico”) nos permite ver que uno puede ser “rey en un ámbito, y mendigo en el otro”, generando distintas cantidades de conocimiento sobre las herramientas culturales que hemos creado. El tema está que, como en todo mercado, y como bien se muestra en la novela gráfica, ese capital comienza a tener diferentes valores, diferentes pesos y por supuesto (y como tanto le gusta al presi), los que mandan sobre qué conservar y qué desechar, se hace por un lado desde el Poder, pero por otro lado desde la demanda.

La sociedad de “Preferencias…” está muy preocupada por el agotamiento de un recurso en particular: la capacidad de almacenamiento digital. Este es el punto de partida en donde nuestro protagonista está todo el tiempo en una lucha simbólica contra los burócratas de turno, en una evaluación constante de obras y autores históricamente reconocidos (de cualquier medio) pero que ya nadie consume en esa sociedad, versus el último video, posteo de los influencers o lo que mierda fuese con el contenido más observado redes. Además, por otro lado, mete otro ingrediente a esta narrativa: Todos los personajes navegan entre la sobreabundancia de opciones culturales y la sensación de que todo es igual con sistemas de personalización que entregan arte uniforme y despersonalizado…
¿Todavía les sigue sonando a distopía?

“Antes, uno se definía por sus conocimientos. Hoy nos define lo que no sabemos.”
         Fragmento de “Preferencias del Sistema”

Decía Theodor Adorno que la cultura industrializada no busca elevar o enriquecer, sino domesticar y homogeneizar. Bienvenu deja esto tremendamente expuesto no solo en su realidad futurista, sino también sobre el estado de arte en la actualidad, donde nadie se corre un milímetro de aquello que pueda ser considerado ofensivo por cualquier minoría porque “todos se consideran una minoría”, y les caiga un backlash negativo y terminen perdiendo guita sin importar la búsqueda artística (si es que la hubo). Eso sólo termina en una burbuja que crece y abarca más y más ámbitos, hasta que (como toda burbuja) estalla sin que podamos medir las consecuencias de sus efectos posteriores (y lamentablemente, hechos del siglo anterior no nos permiten ser auspiciosos).

No sé si vale más leer la Biblia o Stray Bullets, si es mejor ver Los Soprano que La Casa de Papel, o si es mejor el dibujo de Eleuteri Serpieri que el de Jim Balent… Esa elección la harán ustedes al momento de enriquecerse simbólicamente, divertirse un rato o para formar parte de la conversación actual. Pero lo cierto es que tanto para los personajes como para nosotros, corre una suerte de "violencia positiva" (concepto raro, lo sé), donde el sistema no nos prohíbe nada, al contrario, nos da todo lo que “queremos” y todo lo que no queremos. Todo junto y al mismo tiempo, para luego segmentarnos en espacios tan estrechos que el enriquecimiento cultural y el aprendizaje por lo distinto se vuelven casi nulos.

“Tienen tanto miedo de que las comunidades los ataquen, que todo lo que pueda molestar. Sustituyen lo universal por lo anecdótico. Y lo peor es que la cosa funciona.”
         Fragmento de “Preferencias del Sistema”

"Preferencias del sistema" nos da con la bola en la ingle, y nos pone de lleno frente a una pregunta incómoda: ¿estamos en la época de mayor diversidad cultural o en la de mayor homogeneidad? Extraña paradoja: Nunca tuvimos tanto acceso a artefactos culturales tan distintos, pero tampoco estuvimos tan desconectados o abrumados por todos ellos. Quizás Netflix, YouTube o Wikipedia tengan más contenido que todas las bibliotecas del mundo, pero al final todos vemos las mismas series, escuchamos la misma música y casi que hablamos el mismo idioma. Y encima, un algoritmo elige por nosotros.

En lugar de saber si la cultura la construimos o la consumimos, me gusta pensar en que ella nos constituye como personas y como ciudadanos. No es un producto, sino más bien lo que respiramos, lo que nos alimenta, y cuando eso no lo elegimos nosotros, ahí se genera un problema.
Quizás la verdadera diversidad cultural no sea tener mil opciones que suenan igual, sino tener la posibilidad de sorprendernos, aprender a descubrir-nos en elementos nuevos y salir de nuestras burbujas para respirar culturas distintas.