En el año 2000, Ed Brubaker incursionaba en el género de la ciencia ficción con Deadenders, su primera y única serie regular en el sello Vertigo. Para entonces, el guionista ya contaba con otras producciones publicadas bajo este sello: por un lado, dos colaboraciones con Eric Shanower, Prez: Smells like Teen President (un one-shot de 1995 basado en el comic de Joe Simon y Jerry Grandenetti), y Small Time, publicada en la antología Gangland de 1998. Además, en 1999 había escrito la miniserie Scene of the Crime, en la que fuera la primera de varias exitosas colaboraciones con Michael Lark y Sean Phillips, y por la cual recibiría nominaciones a los premios Eisner.
Deadenders está ubicada en una sociedad distópica, 20 años después de un evento conocido como el Cataclismo. Este evento ocasionó tal nivel de polución que no hay luz natural, los mares están contaminados, y la población está expuesta a enfermedades por la radioactividad en el ambiente. La ciudad de New Bedlam está dividida en sectores, mediante barreras físicas que separan a los pobres de los ricos, que poseen el beneficio de un sistema de clima artificial que imita las condiciones previas al cataclismo. El personaje central, Beezer, es un adolescente holgazán que sobrevive en ese mundo sin reglas vendiendo drogas; pero lo que lo hace especial es el hecho de que frecuentemente experimenta visiones que, en realidad, parecen ser una ventana al pasado: durante breves instantes puede ver las cosas como eran antes del Cataclismo, y esas visiones parecen ser la clave para resolver las condiciones en que se encuentra su mundo.
La serie se divide en tres arcos principales. El primero consiste en una historia introductoria que narra las ramificaciones de un accidente en el que Jasper, el mejor amigo de Beezer, resulta herido. El segundo arco presenta a Beezer escapando junto a su novia de un traficante. Finalmente, el tercer arco se enfoca en el Cataclismo, mientras Beezer recorre los distritos para encontrar a una chica que tiene visiones similares a las suyas en un intento de desentrañar el misterio de lo que pasó 20 años atrás.
Al tratarse de una obra escrita cuando el guionista aún estaba aprendiendo su oficio, es evidente que no nos encontramos ante un trabajo pulido. Aún así, Deadenders es un experimento interesante, sobre todo leyéndola varios años después de su publicación y comparándola con sus producciones posteriores. Para empezar, Brubaker aquí incursiona en un género que le resulta ajeno, el de la ciencia ficción. Quizás la intención haya sido probar un género diferente al que hoy identificamos con él, y sin embargo, los momentos mejor logrados de la serie son aquellos en los que el guionista recurre a la narración en primera persona, la técnica por excelencia del policial negro. Otro detalle a destacar es el particular estilo visual de la serie que, a pesar de presentar un mundo futurista, nos remite a los años 60, tanto en el vestuario como en los estilos de peinado y las scooters que los chicos usan para trasladarse.
Los personajes de los trabajos más reconocidos de Brubaker tienden a ser hombres de mediana edad agotados por toda la violencia que vieron a lo largo de sus vidas; en esta serie, gran parte del elenco está conformado por chicos que no pasan de los 20 años y que, por lo tanto, no conocen otra cosa que ese mundo en ruinas que les dejaron los adultos. Al avanzar la lectura se vuelve evidente que, si bien los hechos planteados por el argumento son el hilo conductor, la esencia de la serie no es el cataclismo ni las visiones de Beezer, sino los mismos personajes. Al igual que en Criminal: Last of the Innocent, Brubaker incorpora homenajes a los comics de Archie popularizados en la década del 40. Prácticamente todos los personajes de Deadenders tienen su paralelo en Archie, arquetipos fácilmente identificables que podemos encontrar en cualquier slice of life y que son el motivo por el cual Archie ha permanecido durante tanto tiempo.
Entonces, si dejamos de lado el entorno apocalíptico, lo que queda son las complejidades de las relaciones personales, que es donde reside la esencia de la serie. Una y otra vez, Brubaker se aparta de los planteos del argumento para pasar tiempo junto a estos personajes y sus pequeños problemas. Números completos están dedicados a ellos, como aquel en el que Danica, la novia de Jasper al comienzo de la serie, inicia un amorío con Beezer mientras ambos tratan de sobreponerse a la pérdida. Viendo las cosas desde la perspectiva de los personajes, queda claro que la temática central es cómo se siente ser joven y el desafío que representa convertirse en adulto. Deadenders en definitiva puede considerarse como una transición entre los inicios de Brubaker y las obras que lograron plasmar todo su potencial como guionista. El fuerte elemento de nostalgia y las alusiones a Archie la convierten en una especie de semillero de lo que más tarde sería Last of the Innocent, siendo Beezer el prototipo del héroe enfrentado con un mundo hostil.
Quizás debido al poco impacto que genera en el público de los EEUU el trabajo del dibujante Warren Pleece (mucho más valorado en su Inglaterra natal) Deadenders nunca logró imponerse en el mercado y terminó abruptamente en Julio de 2001 luego de apenas 16 episodios. Tras el final, Vertigo edita otra miniserie escrita por Brubaker, Sandman Presents: The Dead Boy Detectives, un spin-off de la obra creada por Neil Gaiman, con hermosos dibujos del maestro Bryan Talbot.
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