Depresión a flor de piel. Así podemos definir la década del ´70 para Osamu Tezuka en todo sentido. Ya había renunciado a Mushi, su propia empresa de animación que solo le daba dolores de cabeza y sufrimiento, unos sentimientos que se verían reflejados en su obra, un volantazo absoluto donde se abandona todo atisbo de esperanza y alegría para darle paso a la sordidez, a la desidia… En otras palabras, el período gekiga. Aún así, el gekiga -al igual que otros géneros historietísticos- se basa en una serie de reglas establecidas, donde una de ellas es la ausencia total de elementos fantásticos de todo tipo, algo que Tezuka utilizará de todos modos en varias obras de este período oscuro. Esta es probablemente una de las más fantasiosas de todas.
Entre Septiembre y Diciembre de 1970, mientras continuaba con Canción de Apolo, Oda a Kirihito, El Libro de los Insectos Humanos, la interminable Fénix y estaba por empezar Alabaster, dentro de la revista Bessatsu Shonen Magazine (de Kodansha), comienza a serializar Bomba! Antes de empezar a hablar de este manga, fíjense en el dato: en su momento más oscuro, quizás a punto de tocar fondo, el maestro estaba haciendo seis títulos distintos, y nada de cosas infantiles como Astroboy. Acá el Dios del Manga se estaba metiendo con fuerzas oscuras, con personajes carentes de escrúpulos capaces de matar a cualquiera que simplemente los mirara mal. Y de esto último es que trata este manga: la historia de Otani Tetsu, un pibe completamente desdichado y sin amigos, con una madre maltratadora y un padre que no tiene ningún tipo de interés por él. De golpe, siente que una fuerza extraña lo acecha, el espíritu de un caballo de guerra que obedece sus órdenes. Esto en manos de un preadolescente perturbado y enamorado de su profesora del secundario que también esconde sus miserias, solo puede terminar mal y vaya que es así.
Para ser una obra bastante jodida, también tiene bastante de absurda, una característica (que ustedes pueden juzgar si esto es positivo o negativo) de la que luego Tezuka se deshace por completo. Muchas de las cosas que pasan, la aparición del caballo fantasma incluido, salen un poco de la nada y sin mucha justificación al respecto; simplemente ocurren. Algunas de estas situaciones están para tensar el aire y que comiencen a ocurrir las tragedias sin ninguna clase de trasfondo. Tezuka reconoció en los comentarios que hizo sobre la obra cuando se recopiló en el Complete Manga Works, que estaba en un período de prueba y error, donde a veces los cambios ocurrían dentro de la serialización misma, lo que “justifica” en cierta manera la cantidad de volantazos que tiene la narrativa.
Así como en otros mangas de Tezuka se habla de la desidia humana a causa de una total ausencia de empatía, en Bomba! el motor parece ser algo más unitario, como el odio mismo. De hecho, las acciones criminales de Tetsu las realiza él solo, y él es el único que sabe que es lo que pasa con los misteriosos accidentes. No hay realmente una búsqueda por parte del villano/protagonista principal hacia algo más (ya sea trascender o lograr un objetivo), sino que simplemente está en total descontento con la humanidad, porque su mamá era una prostituta y su padre un tipo que se quedó con ella solo porque la embarazó. Su existencia comienza así, por un hecho fortuito e indeseado y que lo va a perseguir para siempre en niveles sentimentales. ¿Será que Bomba! es un reflejo descarnado de cómo se sentía Tezuka para adentro, con odio porque su empresa fracasó y porque se sentía alejado de la historieta japonesa? Él reconoció muchos años después de publicados estos libros que no tiene un grato recuerdo de ellos porque le recuerdan ese horror vivido. Y quizás un manga no haya alcanzado para exteriorizar el horror y sacárselo del sistema.
Pocas obras deben reflejar la soledad de manera tan cruda como ésta, cuyas primeras páginas, bastante vanguardistas a nivel construcción (con planos ubicados de formas raras y retratando edificios), nos presentan a Tetsu completamente solo, perseguido por algo que no llegamos a ver, con un trabajo de sombras muy distinto al que solía aplicar Tezuka en sus dibujos. Hay también una respuesta, me arriesgo a decir, a aquellos artistas de la Garo que adoptaron la nouvelle vague francesa como estilo gráfico, con imágenes absolutamente expresionistas, con fondos en blanco y negro, repeticiones y momentos oníricos, a lo Seiichi Hayashi.
Y justamente su estilo artístico alcanza acá un estado superlativo, con un inusitado realismo por momentos, pero también con una particularidad: los ojos de Otani son distintos a los ojos de los demás. En lugar de esos clásicos faroles gigantes, vemos dos garabatos circulares, que le dan un aire de extrañeza total, un reflejo de los sentimientos oscuros del autor. Toda la grandeza artística que vemosen Bomba!, que se amalgama con algunos momentos slapstick, van a estar completamente amplificados en las obras que vinieron durante o después.