La Mansión Wayne

Al desprecio por la Historieta en general, se le suma el desprecio por la historieta argentina en particular.

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05/02/2019

| Por Bruno Magistris

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imgHoy me di una vuelta por una importante comiquería del centro. Nunca había estado ahí, y me llevaron las ganas de conseguir algún libro de historieta nacional. Estamos en una época de auge de publicaciones de diversas editoriales locales, tanto de material nuevo como de reediciones de aquellos clásicos que por fin tienen una edición como la gente y al alcance de nuestros castigados bolsillos amarillos.

Así que hacia allí fui, y desde fuera el local parece más chico de lo que en verdad es. En la entrada, vitrinas altísimas con comic yanki me recibieron. Tímido, pregunté a quien se dejaba ver apáticamente: “¿El sector de comic nacional?”. Me mandó para arriba, y subí la escalera esperanzado, contemplando originales enmarcados en las paredes de diversos artistas, muchos de ellos de estas pampas.

20171104_1135051658768372Ya en el segundo piso, encontré otro vendedor el cual me llevó hasta donde finalmente quería ir, a la búsqueda de las glorias de Breccia, Giménez, Trillo. Atravesábamos más estanterías atiborradas de manga, comic español y mucha bóñiga, a paso lento, contemplando todo a mi alrededor. Y por fin llegamos: “Ahí tenés”, me dijo. Era una bibliotequita chiquita, con cinco o seis volúmenes por título, lo que no dejaba mucha variedad. Allí pululaban glorias como La Burbuja de Bertold, o Shankar, pero de los clásicos ni hablar. “Disculpame, ¿no hay más nacionales exhibidos?”, pregunté. “No, eso es todo”.

A ver… el local es gigante, maravillosamente decorado con posters enormes, esculturas tamaño natural, figuras de acción, llaveros, pins, lapiceras…. hasta una hermosa cafetería donde tomar algo y disfrutar del aroma a historieta que se sentía allí muy fuerte. Miles y miles de ediciones, tapa blanda y dura, españolas, inglesas, norteamericanas. Todos los géneros posibles: superhéroes, policial, slice of life… todo. Pero te acercás al mostrador, pedís algo de Breccia, y las opciones no son tantas.

Obviamente los locales tienen que sobrevivir. Las tendencias de la gilada suelen ir para el lado de lo que ven en el cine, y hoy el cine tiene un nombre y apellido y seudónimo y todo lo que le quieras poner: MARVEL. Y la gente quiere Spider-Man, Avengers, quilombo. Lo entiendo, todo bien. Soy también fan de la Casa de las Ideas y consumo muchos de sus productos, pero me entristeció la poca bola que se le da a lo nuestro.

shankarQuizás sea algo que viene desde siempre. Al desprecio por la Historieta en general, se le suma el desprecio por la historieta argentina en particular. Muy rara vez vas a pasar por un local de estos y encontrar en vidriera una pila de Ciudad, de Barreiro y Giménez, por ejemplo. Tal vez sí, pero no suele darse el caso. Quizás con la edición nueva de Alack Sinner eso se vio, pero no suele durar mucho.

Así que me dediqué a buscar entre lo que había, y las joyas que encontré me alegraron mucho. Mazzitelli/Alcatena tenían títulos perdidos a muy buen precio, los cuales arrebaté de la góndola al instante. Y esa es otra cosa a tener en cuenta: ¿por qué un libro como Trasmundo, de esta dupla inigualable, cuesta un tercio que cualquier otro libro que viene de afuera? Sí, está el tema de la importación y los costos de envío y bla bla bla, lo entiendo, pero no deja de sumar a la devaluación de un producto que se exhibe y te hacen sentir de segunda.

Pegué otra vuelta al local y encontré Lazarus, de Greg Rucka, maravilloso autor al que siempre intento seguir. Un tomito con unos cuatro o cinco issues, salía mil pesos. MIL PESOS. Lo volví a dejar. ¿Qué compré? Shankar, de Mazzitelli/Alcatena. Trasmundo, de la misma dupla, y La Burbuja de Bertold, de Agrimbau/Ippoliti. Entre los tres, gasté menos de novecientos pesos. Salí feliz, con mi bolsita, pero en el camino me puse a pensar en estas cuestiones.

Transmundo 039Quizás exista un karma, una maldición por la que toda nuestra producción artística (pasando por la música, la literatura, la pintura, etc., etc.,hasta llegar a la historieta) tenga que nacer y morir en nuestras pampas, carente de todo reconocimiento internacional. Sí, ganamos premios internacionales. Sí, nuestros artistas se van a Europa y la rompen. Sí, al Viejo Breccia le roban tipos como Frank Miller y Keith Giffen, pero aún así no trascendemos, no estamos en boca del mundo, desde toda la vida. Muchas son las causas de eso: colonización, opresión, el bullying del más capo y más grandote que no te deja crecer porque lo grosso de lo grosso sólo puede hacerlo él. No sé… Tal vez sean más factores.

¿Y qué podemos hacer mientras? Buscar, interesarnos, comprar las ediciones de menos de trescientos pesos y agradecerle a los hados celestiales que existan, al lado de Lazarus que vale mil pesos. MIL PESOS.

Así estamos.

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