Entre acordes y viñetas, una nueva manera de leer
Un día estaba en la librería acomodando libros cuando me llamó la atención la portada de un título que no conocía: Los Finnegan y el fabuloso oso virtuoso, de Jano Seitún, publicado por Editorial Común. Al abrirlo descubrí que, además, era una historieta, así que lo separé y lo leí en cuanto tuve un rato para sentarme con él. Las vibras a ¿Dónde estás, hermano? me pudieron y, efectivamente, me encontré con una nueva serie favorita.

Este año, en el marco del FAH, Jano hizo una presentación con su guitarra en la que relataba la historia mientras tocaba las canciones compuestas para la obra. Fue hermoso: el lugar estaba lleno de infancias completamente entregadas al relato, y lo mismo nos pasó a los adultos que estábamos ahí. Salí pensando en que me había perdido de sentarme a escuchar esas canciones —a las que se accede desde el libro mediante un QR— y en las posibilidades infinitas de entender el arte hoy en día como algo más complejo que solo lo que encontramos en el papel. Me explico, alguna vez Alessandro Baricco se preguntó, con cierto pesimismo apocalíptico, sobre las maneras de leer actuales, “en serie”, siempre vinculando las lecturas con otros consumos culturales; habló sobre la imposibilidad de las nuevas generaciones de apreciar algo solo por lo que es. Y yo, que trabajo con literatura juvenil, no paro de preguntarme si con estas críticas no nos estamos perdiendo el potencial de crear lecturas más complejas aprovechando justamente la lectura multimedial. El trabajo de Jano, que combina música, relato e imagen para acercar a las infancias a la historieta, me parece, como mínimo, un caso para estudiar de cerca. No solo por las preguntas que abre, sino también por la calidad de lo que propone.
En Noviembre apareció el segundo libro de la serie, Los Finnegan y la pista del artista ciclista, donde empezamos a conocer mejor la historia de Oso, ese personaje adorable que en la primera entrega se sumaba a la gira musical de los hermanos Finnegan. El resultado es una especie de relato de iniciación que transformará a Oso y lo llevará a superarse a sí mismo y encontrar su camino. Es una historia sobre empatía, comunidad y el poder de los vínculos que funciona tanto para chicos como para grandes.

A nivel visual, el libro es una joya. Seitún mantiene el estilo del primer volumen, pero suma color sin perder la estética cuidada que remite a los panfletos ilustrados de los años 20. Cada página vibra con música, exploración y calidez.
En un panorama donde a veces se subestima lo “infantil”, la serie de los Finnegan demuestra que las aventuras pequeñas también pueden dejar huellas profundas y traernos mucho sobre lo que pensar, tanto desde su mensaje como desde su forma. No dejemos que vuelva a pasar desapercibido.
Una luz de esperanza en medio del desastre
Hace poco descubrí Danger and Other Unknown Risks, de Ryan North y Erica Henderson, dupla conocida por trabajar en la hermosa etapa del 2015 de The Unbeatable Squirrel Girl. Con esta nueva novela gráfica, ganaron el premio Eisner a Mejor Publicación para Adolescentes en 2024 y eso es porque es una historia imperdible, que combina sátira, fantasy postapocalíptico y una sinceridad inesperada sobre lo que significa tomar decisiones difíciles cuando todo alrededor parece estar a punto de desmoronarse.

La trama sigue a Marguerite y a su perra Daisy en un viaje a través de un mundo recompuesto después de una catástrofe mágica ocurrida en el 2001. La magia, al volverse impredecible y peligrosa, ha transformado el planeta en un tablero donde cada paso es una apuesta. Su misión: evitar que la inestabilidad mágica termine de romper lo poco que queda en pie. A lo largo del camino, se cruzan con ciudades reinventadas, criaturas que parecen salidas de experimentos fallidos y personajes que han aprendido a adaptarse al nuevo mundo. En este sentido, vale destacar el trabajo de North en los cómics de Hora de aventura. La aventura avanza con un ritmo ágil, sostenido por el humor característico de North, que combina comentarios meta, chistes veloces y momentos de genuina vulnerabilidad.
En lo visual, la historieta brilla gracias al trazo fresco y expresivo de Henderson. Su estilo, dinámico y lleno de personalidad, le da forma a un mundo mutante sin perder claridad narrativa. Cada escenario —desde ruinas cubiertas de magia hasta bosques que respiran como criaturas vivas— está construido con una atención especial al color y al movimiento. Las expresiones exageradas, los diseños creativos de seres mágicos y la manera en que las viñetas se abren paso entre escenas de acción frenética aportan una energía constante que contrasta con los momentos más emocionales. Henderson entiende perfectamente el tono humorístico y afectivo del guion, y lo potencia con un lenguaje gráfico que nunca deja de sorprender.

Danger and Other Unknown Risks funciona como aventura, como sátira del género y como un pequeño manifiesto sobre la valentía cotidiana. Es un libro que encuentra su fuerza en la amistad, en la incertidumbre y en la convicción de que, incluso cuando no hay garantías, vale la pena intentar salvar el mundo una vez más.
Una manera distinta de construir la ciencia ficción
Por último, quisiera recomendar un libro con el que me reencontré recientemente gracias a otro difusor y que apunta a un público joven adulto sin dejar de ser para todos. Se trata de una obra maravillosa que también nos sumerge en un mundo de aventura, pero lo hace con una sensibilidad inusual que me recuerda a la manera en la que Ursula Le Guin construye sus relatos sci-fi, no desde el conflicto, sino desde la recolección de pequeños elementos, como dice en La teoría de la bolsa de la ficción. On a Sunbeam, de Tillie Walden, pertenece a esa categoría rara y luminosa de obras que combinan ciencia ficción, romance y memoria sin perder nunca la calidez humana en el centro de todo. Hay en sus páginas un deseo profundo de hablar sobre pertenecer —a un lugar, a un vínculo, a una versión de una misma—, es un relato que parece hacer sido creado con el prisma que sugiere Le Guin: no propulsa una historia por el filo de la épica, sino por la capacidad de contener afectos. Tillie Walden construye un espacio que sostiene, un relato que abraza.

La obra sigue a Mia, una joven que se une a un equipo dedicado a restaurar ruinas espaciales. A través de saltos temporales, Walden alterna entre la Mia adolescente —que descubre el amor junto a Grace en un internado— y la Mia adulta, que busca reencontrarse con esa relación perdida. La premisa podría ser sencilla, pero lo que importa no es la espectacularidad del viaje, sino lo que se lleva dentro: las amistades que funcionan como hogar, los recuerdos que guían, los silencios que protegen. Como en la teoría de Le Guin, el corazón del relato reside en aquello que se guarda, no en lo que se conquista.
Visualmente, Walden propone un universo de atmósferas. Los paisajes estelares, las escuelas flotantes y las extrañas naves no buscan verosimilitud técnica, sino resonancia emocional, tienen una forma muy personal de construcción y no remiten a las estéticas a las que estamos acostumbrados. Los colores, reducidos pero expresivos, funcionan como estados de ánimo. La composición fluida, que a veces abandona los bordes tradicionales, sugiere que el espacio no es un territorio hostil sino un lugar para expandirse e imaginar. El trazo de Walden transmite vulnerabilidad y quietud; cada página parece pedir ser recorrida con atención, como si fuera un objeto preciado dentro de esa “bolsa” narrativa.

On a Sunbeam es un relato sobre la persistencia del afecto en mundos vastos y desconocidos. No se presenta como una odisea heroica, sino como un intento de sostener lo que importa cuando todo alrededor parece moverse. Esa forma de entender la ficción —como un contenedor que aloja más que un arma que hiere— es lo que vuelve a la obra tan única. Walden demuestra que la ciencia ficción también puede ser un lugar de cuidado, un territorio donde el viaje más significativo no es el que atraviesa galaxias, sino el que permite guardar intacto lo que amamos.


