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NOTAS

Dead Dead Demons DeDeDeDe Destruction (parte 3)

Tercera y última parte de la nota que revive la increíble obra del maestro Inio Asano.
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Lunes 27 de octubre, 2025

Otro detalle que hace muy único a Dead Dead Demons: cada tomo (o casi, pero no spoileemos) está enmarcado en otro manga, Isobeyan, que no es sino la parodia intrauniverso de Doraemon, un vestigio de la idea original de revitalizar el famosísimo concepto de Fujio Fujiko de un bicho del futuro que viaja a nuestro presente para ayudar a un estudiante de primaria, a quien le presta su tecnología futurista. La versión Asano de esto (quien ya había probado suerte con el gag manga en Ozanari-Kun, uno de sus proyectos menos conocidos) es progresivamente más cínica, de un humor más negro, sin resolver nunca ninguna moraleja concreta.

Pero ¿a qué viene el segmento de Isobeyan? Asano comienza cada tomo con las primeras páginas de un capítulo random de ese ficticio manga para chicos y, cuando arranca la serie de verdad, te lo conecta con que algún personaje justo lo estaba leyendo al momento de arrancar el capítulo. La imagenería de Isobeyan y el fanatismo que tienen por el personaje Ontan y, sobre todo, Kadode es un elemento clave y recurrente a lo largo de toda la serie y un ícono en sí mismo de DeDeDeDe. Además, con mucho taquito, Asano encuentra la forma de meter algún elemento del capítulo de Isobeyan en el volumen que enmarca, desde una mención al pasar hasta que de hecho exista la versión “real” del invento presentado en ese tomo. Los capítulos de Isobeyan se vuelven progresivamente más extraños, Asano juega cada vez más con la idea de que su manga está metido en un sánguche de otro manga y mete cada vez más intertexto y vuelve más jugosa a la lectura.

Si bien esto era un manga agridulce de chicas que pasan sus vidas tranquilas al filo del apocalipsis, las cosas no tardan en ponerse pesadas. Las subtramas empiezan a complejizarse. La situación internacional se pone más densa. El propio manga empieza a volverse más ominoso, más explícito en su certeza de que nada va a terminar bien. Los elementos de ciencia ficción toman cada vez más predominancia en los eventos de todas las líneas narrativas y el lector rápidamente llega a un punto, antes de llegar a la mitad de la serie, en el que oficialmente deja de poder predecir para dónde va a ir la historia. Después de un par de golpes bajos, y con todo el arsenal de la ciencia ficción a su disposición para no limitarse en lo absoluto, Asano crea una historia adictiva de seguir pero en la que a la vez da miedo abrir un tomo nuevo. Mata personajes sin asco, pone información relevante en conversaciones de fondo, se toma dos tomos para hacer un flashback que ni siquiera es “canon” (hay que leerlo para entenderlo) y, lo más hijo de puta: pone una cuenta regresiva para que ocurra el desastre mientras no pretende que ninguna historia avance hacia un cierre. Horriblemente parecido a la vida real: la muerte nunca espera a que estés preparado ni narrativamente resuelto.

Pero incluso si la fue improvisando, incluso si eventualmente tuvo que empezar a tomarse descansos más extensos para terminar la serie, incluso si la ciencia ficción y el apocalipsis empiezan a dominar la trama, Asano nunca, en ningún momento, pierde de vista el horizonte. En su corazón, en su núcleo más puro, Dead Dead Demons siempre se trata de sus relaciones humanas, de la incertidumbre para con el futuro y de la ilusión por una vida tranquila y mundana, un deseo cada vez más utópico en un mundo que avanza hacia su propia destrucción. El autor dibuja esta serie en la que sus personajes tienen citas y festejan Navidad y se van de vacaciones y, aunque haya una megatrama del re carajo que ocurre de fondo, declara que es más importante eso: los no-momentos, la cotidianeidad de vivir cada día tranquilo rodeado de la gente que elegís. Al final, salvar a tus amigos es más importante que salvar al mundo.

Pero seguro queda una duda en la mente de todos: ¿por qué poronga se llama Dead Dead Demons DeDeDeDe Destruction? Y la realidad es que no hay una respuesta concreta. Sí se pueden sacar varias cosas de ese título, como que a Kadode de chica la jodían diciéndole “Demon”, o que en un momento unos chicos de su colegio se hacen llamar los “Demons”, o que claramente todo el manga está envuelto en la sombra de una destrucción, de una muerte masiva que nunca termina de llegar, o que “de” es la onomatopeya de un disparo (bah, que su repetición rápida es la onomatopeya de una metralleta cuando dispara) y que hay en el título una aliteración adrede de esa sílaba. Quizás lo más instintivo es pensar que un título así de exagerado, tan ruidoso, tan complicado de decir con seriedad es exactamente la clase de cosa que dirían sus personajes. Nada suena más Ontan que un trabalenguas hecho de sonidos de metralletas, palabras en inglés y un par de menciones de muerte y destrucción.

Dead Dead Demons se planta en un concepto muy Asano (“es el fin del mundo y la gente solo se acostumbra”) para poner a rodar un montonazo de ideas y ver qué sale. Entre las infaltables críticas a la sociedad japonesa y polemizar su famosa resiliencia; entre las vidas diarias de unas chicas divertidas pero inofensivas y su improbable vínculo con el destino del mundo; entre reversiones de mangas clásicos de comedia y buscar elevar la apuesta dentro del género con tecnología y conceptos más rompedores y secuencias de genocidio, destrucción y muerte que le dejan la boca abierta al más frío; entre todo eso, la última gran serie de Inio Asano se ubica como una de las historietas más únicas y de mejor calidad de la última década, de cualquier país, de cualquier género. Por la forma en la que prioriza la experiencia de lectura. Por cómo busca una comunión entre todos sus estilos y nunca se queda en su propio molde. Por cómo funciona como un reflejo de la sociedad que lo rodea. Por, sobre todo, crear una historieta impredecible que cambia sus reglas constantemente y mantiene a los lectores al borde del asiento sin perder nunca su idea central: que el horror de la muerte grita más fuerte que la insistencia de nuestros sistemas por mantener la normalidad, pero que grita en un idioma desoladoramente inentendible. Mientras tanto, seguimos viviendo.