Si hablamos de series de robots gigantes, probablemente nadie incluiría a La Visión de Escaflowne en este género. Pero es un hecho que el anime de mechas es muy diverso, y ese es uno de sus puntos fuertes. Escaflowne tenía argumento y ambientación de fantasía heroica; caracterizaciones y relaciones interpersonales con fuertes influencias del shojo; y en medio de eso, unos robots gigantes tan alucinantes como atípicos, los guymelefs. Todos estos elementos, sumados a una ejecución brillante, hicieron de esta serie algo único en su especie.
Con sólo 26 episodios, Escaflowne es una serie que avanza a paso firme y sin episodios de relleno. Apenas arranca la historia conocemos a Hitomi Kanzaki, una colegiala aparentemente común y corriente. Hitomi es aficionada al atletismo y se esfuerza por mejorar su marca en las carreras, aunque probablemente sólo lo hace por estar cerca de Amano, otro corredor del cual está muy enamorada. Su amiguita cargosa, Yukari, completa el cuadro. Hasta ahí parecería un shojo típico, si no fuera porque Hitomi también lee las cartas del tarot y tiene constantes visiones que, un buen día, se hacen realidad y cambian su vida abruptamente. Hitomi es transportada al mundo de Gaea junto con Van Fanel, el chico que aparecía en sus visiones y que resulta ser el nuevo rey de un lugar llamado Fanelia. Lejos de casa y de sus seres queridos, y transportada a un mundo asolado por la violencia, a Hitomi sólo le quedan sus poderes psíquicos para asegurar su supervivencia.
En realidad, Escaflowne no fue la primera serie de mechas ambientada en la fantasía heroica. Hacia mediados de los ´90, Sunrise ya había producido otras series de ese estilo, como Aura Battler Dunbine y Panzer World Galient. Tampoco tuvo la influencia de Evangelion, en el sentido de que posteriormente no hubo otras series que hayan tratado de imitar su temática o su estilo visual. Su impacto está más relacionado con los impresionantes talentos que estuvieron involucrados en su realización, conviertiéndola en una serie que, a pesar de tener muchos elementos familiares, en realidad no se parece a nada que se haya visto antes o después.
Para empezar, el padre de la criatura fue nada más y nada menos que Shoji Kawamori, uno de los creadores más grandes que ha dado la industria del anime. Kawamori ya había revolucionado el género con Macross y sus valkyries, y con Escaflowne le dio otra vuelta de tuerca. Este universo está meticulosamente diseñado hasta el último detalle: vemos varios reinos con culturas diferentes, razas ficticias, una tecnología muy ligada a la magia, y un sublime trabajo de caracterización.
Al concepto original de Kawamori se sumaron los talentos de Kimitoshi Yamane en el diseño mecánico y Hirotoshi Sano, quien dirigió la animación de mechas y le dio vida a los guymelefs. Este equipo de lujo se completó con Kazuki Akane en la dirección, Nobuteru Yuki en el diseño de personajes, Shinichiro Watanabe en storyboards, Yoko Kanno en la música, y Maaya Sakamoto en su primer papel protagónico como seiyuu (además interpreta el opening y varios temas vocales del soundtrack). Quien sea que haya reunido este equipo (cuando muchos de ellos eran novatos) tiene un olfato impresionante, como quedó demostrado con el producto final.
Tradicionalmente, en una serie con robots gigantes el protagonista es el piloto; esta vez, el personaje central es una chica que tiene visiones y que, a pesar de no estar al mando de un robot, con sus poderes tiene una influencia decisiva en las batallas. Más allá de eso, la forma en que Kawamori encara el diseño de mechas es fundamental en el éxito de sus creaciones. Todo comienza con el mundo en que estará ambientada la historia. Los mechas no existen en forma aislada, sino en un contexto, de modo que el diseño mecánico va de la mano con el concepto general de la serie. Para él no se trata sólo de diseñar la parte mecánica, sino de considerar cómo funcionarán todos los conceptos e ideas como conjunto; esto es lo que otorga a la obra la coherencia interna que necesita. Se considera incluso qué clase de gente diseñaría y fabricaría los mechas, y éstos también deben responder a los estándares tecnológicos planteados en la narrativa. Los guymelefs lucen como caballeros del medioevo, con armadura, capa y espada, y tienen un aspecto artesanal, como si estuvieran forjados a mano; además, su funcionamiento interno se basa en cables y engranajes que parecen inspirados en los dibujos de Da Vinci.
Dentro de esta mitología, Escaflowne es un guymelef especial; sólo puede ser piloteado por los reyes de Fanelia y está ligado a su piloto por un pacto de sangre, que se lleva a cabo tras un rito de coronación que incluye la cacería de un dragón y la extracción de su corazón por parte del futuro rey. Sólo Zaibach, el imperio que busca dominar a los demás reinos, posee una tecnología avanzada; eso se ve reflejado en sus guymelefs, que poseen recursos como un manto invisible que usan para obtener ventaja en las batallas. Los diseños de las fortalezas flotantes y naves aéreas también son impresionantes y encajan perfectamente en el universo de la serie.
Ah, sí, también hubo un par de versiones en manga, novelas y una película que es mejor olvidar, salvo por la música de Yoko Kanno. La posta es la serie de TV. Es una de esas obras atemporales y fáciles de recomendar, de esas que te permiten una maratón sin que notes las horas que pasaste frente a la pantalla.
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