Palomar y Después

Después del gran éxito que obtuvo Gilbert Hernandez con Julio´s Day, su regreso al slice of life no logró replicar la magia.

Bumperhead

25/02/2025

| Por Andrés Accorsi

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En 2014, la editorial Drawn & Quarterly publicó Bumperhead, una novela gráfica original escrita y dibujada por Gilbert Hernandez.

A lo largo de 120 páginas, la obra nos cuenta distintos momentos en la vida de Billy, apodado «Bumperhead» porque tiene la frente con forma de paragolpes. Como la mayoría de los personajes de Beto Hernandez, Billy vive en una ciudad chiquita de EEUU, en un entorno suburbano donde toda la gente se conoce entre sí. Su padre es mexicano y tiene dificultades para comunicarse en inglés, y su madre es una señora enigmática y con cara de culo, que fuma un cigarrillo atrás de otro.

El primer tramo de la obra se centra en la infancia de Billy, y llega hasta la muerte de su madre, cuando él tiene unos 10 años. En el segundo tramo, dedicado a la adolescencia del protagonista, entran en escena el porro, las borracheras, el rock de los ´70 (que es la época en la que transcurre este segmento) y por supuesto, los amigos y las minitas. Hasta acá, nada raro, simplemente un slice of life, la típica historia de «jóvenes a la deriva», matizada con el dolor que siente Billy por la muerte de su mamá. La tercera parte nos lleva un par de años más adelante, cuando -sin dar muchas explicaciones- el papá de Billy se vuelve a México y él se queda en este pueblo/ suburbio de EEUU donde empieza a trabajar y descubre el punk. Más drogas, más borracheras, más minitas y más vínculo con los amigos, porque ahora está solo en su casa.

El cuarto capítulo empieza con el regreso del padre de Billy, preocupado por su hijo que ahora está lookeado como si fuera uno de los Sex Pistols, flaquito y hecho mierda por el escabio. Acá pasan dos cosas que hasta ahora no habían pasado. Primero, una de las chicas con las que sale Billy realmente le sacude la estantería y el vínculo entre ellos se profundiza. Y segundo, aparece un conflicto: un choque fuerte, vibrante, entre Billy y su padre, quien le había ocultado a su hijo un secreto muy heavy: una segunda familia que tiene en México, con otra esposa y otros hijos a los que Billy quiere conocer, pero su padre prefiere mantener alejados. Es una escena corta, pero intensa, la más potente a nivel dramático en todo el libro… y llega en la página 109.

Después, el tramo final retoma el ritmo pachorro, ahora con un salto temporal más pronunciado, que trae la historia al Siglo XXI. Billy es un señor cuarentón, su padre es un anciano, y los amigos están también bastante cascoteados por el paso de las décadas. El clivaje que enfrentó a Billy con su padre sigue en pie: el anciano sigue sin blanquear nombres ni formas de contactar a los medio-hermanos de Billy, y este sigue decidido a quemarle la cabeza al viejo hasta que ceda. Pero ahora está todo más calmo. No suena el punk rock estridente de los ´70, Billy no vive alzado ni borracho, y los diálogos son más distendidos. Evidentemente, el paso del tiempo apaciguó los ánimos y -si bien las heridas no cerraron- el dolor y la bronca ya no son los mismos.

No hace falta ser un genio para deducir que el argumento que propone Beto para Bumperhead es muy chiquito, y cuesta imaginarse cómo lo va a desparramar a lo largo de 120 páginas. En un punto, la sucesión de anécdotas de poca trascendencia llega a generar un tedio importante, al punto que uno (que leyó muchas obras de este autor) empieza a esperar con ansias que aparezcan volantazos bizarros, naves espaciales, licántropos, un experimento medio freak que les implante memorias falsas a los personajes, o aunque más no sea un loquito con un chumbo que empiece a matar gente, para sacudir un poco la pachorra. Nada de eso sucede, y Bumperhead avanza sin sobresaltos, a un ritmo parsimonioso, hasta llegar a un final consistente, pero tan poco impactante como el resto de la obra.

El dibujo nos muestra al Beto Hernandez de estos últimos años, muy suelto, muy expresivo, con menos atención por los detalles que en décadas anteriores, muy diestro en el manejo de texturas y efectos de iluminación. El creador de Palomar no se casa con una única grilla, sino que va saltando entre distintas opciones (ninguna demasiado experimental ni rupturista) a lo largo de toda la obra. Como siempre, el relato fluye con naturalidad y claridad, y la calidad y la naturalidad de los diálogos son asombrosas. También hay alguna que otra escena muda, alguna escena onírica… de alguna manera hay que llenar 120 páginas en las que prácticamente no hay conflictos.

Si me preguntan, me quedo con el Beto autor de thrillers limados antes que con el Beto autor de slice of life. Me parece que Bumperhead es consecuencia directa del gran éxito que obtuvo el autor con Julio´s Day, su bellísimo slice of life ambientado en el universo de Palomar… pero el truco de magia no le salió tan bien la segunda vez. No es que los personajes no sean interesantes, o incluso queribles, para nada. Incluso la época en la que transcurre la mayor parte de la obra es muy interesante, porque es muy fértil para acompañar la maduración de un joven a través de movimientos que tienen que ver con la música, las drogas, el cambio en el rol de las mujeres… Pero si no le ponés conflictos atractivos, es muy difícil.

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