La Mansión Wayne

Ciencia-ficción distópica y política, rescatada de una mesa de saldos y firmada por dos grandes de la historieta argentina. ¿Qué más se puede pedir?

Caín

06/05/2021

| Por Bruno Magistris

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dia_despues_el_norma_2005La historieta nacional supo tener grandes joyas de remarcada calidad, que han sabido conseguir fama mundial y que han trascendido los límites de esta gran nación, usualmente condenada al ostracismo.

Dentro de sus filas, han habido Genios del Noveno Arte. No sé si llamar “genio” a Ricardo Barreiro, no creo que llegue tan alto en la consideración de su trabajo como guionista. Pero sí podemos llamarlo rupturista, original, cuasi vanguardista en las ideas y conceptos que pelaba. “Caín” es la recopilación de una serie comenzada en el número 49 de la revista Fierro, allá por 1988. Duró 11 números y tuvo en su faz gráfica al inigualable Eduardo Risso, dibujante excelso que no deja de sorprender en cada una de las etapas de su laburo.

Estaba (hace unos años, pandemia actual mediante) dando vueltas por San Bernardo en unas apacibles vacaciones en donde siempre me tira un poco hurgar en librerías para ver qué encuentro. Es increíble los saldos que uno puede llegar a encontrar, y más que nada si hablamos de saldos de historieta, en lugares donde ésta nunca será tomada por lo que es y lo que debería valer. Así que, entre las pilas de merca infumable que se encontraba por doquier, di con la joyita de la cual les quiero hablar. “Caín”, de Barreiro y Risso, editado en una revista gordita por la editorial Norma. En su portada, el cartelito de $25 hicieron que la comprara sin vacilar (hasta me sentía mal de pagar tan poco, pero bueh… éramos tan pobres…).

7226771._UY630_SR1200,630_Lo qué más llama la atención al terminar de leerla (se lee rápido, todo se resuelve en no más de 80 páginas) es el fastuoso dibujo de Risso. Un tipo que sabe tanto, pero tanto, acerca del uso del blanco y negro, de los climas, de la narrativa, de la puesta en página. Que le da a cada personaje su única fucking cara totalmente distinguible de las demás. Que es sutil, poderoso, preciso. Lo tiene todo, absolutamente todo para no envidiarle nada a ningún autor mundial que se precie. La historieta, sólo por eso, es digna de reposar en tu biblioteca.

¿Y de qué va la historia? En una Buenos Aires distópica y futurista, Caín, un bebé recién nacido, es desechado en un basural, junto a su hermano gemelo muerto. Salvado milagrosamente, crece entre reformatorios, droga, represión y caos en la ciudad. Su deseo de venganza le hará descubrir el pasado oscuro de su origen, donde fortunas en juego le hicieron terminar donde terminó, que más bien fue un comienzo. No pasa mucho más que eso: la historia, de por sí corta, no lo deja ahondar más que en su violenta venganza contra aquellos que le arruinaron la vida de forma tan cruel. Como dije antes, Barreiro no fue nunca un Genio. No pela una historia de la que jamás te vas a olvidar (al menos en este tomito), sino que lo que la hace más que interesante no es su desarrollo y desenlace, sino los conceptos que mecha página a página.

unnamedPor ejemplo: la elección del nombre del protagonista. “Caín” es el descastado, el repudiado bíblico que queda marcado de por vida tras un crimen repulsivo. Acá, la víctima de ese crimen quien se llama así. Interesante.

Uno de los villanos se llama “Bunge de Hoz”, unión perfecta de dos apellidos no menos siniestros que habitaron nuestro suelo desde la década del ´70 (o incluso desde el siglo XIX) y que han sabido derramar sangre y destrucción por donde fuesen.

El rol de los medios hegemónicos también cumple un papel importante en la historia: desinforman, tergiversan. No hay institución que se salve en esta historia donde todo está podrido, enfermo, perdido, vendido. Caín será una especie de líder de la “resistencia” que deberá luchar no sólo con su pasado y su deseo de vengarlo, sino con una Buenos Aires futurista donde no hay nada que no haya sucumbido a los poderes de turno.

Por momentos se ven carteles en la calle muy sugestivos: “Fume y goce de la democracia”.

Entidades como la “Fundación Médica Ronald Reagan”. Escenas bien porteñas como un partido Boca-River en donde, cuando el árbitro no cobra un penal, la matan a tiros desde la tribuna.

img021Todo es estridente, exagerado, como una especie de fábula suburbana donde hay mucho cliché, sí, pero también mucha cotidianeidad rioplatense. No puede achacársele al guion el ser derrotista, marginal, o tener esa cualidad de “todo está perdido” y de que el mundo se acaba dentro de cinco minutos. Ese era el sentimiento “normal” en aquella década de los ´80 donde la inminencia de una guerra termonuclear era palpable y donde todo parecía que acabaría en cualquier momento.

Entonces, ¿vale la pena esta historieta?

Sí, por supuesto. No es la octava maravilla, pero tiene puntos fuertes (y mucho):

  • El dibujo. Risso la descose, al nivel de sus mejores laburos.
  • Las ideas locas de Barreiro, que tira conceptos limados en un universo predecible pero armonizado con nuestra particular idiosincrasia.
  • Conocer un poco más de dónde venimos como manifestación artística y cultural

cainAsí que terminé de leer la revista, la cerré y me fui pensando, mientras recorría las ultra conocidas calles de San Bernardo, cómo aquella noción de un mundo a punto de terminarse fue mutando en algo no tan siniestro. En cómo la industria historietística argentina fue mutando con los años y fue, en alguna manera, perdiendo cada vez más lectores. Y en cómo somos un país que no se cansa de producir artistas de un nivel como los que supo tener, y que quizás en algún momento volvamos a tener.

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