Últimamente estoy leyendo más manga que otra cosa. Por nada particular, son temporadas. Capaz el próximo año tenga el raye místico de comics francobelgas que sólo el Jefe Accorsi conoce.
¿Y por qué les cuento esto? Seguramente porque me van a leer seguido por acá escribiendo sobre manga, para romper un poco con la rutina. Y particularmente, hoy tengo ganas de comentarles sobre un manga Shonen (orientado a varones jóvenes) que empezó a salir hace relativamente poco tiempo (dos años). Boku no hero Academia (僕のヒーローアカデミア Boku no Hīrō Akademia), del autor Kohei Horikoshi.
Esta simpática obra semanal (como la mayoría de los shonen) que lleva apenas 115 episodios (o 116, depende cuánto tarde la nota en aparecer), nos cuenta con suma simpleza y obviedad, que vivimos en una sociedad donde la gente empezó a nacer con algo llamado “Kosei” (palabra que significa individualidad, talento nato, algo que te hace único). El kosei básicamente te da habilidades o poderes. Sí, es una sociedad de mutantes de todos los colores, gustos y sabores. Y existe una organización legal de héroes, para combatir a los villanos con poderes.
El protagonista es un chico de 15 años llamado Izuku Midoriya. La particularidad de Midoriya es que nació sin kosei. Parte de una minoría, es una persona normal. Víctima del bullying por sus compañeros que sí tienen habilidades. Bakugou, un amigo de la infancia de Midoriya, tiene un talento muy grande con su poder (lean la obra y se enterarán cuál es) y eso lo volvió lo más parecido a un delincuente juvenil. Egocéntrico y forro, el típico pendejo de mierda que se merece una buena cagada a piñas.
El sueño más grande de Midoriya siempre fue ser un héroe, como su amigo (o ex amigo?) Bakugou. Pero, ¿un héroe sin kosei? La vida le jugó una mala pasada a este muchacho, que se desvive por los héroes y lleva una libreta con anotaciones sobre sus poderes, capacidades, y demás detalles. Un fanático, digamos. Un fanático que anhela entrar en la academia de héroes más prestigiosa, U.A. (“Yuuei”, que es como pronuncian los japoneses las siglas en inglés). Pero todos los fanáticos tienen un ídolo puntual, y en este caso, no es otro si no el héroe más poderoso del mundo, el símbolo de la paz: All-Might.
All-Might es un tipo que siempre sonríe. Una montaña de músculos. Es invencible. El héroe Número Uno del planeta, el más popular y amado por todos. Es un Superman que no tira rayos, pero con esa espectacularidad y exageración que sólo vemos en el manga. Aparece dibujado con trazo grueso, un elemento estético muy interesante que hace que destaque y contraste con el resto.
Para concluir la introducción de la trama, digamos que Midoriya tiene la suerte de encontrarse con su héroe All-Might, al que le pregunta si él podría convertirse en un héroe pese a no tener poderes, y tras una charla y un sinceramiento personal por parte de All-Might sobre cuestiones personales, la respuesta es negativa (digamos que le rompe el corazón al protagonista).
Pero luego (al toque, eh) acontece cierto incidente con un villano, que envuelve a Bakugou como víctima. Vuelta de tuerca, Midoriya intenta salvar a su compañero para sorpresa de todos los presentes que no se animaban a involucrarse. All-Might entra en escena, salva el día, y tiene una charla con Midoriya. Una charla en la que le cuenta más sobre su poder heredado, un poder que se pasa de persona a persona. Felicidades, Midoriya, conmoviste al hombre más poderoso del mundo y te acaba de nombrar su heredero. Estás un paso más cerca de tu sueño. Pero a duras penas una persona normal pueda contener un 1% del poder total de All-Might… hace falta entrenamiento.
Adivinen a qué escuela va a entrar. Y quién va a ser uno de sus profesores. El destino fue puesto en marcha, ya tenemos a nuestro protagonista con un futuro.
Boku no Hero Academia arrancó con el pie derecho. Tuvo una recepción abrumadora y es un éxito entre los lectores. Mucha gente (y me incluyo), la consideran como esa obra que puede llegar en algunos años, a estar en ese podio indiscutido en el que está One Piece hace ya tanto tiempo, y varias obras intentan siquiera arrimarse a compartir un poco de éxito y gloria (como Naruto o Bleach, aunque me parezca una desgracia siquiera considerar a esta última).
Lo jugado del comic es esa visión del autor de incluir el concepto de héroe y villano. Es algo que nosotros estamos acostumbrados por Marvel y DC. Pero en Japón eso no se ve. Si bien están delimitados los personajes y se entiende perfectamente el tema del Bien y el Mal, ni Goku ni Luffy son llamados superhéroes, pese a tener poderes y ser buenos. Acá sí, acá son HÉROES, tienen trajes, tienen nombres de héroes como se acostumbra en Occidente, son aclamados por el pueblo, son amados, tienen una imagen…. y luchan contra tipos con planes turbios también disfrazados.
Kohei Horikoshi juega con muchísimos conceptos interesantes y a la vez entretenidos. Y sin embargo, estamos ante un manga con un protagonista de 15 años en la escuela, así que las aventuras de su clase, sus compañeros, la amistad, amoríos, profesores, rivalidades y el desarrollo de poderes, poco a poco, son el condimento básico que le da su marca registrada no sólo a esta obra, sino a todo el género Shonen. Exámenes, competencias, campamentos. Superación, villanos. Aventuras que garpan. Un lector del género ya sabe cómo es la movida del crecimiento personal, el encuentro con enemigos más poderosos, superar los límites.
El estilo de dibujo está muy bien. Cumple con casi todos los clichés del manga, pero a su vez dota de mucha originalidad los diseños de personajes, los detalles y las individualidades. El tipo cumple muy bien y sus diseños son agradables a la vista, son simpáticos. No chocan. Hay un fuerte contraste, hay personajes espantosos, diseños raros y trajes de “héroes” con muchísima onda. Tranquilamente la clase de Midoriya podrían ser Quentin Quire y sus subversivos en New X-Men, la variedad es agradable. La secuencia narrativa es dinámica, los movimientos y estilo acompañan. Las escenas de pelea tienen muchísima onda, los detalles y las expresiones cumplen perfecto… y las pocas páginas o portadas que vemos a color son una maravilla, muy coloridos pero no desentonan en lo absoluto con la obra, que pese a tener momentos jodidos, siempre transmite esa buena onda, esa alegría artística.
¿Los poderes? Marvel la pifió en no contratar a este tipo. Seguramente podría inventarse dos o tres subsidiarias de la escuelita de Xavier él solo y llenarlas de alumnos.
En el mundo ficticio que se nos presenta, ya nos tiran un par de ideas y conceptos interesantes: Organizaciones gubernamentales, agrupaciones de villanos organizados, cuestiones sociales, matrimonios por arreglo para dar a luz niños con poderes particulares o mejorados, experimentos genéticos, ideologías y rivalidades. Este tipo de obras están concebidas para ser largas, duraderas. En general, al pasar el tiempo y con el éxito cosechado, vamos conociendo más sobre la cosmología que Horikoshi tiene en mente. Particularmente, noté que el autor tiró toda la carne al asador en su segundo año de publicación, me cuesta concebir cómo va a seguir ahogándonos en esos momentos culminantes, ese clímax que logró allá por los episodios 90 al 95. Pero se nota que Horikoshi sabe lo que hace, así que claramente, voy a seguir leyéndolo con mucha emoción semana a semana.
Si no leés en japonés, ponete contento: Planeta Comic adquirió la licencia y el mes pasado inició su publicación en España. Por otra parte, Viz lleva editados 6 volúmenes en inglés.


