La Mansión Wayne

Allá por 1987 salió a los kioscos calladita, como quien no quiere la cosa, una saga destinada a cambiar a Batman para siempre.

Year One

04/06/2019

| Por Bruno Magistris

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50bb13_f92a3044b8a14d9eaa1b1af2ab0305bamv2_d_3508_4961_s_4_2En sus ochenta años de historia, Batman ha tenido muchísimas sagas a cual más imaginativa. Pero ninguna ha sido mejor que la seminal “Year One”, de Frank Miller y David Mazzucchelli.

¿Y por qué? En estos diez puntos, te lo explicamos:

1) El guión. Frank Miller venía ya de romperla y crear uno de los hitos historietísticos más grandes de todos los tiempos con su maravillosa Dark Knight Returns. ¿Qué más se le podía pedir para enriquecer la leyenda del encapotado? “Y bueno”, habrá pensado, “si ya conté el final, centrémonos en el principio”. Miller está on fire y sigue descosiéndola. No sólo en la historia que cuenta, sino en la narrativa que despliega: ágil, fresca, palo y palo. Una muestra más de que el tipo tenía todavía mucha tela para cortar.

2) El dibujo. David Mazzuchelli es un genio con relativamente poca producción. En el mainstream tiene la maravillosa Daredevil: Born Again, esta saga de Batman y no mucho más. Su dibujo es de una línea clara firme, sencilla. Les da a los personajes ese aire retro que la historia necesita (no olvidemos que en teoría el “Year One” pasaría en los´40). Y dentro se su bagaje artístico, el tipo pela una puesta en página descomunal, poderosa e inolvidable. Y de paso, deja tres o cuatro imágenes icónicas del personaje que trascenderán espacio y tiempo ad eternum.

c1a2fdf926a1a4811914661f7fd2d5ab._SX1280_QL80_TTD_3) La brevedad. La historia no está estirada. Son tan sólo 4 números en donde se cuenta el origen en Gotham de un Bruce Wayne que retorna luego de varios años de entrenamiento y puesta a punto para esta, su misión. De nuevo: cuatro números, poco más de 80 páginas les alcanza a los artistas para crear una obra seminal e irrepetible.

4) La humildad. “Year One” llega como de keruza, como escondida en un número más que no quiere levantar la perdiz. No hizo falta formato prestige, ni hardcover, ni nada. Tan solo “una historietita” que los pibes podían comprar en el kiosco y tirarla a la mierda luego de leerla. Pero nadie la tiró…

5) Su carácter fundacional. No fue lo mismo antes de Year One ni después para el personaje. Una vez publicado, se volvería canon ineludible no sólo para los fans, sino para los autores que quisieran primero entender el personaje, y segundo tener un bagaje completo de “quién es y cómo llegó a serlo”.

6) El poder. La historia es poderosa. Cada uno de sus números tiene algún elemento que te hace poner la piel de gallina. Miller supo ser, además de un genio (porque lo fue, mâs allá de que hoy esté hecho percha) un tipo con una idea muy clara de hacia dónde llevar a sus héroes. Lo hizo con Daredevil, lo hizo con Batman. El tipo “creó” de alguna forma a los personajes, y de una manera a cual más inolvidable.

9781401233426_p0_v1_s550x4067) La caracterización. Batman acá respira, se mueve, es real. Es hasta casi posible. ¿Quién no soñó de pibe calzarse las mallas y salir por las noches a ser el superhéroe más cool del universo? Dentro de la cuasi imposibilidad de que un personaje así exista en nuestro decadente mundo, la línea que separa lo posible de lo poco probable se hace muy finita en estas pocas pero inolvidables páginas.

8) El laburo en personajes secundarios. Específicamente en Gordon, que es quizá aquel con quien el lector más empatía genera. Acá Gordon no es Comisionado sino Capitán. Su “year one” va en paralelo con el del detective y lo vemos crecer como cana, dudar en su matrimonio, fumar en la sala de parto esperando a su hijo, arriesgar la vida para salvar a unos pibes de un maniático y emprender una de las persecuciones más tensas y espeluznantes. Selina Kyle también es mejor esbozada que en sus apariciones previas, aunque Gordon no deja de ser casi el motor de esta perfecta historia.

9) La sencillez. Batman no tiene una armadura a prueba de explosiones nucleares, cuchilladas, napalm o radiación. Su traje es una especie de homenaje al de Adam West, pero funcional. Mallas grises, capa y capucha. Punto. Con su “utility belt”, sus ganzúas y su termita, sí, pero no mucho más. El tipo sale a la calle enfundado no en una coraza irrompible, sino en su incontenible furia por atrapar a aquellos que, como algunos años antes, le cagaron la vida a él y a su familia.

10) Por último, su brillantez. Year One es uno de esos comics que relucen y que desde la primer página te das cuenta de que no es un choreo, de que no está sacado con fritas para los pibes que tienen ansia de más y más. No. Acá hay dos artistas en quizás su mejor momento, pelando conceptos, creando mitologías, expandiendo universos. O recreándolos. Grant Morrison, ese genio escocés que tiene tantas obras maestras en su haber, centra casi toda su etapa con el personaje en esta historia que allá por 1987 salió a los kioscos calladita, como quien no quiere la cosa, a cambiar a un personaje que ya no sería el mismo luego de publicarse. No es poco.

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