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NOTAS

Adolf

Osamu Tezuka nos regaló sobre el final de su incomparable carrera un ensayo antibelicista como nunca se volvió a ver en el mundo del comic.
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Miércoles 16 de mayo, 2018

¿SE LO IMAGINAN AL DIOS DEL MANGA AL FRENTE DE UN RELATO SIN CIENCIA-FICCION, SIN SERES MITOLOGICOS, NI ELEMENTOS FANTASTICOS DE NINGUNA INDOLE? ¿SE LO IMAGINAN COMPENETRADO EN UN TESTIMONIO DESGARRADOR ACERCA DE COMO LA GUERRA (Y LA INTOLERANCIA Y EL ODIO QUE LA SUSTENTAN) PUEDE HACER MIERDA A UN MONTON DE GENTE BASICAMENTE BUENA? NO HACE FALTA IMAGINARLO. LA HISTORIA EXISTE, SE PUBLICO ENTRE 1983 Y 1985 EN LA REVISTA SHUKAN BUNSHUN Y SON CASI 1300 PAGINAS QUE TE INVITAMOS A DESCUBRIR O REVISITAR.


LA HISTORIA DE LOS TRES ADOLFS
 

Adolf ni Tsugu (o Adolf, a secas), es una de las últimas obras de Osamu Tezuka y el digno broche de oro de una carrera plagada de éxitos tanto comerciales como artísticos. El creador de Astroboy fue un autor que constituyó su obra con el correr de los años, y la enriqueció a medida que su propia madurez profesional y emocional evolucionaba.

En este comic, Osamu utilizó como vehículo la historia de tres Adolfs para plasmar de manera muy sólida sus mayores preocupaciones sobre el género humano. Adolf comienza en las olimpiadas realizadas en Berlín en 1936, las cuales sirvieron como plataforma ideológica para que una Alemania, humillada y derrotada tras la Primera Guerra Mundial, pudiera comenzar a erigirse como potencia mundial bajo el ala del nazismo. Toge, un periodista japonés que trabaja en la cobertura del evento, se ve envuelto en un complot que tiene como objetivo derrocar al nazismo mediante la publicación de un documento que prueba el origen judío del Tercer Reich. Toge será el involuntario narrador y protagonista de la historia de los tres Adolfs, que son el propio Hitler, Adolf Kamil (un niño judío proveniente de Alemania que vive en Japón) y finalmente Adolf Kaufmann, otro chico que vive en Japón y cuyo padre alemán simpatiza con el nazismo.

Ambos niños son grandes amigos a pesar del disgusto que le genera a cada familia esa amistad, y el vínculo peligra cuando el padre de Kaufmann, un importante diplomático, lo envía a su hijo a Alemania para que estudie y forme parte de las juventudes hitlerianas.

El grueso de la saga es narrado con la Segunda Guerra Mundial de fondo. Finalmente la historia de los muchachos culmina durante el conflicto palestino-israelí, y es el mismísimo Toge el que le da un cierre a la historia en 1983 (mismo año en el que se comenzó a publicar el comic).

FICCIÓN Y REALIDAD

Para Adolf, Tezuka volvió a utilizar un recurso argumental que ya había probado con bastante éxito en Buda: darle a una historia de ficción un marco verídico. La Alemania nazi y los ecos que esa política fascista producía en Japón le permitió al artista hacer una muy sólida declaración de principios acerca de los derechos humanos, tema que es en gran medida el eje de la obra del autor. Tezuka, hombre reflexivo acerca de la relaciones humanas y cómo se construyen, escribe con Adolf un ensayo antibelicista como nunca se volvió a ver en el mundo del comic.

La investigación que llevó a cabo el historietista nipón debe haberle requerido una cantidad de tiempo considerable, porque es asombrosa la infinidad de datos históricos que introduce en la historieta y cómo Tezuka utilizó eventos puntuales para relacionarlos con los diversos personajes que pueblan las páginas de este comic. La muerte de Hitler y Eva Braun, la importancia del periodista/espía Richard Sorge, el final de Rommel, etc., todos esos acontecimientos están intercalados en Adolf con una eficacia sorprendente, ya que Tezuka no se limita a narrar hechos de manera fría para hacer gala de sus conocimientos, sino que se encarga de que sus personajes formen parte activa dentro de esos sucesos para poder darle al comic un nivel mayor de verosimilitud.

HARDCORE NO KAMISAMA

Al igual que en buena parte de la última etapa de la obra de Tezuka, el sexo y la violencia en Adolf guardan una estrecha relación y surgen constantemente. Hay dos violaciones a lo largo de la historieta y ambas suponen un violento quiebre para las víctimas y los victimarios. La primera sucede entre Toge y Rosa. El primero canaliza su ira e impotencia apropiándose del cuerpo de quien es la hija del asesino de su hermano. Rosa permanece callada y no ofrece resistencia física, es como si utilizara su cuerpo a modo de disculpa ante Toge por los problemas que le causó; y éste con esa unión corporal, sella su propio destino: involucrarse con la lucha que inició su hermano, una lucha cuyo objetivo es eliminar al partido nazi mediante la publicación de esos documentos que prueban la ascendencia judía de Hitler.

El segundo hecho, uno de los momentos más violentos y desgarrantes del comic, es cuando Kaufmann viola a la prometida de Kamil: Elisa.

Tiempo atrás, un Kaufmann enamorado había hecho escapar a la joven judía para que no terminara sus días en un campo de concentración, y por eso la manda a Japón. Cuando Kaufmann vuelve a su país natal y se encuentra con que su amigo Kamil está comprometido con la muchacha, se siente traicionado y resuelve violarla para que vuelva con él. Este momento, uno de los mayores logros climáticos de Tezuka, da por finalizada la relación entre los dos amigos. Y el eje de la historia finalmente se rompe. Elisa queda psicológicamente inestable y Kaufmann termina de mostrarle a los lectores que su nivel de inhumanidad, producto de su educación nazi, ya es absoluto.

La violencia es a lo largo de Adolf el idioma universal. Prácticamente no hay un sólo personaje que no sea golpeado, torturado o asesinado a lo largo de los tomos que componen la obra. Para Tezuka, un hombre que defiende la vida por sobre todas las cosas, debe haber sido muy doloroso mostrar la violencia como método único para solucionar las disputas. Claro que si tenemos en cuenta quiénes son los protagonistas y en qué ambientes se mueven, sería inocente pensar que se puede prescindir de la violencia para mostrar de qué forma se obtenían resultados. Y aunque la violencia a más de uno pueda parecerle excesiva, nunca es gratuita. Toge recibe picanazos, tiros, golpes a puño limpio, golpes con objetos varios, pero se los banca porque sabe que esa es la única manera de poder acercarse a su meta. Es la forma de Tezuka para transmitir el nivel de abuso y de violencia que se vive durante una guerra, y como hasta el más inocente puede ser corrompido por las circunstancias.

ADIÓS A LAS ARMAS

Es evidente que Tezuka descree de cualquier tipo de nacionalismo para justificar una guerra, ya que la pérdida de innumerables vidas humanas es de por sí indefendible. Yoshio Honda, el sobrino de la geisha asesinada e hijo del militar Honda, es el personaje que mejor transmite los valores humanistas que tanto le interesaban al autor. Honda rechaza abiertamente la violencia (aunque la utiliza) y, según sus propias palabras, no cree en “los patriotismos que se basan en la opresión a otros”; para él el patriotismo es sólo una excusa para justificar una guerra. Yukie, la madre japonesa de Kaufmann, es el otro personaje que tiene una ideología similar a la de Yoshio, ya que repudia la idea de hombres divididos por países o nacionalidades, cuando en realidad un hombre se constituye a través de su familia, y que es justamente una familia la que nos hace iguales. Ella no entiende cómo a pesar de esa igualdad, el odio puede tener lugar entre los hombres.

Como mencionaba antes, Tezuka se desentendía de los nacionalismos, ya que según su mirada esa clase de fanatismo sólo daba por resultado nuevas guerras y muertes (si Osamu viviese hoy, estaría desconsolado).

LA EXCUSA

El documento motor de la historia, aquel que revela la ascendencia judía de Hitler y que realmente muchos creen que existe, ¿es realmente tan importante? Para nada. Y es notable cómo Tezuka lo utiliza como vehículo narrativo para trasladar la historia de Japón a Alemania, de Toge a Kaufmann, etc. El historietista no podría haber creado mejor gancho narrativo. Un tesoro que todos están desesperados por conseguir, y que de manera caprichosa aparece y desaparece constantemente. A medida que la historia avanza, el documento queda en un segundo plano, a favor de que los lectores prioricemos, como le importaba a Tezuka, el destino de los personajes y no, como parece a priori, el destino del esos papeles confidenciales.

Al comenzar la historia, los tres Adolfs son diferentes, en mayor o en menor medida. Los dos niños son quienes más sufren esta historia: al principio del manga ellos tienen una visión del mundo que inexorablemente se distorsiona, resultado de una brutal guerra. Y al finalizar la historia los personajes son víctimas de las circunstancias. Ambos amigos experimentan diferentes grados de locura que los convierte en pobres reflejos de lo que pretendían ser. La guerra, de una u otra manera e indefectiblemente de lo cercana o lejana que la tengan, los empobrece como seres humanos. Hitler siempre fue un loco, eso no es novedad, pero a él también lo enferma esa guerra que lo aleja de sus propios colegas, quienes tiempo atrás habrían dado la vida por él. Kaufmann y Kamil, por otro lado, se transforman en monstruos. Su amistad se cae a pedazos y sus vidas quedan deshechas. Lo que hicieron o lo que les hicieron los envilece de manera total, dándole la espalda a los ideales que tenían en la niñez.

Toge, quizás el único que no pierde su objetivo durante el relato, es la persona mejor capacitada para perpetuar los valores que se diluyeron en la guerra pero que hay que intentar reestablecer a través de las generaciones, esos valores que a Tezuka tanto le interesaba transmitir con historias como Adolf. Lo miserable que es una guerra, lo importante que es una vida humana por sobre todas las cosas y resaltar, como dice el mismo personaje al finalizar la historia, “la verdadera naturaleza de lo que es justo”.