El camino hacia la grandeza
Hay un grito que une al pueblo “Muerte al Rey”. Las turbas embravecidas crecen por el hastío. Años de desidia y despreocupación de los nobles los han llevado a ese estallido social inevitable. Por supuesto, los nobles viven su propia realidad, desentendidos de lo que pasa en su propia tierra. Lo suyo es el disfrute del momento, los excesos y los lujos. Tal vez la figura más representativa en el reino sea Valkan, ese rey al que no le interesa gobernar. Lo suyo son las fiestas, la diversión hedonista y emborracharse de su propia realidad. Sin embargo, llega un momento en el que esa burbuja de cristal explota y el rey cae mientras la “asesora” del rey, la bruja Baba Yaga lo acompaña, divirtiéndose con sus pesares.
Las primeras páginas de “Ilya, El rey león” pasan por esos lugares comunes archiconocidos. A los autores no les importa, tienen la experiencia y la técnica narrativa para lograr darle una vuelta de tuerca interesante desde la forma y hacer que esta historieta sea una experiencia única. Por un lado, Eduardo Mazzitelli crea un halo de tensión cada vez mayor, un peligro que se acentúa a medida que pasan las viñetas y por el otro, Quique Alcatena nos aleja de la realidad conocida para ahondarnos en esos mundos que solo son posibles gracias a la magia que hace con su tinta.
La historia avanza de manera episódica. En cada capítulo, nuestro héroe se enfrenta a retos que lo ponen siempre en jaque, ya sea en materia de astucia, destrezas e incluso de moral. La magia del Rey León está en la manera en la que Valkan evoluciona de ser un noble hedonista y apático, a quien no le importa en lo más mínimo su pueblo, a una persona que quiere emular un mito. Ser el nuevo Rey León, no por el hecho de el hecho de volver a su pueblo y ser recibido con toda la gloria – a pesar de que intentaran asesinarlo- sino, por una obligación moral. Hay un cambio de mentalidad importante con el pasar de los capítulos y cuestionamientos éticos bastante importantes. Si hay algo que Mazzitelli manejaba como nadie, era encontrar dentro de la épica y la aventura ese espacio donde analizar cuestiones profundas que hacen al ser y mimetizarlas sin que se pierda la dinámica de lo que hace a una historieta.
Alcatena aprovecha la estructura episódica para crear distintas locaciones y criaturas en cada capítulo. En ese desborde imaginativo nos damos con monstruos, guerreros y seres míticos que solamente cobran vida gracias a la pluma del maestro. Lo que es notable es lo mucho que creció en cuanto al dinamismo narrativo. Hay una soltura importante en las secuencias de lucha o aventuras. Quique se divierte en estas páginas y es algo que quedó plasmado. También hay espacio de lucimiento gráfico y muestra de su virtuosismo, que brilla especialmente en el capítulo “Los cuatro jinetes” donde tenemos un importante muestrario de técnicas y estrategias gráficas.
Sin ser la mejor obra de la dupla, “Ilya, el Rey León”, publicado por Primavera Revólver, es una historieta que está muy por encima de la media. Divierte, sorprende y deja en claro dónde está la diferencia entre la mano de los maestros. Con poco pueden hacer maravillas. Leer estas páginas es recordar el enorme talento que tenía Eduardo Mazzitelli y cuanto cariño ponía a sus guiones. Talento y amor por las viñetas. ¡Un grande!
El monstruo del armario
Desde sus primeros pasos en el mainstream como escudero de Scott Snyder, James Tynion IV demostró ser alguien que le dedicaba su tiempo al estudio de las interacciones entre personajes. También ser capaz de crear estructuras narrativas fuertes y muy pochocleras donde pudieran desarrollarse esos conflictos humanos. Por supuesto, mientras se enfrentaban a amenazas que los dejaban de rodillas. Si ya leer esto parece un rompecabezas, plasmarlo en viñetas, hacerlo entretenido y fluido habla del talento y la dedicación del autor. Son cosas que pudimos apreciar en algunas de sus obras clave dentro de DC como Justice League Dark o su paso por Detective Comics. En cierto sentido, esas historias de dramas humanos en medio del pochoclo remiten al Peter David de los ´90 con un toque de la complejidad de James Robinson.
Lo notable es que, incluso habiendo logrado su séquito de seguidores dentro de seres comerciales, Tynion era consciente de que daba para más. Y apostó fuerte. Dio el salto al vacío y comenzó a escribir obras de autor centradas en el terror, lo perverso y lo sobrenatural. Logró su hit de ventas y éxito comercial con “Something is killing children” y sorprendió con “The Woods”. Aun así, hay algunas joyas escondidas dentro de su producción como “The Closet”.
En las páginas de esta obra, Tynion usa un concepto recurrente en el imaginario colectivo del terror, que es el monstruo del armario. Jamie es un niño pequeño que vive aterrado por ese ser que acecha en silencio y sus padres no son capaces de entender. Para ellos es un problema psicológico y punto. Esta criatura es una amenaza constante con las que el guionista crea tensiones enormes en cada viñeta. Está y esto hace que el terror funcione desde la probabilidad. ¿Qué va a hacer?
Sin embargo, el conflicto fuerte se da en los padres Thom y Maggie, una pareja que no está pasando por un buen momento. Las peleas y los gritos están a la orden del día. Aún peor, la toxicidad de la relación es algo que impacta en el espacio donde viven, y también en Jamie. Por esto, deciden mudarse hacia otro estado. Es un viaje largo en auto, que comparten padre e hijo. Maggie, por otro lado, para ganar tiempo, viaja en avión. En ese trayecto Tynion se luce nuevamente en el trabajo psicológico y las interrelaciones. Aparecen las falencias humanas mientras que la criatura del armario sigue haciendo de las tuyas. En este sentido, el trabajo narrativo es para aplaudir. Logra generar un cuestionamiento en el lector de lo que es real o no, pero también dejar muy en claro que hay una amenaza tangible que está llevando al niño a una perdición. Tynion lo deja muy en claro: Lo que asusta es la estupidez humana y su incapacidad de abrir los ojos.
A Gavin Fullerton le tocó plasmar todo eso en viñetas. Apostó principalmente por las expresiones físicas y sobre todo faciales de los personajes. Logró llevar la narrativa hacia terrenos muy claustrofóbicos y limitados. Se luce mucho en los rostros de desesperación y las expresiones histéricas en medio de peleas absurdas. Él logra darle “eso” que potencia el guion.
Esta historia corta, de tan solo tres números fue publicada originalmente por Image en el 2022. En Argentina “El Armario” se consigue la edición de Moztros, con tapa dura y tinte metalizado. Una edición hermosa, hay que admitirlo.
Amor por los clásicos
Es difícil encontrar odas de amor al comic que no se sienten como un falso halago. Por lo general, este tipo de obras nacen de los recuerdos de la infancia, de la construcción de un lugar feliz al disfrutar esos mundos imaginativos. Es el caso de Patrick McDonnell, conocidísimo por su tira Mutts, que sorprendió con “The Super Hero’s Journey”.
Obviamente, es raro pensar en que un autor de humor gráfico, especialmente en formato de tiras, haga una novela gráfica de superhéroes, pero lo logra mediante una técnica atípica. Comienza con unas páginas autobiográficas donde nos narra los domingos comiqueros después de padecer horas en la iglesia. Su estilo está muy refinado en estas páginas y marcan el amor que tiene por Marvel de los ´60. Después da un salto de estilo importante. Usa páginas clave de la era dorada de la editorial para llevarnos en un recorrido arqueológico. Con este collage narrativo de páginas ya editadas, desarrolla una historia donde Doctor Doom está trasladando la energía de la Zona Negativa al Universo Marvel para que la negatividad- valga la redundancia- afecte a los superhéroes, al mundo y así pueda dominar ese universo.
En ese collage de páginas clásicas, introduce de a poco sus propias viñetas, con reflexiones profundas sobre la naturaleza humana y muchas, muchísimas citas de figuras históricas. A mitad del libro, toma control total del dibujo y nos da un deleite de páginas ilustradas en su estilo tan particular, donde Reed Richards, guiado por The Watcher busca la solución a esa negatividad. Avanza con ese mensaje hermoso, que al mismo Mr. Fantastic le cuesta entender. Eventualmente todo se resuelve, y queda en claro que es una oda de amor al comic. Es una obra atípica, muy personal y muy llevadera, pero puede pecar de inocente e incluso, ingenua.
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