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NOTAS

DChechos (parte 5)

En los últimos 40 años, DC acostumbró a sus lectores a dejarse estafar una vez por año con sagas repletas de crossovers que prometen cambiar todo y rara vez cambian algo.
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Miércoles 22 de octubre, 2025

A 90 años de su creación, DC Comics ha pasado por muchas cosas y se ha enfrentado a muchas tomas de decisiones. Si bien por haber subsistido hasta hoy, uno podría pensar que la mayoría de sus disyuntivas fueron resueltas correctamente, está claro que cuando metieron la pata lo hicieron con todo. En esta serie de notas armamos un podio con las que entendemos son las diez peores cagadas que se mandaron, las diez veces que sus decisiones resultaron una poronga. Algunas les parecerán menores, otras son terribles; algunas apenas trascendentes para un guion, otras hubiesen cambiado el curso de la Historia. Las cagadas aquí postuladas no están ordenadas por su magnitud, sino por la fecha en que fueron mandadas. Esta vez analizaremos cómo DC adiestró a los lectores a comprar sagas que crossoverean entre muchos títulos año tras año, a costa de la calidad y la trascendencia.

En la pre-historia de los infinitos eventos crossovereados, podemos encontrar -ya en 1964,-lo que años después se llamó Zatanna’s Search, apenas una aventura que corría por varios títulos (Hawkman nº 4, Detective Comics nº 336, The Atom nº 19, Green Lantern nº 42, Detective Comics nº 355, Justice League of America nº 51 y si sos muy completista, DC Special Blue Ribbon Digest nº 5), con apenas un valor arqueológico -si no afectivo- por ser el primero y muy Silver Age. Pero todos sabemos que la madre de los crossovers intra-editorial en DC es la ya mitológica Crisis on Infinite Earths de 1985, a cargo de Marv Wolfman, George Pérez y compañía, con más de 40 crossovers oficiales. El éxito de ventas, la mejora de las ventas de los otros títulos, los personajes muertos, las Tierras eliminadas y una nueva continuidad que supuestamente arreglaba todas las cagadas previas que DC arrastraba desde 1935, entronizaron a esta saga y a este modelo de ‘evento anual’.

Si con Crisis lograron sacarle más plata a su público -y traer nuevos lectores- era claro para los directivos de DC que tenía que haber una secuela, una repetición en la explotación del concepto ‘evento que sacuda al universo y haga interactuar a la mayor cantidad posible de personajes para aumentar la facturación de la mayor cantidad posible de revistas’. Si bien Crisis 2 sonaba demasiado a estafa (como la Secret Wars 2 de Marvel) y era impracticable, la ‘continuación’ fue Legends -entre Noviembre de 1986 y Abril de 1987, de la mano de John Ostrander y John Byrne-, con apenas seis partes y 22 crossovers. La historia y el dibujo están muy bien, pero había que facturar más. Al año siguiente (entre Enero y Febrero del ’88) llega Millennium, ocho partes en una demencial periodicidad semanal con 39 crossovers y una historia que trata de salir de lo intrascendente para hundirse en lo rebuscado, o al revés. Steve Englehart escribe y Joe Staton dibuja lo que debió haber sido una saga de Green Lantern y exigió sacudones -a veces ridículos- a gran parte del DCU. La intención del achaco es tan clara que parte de la historia principal sucede en los crossovers, para obligarte a leer todo si querés entender qué está pasando. Y si creías que de ahí en más ibas a tener un ’88 tranquilo, en ese Diciembre aparece una saga que involucra a todo el Universo DC: Invasion! Keith Giffen y Bill Mantlo generan una buena excusa para meter a todos los títulos del presente del DCU con buenos dibujantes y un formato nuevo: tres libros mensuales y más de 40 revistas que se alimentan de esta invasión alienígena y sus consecuencias.

Para 1989, parece que DC entendió que sacar cualquier evento a las apuradas no garantiza el desembolso del público y no hay un mega-evento de proporciones cósmicas. Lo más parecido que podemos encontrar es el Janus Directive, una muy bien trabajada línea argumental que corrió entre Mayo y Junio en los títulos a cargo de Paul Kupperberg, John Ostrander, Kim Yale, Cary Bates y Greg Weisman: Checkmate, Suicide Squad, Manhunter, Firestorm y Captain Atom (once crossovers oficiales, pero faltan un par sin el logo de Janus muy interesantes). El ’90 también fue un respiro para el cliente de DC, una especie de tomar carrera para lo que se venía. En 1991 se superponen dos mega-eventos: Armageddon 2001 y War of the Gods. El primero corre por los anuales (Mayo a Octubre) entre dos bookends, pergeñados por Archie Goodwin, Dennis O'Neil y Dan Jurgens (más 12 Annuals y el nº670 de Action Comics). Una floja historia con viajes en el tiempo y un final modificado para perder toda trascendencia.

Por el lado de War of the Gods, tenemos una miniserie de cuatro partes (entre Septiembre y Diciembre) escrita por George Pérez, que también hizo la puesta en página y escribía Wonder Woman. Cada uno de los números de la serie troncal tenía 48 páginas y terminaba en el epílogo no-oficial, el nº 62 de W.W., último número a cargo de Pérez. Veinte crossovers sin muchas ganas, sin explotar a fondo la relación entre los superhéroes y las deidades, sin compromiso de los otros guionistas que todavía estaban tratando de entender qué había pasado en Armageddon.

 

Con el formato de los bookends y la historia que corre entre anuales, llegó en 1992 Eclipso: The Darkness Within, a cargo de Keith Giffen, Robert Loren Fleming y Bart Sears. Dieciocho anuales tal vez sea mucho, pero la historia base está bastante bien. El gran evento del año 1993 corre por 23 anuales, entre Bloodlines y Bloodlines: Bloodbath (en Diciembre, escritos por Dan Raspler). En 1994 los anuales comparten solamente la temática (todos Elseworlds) y el evento grande es la batata cósmica creada por Dan Jurgens: Zero Hour, con errores de continuidad, viajes en el tiempo confusos y unas claras ganas de avechuchear a los lectores. Cinco números (del 4 al 0), 30 crossovers oficiales y al terminar la saga TODOS los títulos de DC lanzaron su número Cero. Pasá por caja. En 1995 todos los anuales tuvieron la temática Año Uno, y el evento cataclísmico universal fue Underworld Unleashed: tres números quincenales a cargo de Mark Waid y Howard Porter con 32 crossovers. Un delito a mano armada. Al año siguiente llegaría Final Night, cuatro números entre Julio y Noviembre, creados por Karl Kesel y Stuart Immonen, que se las rebusca para impactar en todo el presente del DCU con apenas 20 crossovers.

Sigamos solamente con los eventos, sin ver los anuales que comparten temática: en 1997 John Byrne trata de sumar títulos a su Genesis, pero fracasa rotundamente, mientras que al año siguiente, Grant Morrison y Val Semekis presentan cuatro números de DC One Million que abren la puerta al número 1.000.000 de más de 35 títulos de la editorial. No todos, pero la mayoría vale la pena. En 1999 entre el nº 19 de Legends of the DC Universe y el Martian Manhunter Annual 2, hay otros siete anuales cuya trama crossoverea en torno a un concepto delirante: JLApe: Gorilla Warfare! Como si esto fuera poco, durante Noviembre, Geoff Johns y Matthew Smith presentan cinco números de Day of Judgment, que genera 15 crossovers y un especial Secret Files & Origins.

Saltamos a Agosto de 2001, cuando con base en los títulos de Superman se desarrolla Our Worlds at War, que conlleva más de 40 crossovers. En 2004 se publica Identity Crisis (por Brad Meltzer y Rags Morales); son siete números y una docena de crossovers, que intentaron una cosa y salieron para otro lado. Ya para 2005, DC sale a chorear con Countdown to Infinite Crisis, ideado por Geoff Johns, Greg Rucka y Judd Winick con series extras como Day of Vengeance, OMAC Project, Villains United o Rann–Thanagar War y casi 30 crossovers. Y entre Diciembre de 2005 y Junio de 2006 aparece Infinite Crisis, que conlleva 104 revistas bajo este gran paraguas generado por Geoff Johns y Phil Jimenez. Un achaco con la excusa de festejar los 20 años de la Crisis original y tratar de arreglar(de nuevo) los kilombos de la continuidad.

Llegamos así a los 52 números hasta el One Year Later, y podemos saltar hasta Final Crisis, (con su Countdown to Final Crisis) a partir de mayo de 2008. Grant Morrison y J.G. Jones sacuden el DCU hasta el séptimo número, en Marzo de 2009, con casi 50 revistas relacionadas. En Junio de 2009 sale el nº 0 de Blackest Night, que termina en el 8, en Mayo de 2010, con más de 60 tie-ins (Geoff Johns, Ethan Van Sciver, Peter Tomasi y otros son los responsables de este evento necrofílico). Debe haber funcionado bien, ya que Johns y Tomasi son los culpables de Brightest Day (24 partes y más de CIEN revistas relacionadas) entre Junio de 2010 y 2011. Al mes siguiente se lanza Flashpoint (otra de Johns) que desembocará en el New 52. Y de ahí, Convergence, Rebirth, Dark Nights: Metal, Heroes in Crisis, Dark Nights: Death Metal, Doomsday Clock, Generations, Dark Crisis on Infinite Earths, Absolute Power... Todo demuestra que DC está desesperada por el dinero de su público y en lugar de historias inteligentes y pensadas, sacan cualquier cosa que obligue a los lectores a gastar más plata. Sin una continuidad fuerte detrás, sin una idea central importante que afecte de verdad a los personajes. En aras del crossover que enganche a todos los títulos de la editorial para facturar más, se sacrifica todo. Pero aún así, hay público que lo compra.