UN TARDÍO INTERLUDIO: BEIT MISHPAT
La siguiente historia de Dora fue publicada en Fierro entre 2020 y 2021, y luego recopilada en un libro de tirada limitada por Hotel de las Ideas. Pero cronológicamente hablando, se ubica antes del segundo libro. Esta pequeña obra de 70 páginas sintetiza de manera perfecta la ingratitud mencionada antes, simbolizado con el punto de vista de los personajes ya conocidos y prontos a conocer, mientras observan cómo un testigo en el juicio a Adolf Eichmann se desmaya. Qué tiene de paradigmático la captura y enjuiciamiento del criminal de guerra lo explica Ignacio Minaverry:
“Hay un tema muy interesante con los cazadores de nazis. Los cazadores en serio son más parecidos a Beatrice Roubini que a Zvi, el espía israelí que aparece en Rat-Line. O sea, la ficción llevó a construir un personaje del cazador de nazis que es completamente irreal, y eso tiene mucho que ver con la Operación Garibaldi, el secuestro de Adolf Eichmann, que fue una operación individual que se hizo una única vez. Ninguna otra búsqueda de algún nazi fue así, de hecho, el MOSSAD, después de lograr el golpe de efecto de agarrarlo a Eichmann y juzgarlo, se dedicó a otras cosas.
En realidad, los cazadores de nazis eran gente que se ponían a revolver archivos, laburaban mucho y trataban de llevarlos a juicio. Después tenías casos más mediáticos y que eran fenomenales como los Klarsfeld (Beate y Serge) que casi como que inventaron el escrache, porque en un momento era muy difícil llevar los nazis a juicio. Los tipos iban y les hacían emboscadas, los filmaban y casi que los obligaban a confesar que eran nazis, se hacían pasar por periodistas y les hacían operaciones a los viejitos que se tapaban y salían corriendo. Pero quedaban en evidencia, y ese es otro tipo de cazador de nazis, pero también ellos se dedicaban bastante, aparte de hacer cosas así de efectos, como cuando Beate fue a Bolivia y se encadenó para protestar en contra de Klaus Barbie. Aparte de hacer eso, también llevaban a cabo acciones judiciales que terminaron encarcelando a algunos, pero siempre la vía más realista es la judicial. Entonces por un lado es divertido hacer el tema de la búsqueda de Mengele y eso, pero la realidad es que Mengele terminó libre y otros que no eran tan famosos y cuyas búsquedas no fueron tan mediáticas, terminaron presos. Entonces en un momento quise cambiar el foco de la cacería de nazis a algo más realista.”
HISTORIAS MÍNIMAS: EL AÑO PRÓXIMO EN BOBIGNY
La última historia en ser serializada dentro de la Fierro (publicada entre los nºs 41 y 50, luego republicada también por Común) abandona por completo la cuestión del espionaje y nazismo para centrarse exclusivamente en los personajes, algo que Minaverry confiesa, le faltaba dentro de las primeras dos partes: “A partir del segundo libro tenía esa idea de empezar a hablar más de los personajes. A mi me interesa y me divierte profundizar en sus historias, incluso la de personajes que aparecen poquísimo. Agarrarlos y traerlos para adelante es una cosa que me gusta mucho, no me gustan los “secundarios secundarios” ”.
– Hay un cambio radical en comparación al primer libro, porque ya no hablas de los nazis en sí, sino de las consecuencias del fascismo en el resto de Europa post Segunda Guerra Mundial, ¿por qué ese enfoque?
Creo que en ese momento era lo que más me interesaba contar, no tenía un plan muy definido, ahora tengo más en claro el rumbo que va a ir siguiendo la historia general. Sí tenía en claro en ese momento que quería definir más a los personajes, y de hecho ahora bastante de su caracterización es heredada de El año próximo en Bobigny.
En esta parte de la historia, la trama principal se detiene por completo. Es momento de profundizar y tridimensionalizar a los protagonistas de la “parte francesa” de la saga. Porque sí, estamos en pleno combate contra los fantasmas de Hitler y del fascismo europeo, pero en plena adolescencia. ¿Hay solamente lugar para la radicalización o podemos permitirnos enamorarnos y/o descubrirnos? El año próximo en Bobigny es eso, un libro dedicado a saber cómo son y cómo piensan cada uno de ellos en su intimidad; sin darnos cuenta es un libro que avanza demasiado a nivel humano. Para el autor, los momentos más impactantes “tienen más que ver con los procesos internos de los personajes o sus dilemas morales.”
Dentro de la labor del descubrimiento, hay también un fuerte manifiesto sobre la identidad, centrado sobre las tres mujeres: nuestra Dora, Odile Joubert y el nuevo personaje: Geneviève Junot. De hecho, el libro está dividido en lo que podríamos considerar capítulos donde cada una de ellas tres son las narradoras que llevan el hilo, mientras vemos qué les pasa por la cabeza. Una muestra de intimidad bien plasmada en cómo viven sus propias vidas con sus propios conflictos. Odile, la más radicalizada de todas, comprometida con la causa de los argelinos que habitan la zona sur de Francia, perseguidos y torturados por la policía (los “flics”), encuentra su fuerte conflicto con el amor y sus sentimientos por Didouche. Dora da muestra definitiva de su lesbianismo dentro de un marco de total prejuicio y marginalización del que ella misma es parte por ignorancia o falta de contención, mientras por primera vez, le llega la oportunidad de convertirse en una “cazadora de nazis oficial”. Hay también una ruptura del cascarón que la envuelve, de golpe el fin de la inocencia que también se presumía en pequeños flashes (un padre muerto y una madre ausente) y que también se re-confirma, sintiéndose sola en un mundo no solo adulto sino también sombrío. Y en el medio, Geneviève, el interés romántico de Dora, bipolar figura que oscila entre catalizadora de los momentos más divertidos y relajados, así como también el ancla que necesita nuestra heroína para poder completar su proceso de maduración. Alguien que está en búsqueda de su propia identidad, también acosada por el fascismo debido a su sangre gitana.
La soledad y cómo afrontarla es el eje principal del segundo libro. Es como si de repente, cada uno de los actores de esta gran obra cayeran en la cuenta de su adolescencia y de la cantidad de cosas que les falta saber, un verdadero baño de realidad más allá de sus compromisos sociales. Uno no crece solo por armar un archivo personal sobre el nazismo y sus perpetradores, hace falta saber quién es quién. Probablemente uno de los puntos más emotivos de la serie y que funciona como preámbulo a uno de los más fuertes.
MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA: MALENKI SUKOLE
Tras el éxito dentro de la revista Fierro, Minaverry pasa a continuar la historia de Dora para la editorial francesa L’Agrume, quienes ya habían publicado las primeras dos partes, para encargarle directamente al autor la continuación. Así es como en 2017 (un año después saldría en Argentina, a través de Hotel de las Ideas en conjunto con La Maroma) aparece Malenki Sukole, tal vez el libro de mayor conexión con nuestra propia historia. Siempre se habla, medio en broma medio en serio, de la conexión con el nazismo y la Argentina peronista, pero el lazo que figura tiene relación con la apropiación de bebés, y la posterior búsqueda de identidad, el martirio más grande que nos persigue tras la última dictadura cívico-militar de 1976, una herida que no termina de sanar. “Cuando me enteré – cuenta Minaverry – leyendo el libro El trauma alemán de Gitta Sereny, de que los nazis también habían robado bebés, obviamente me interesó hacer una historia sobre eso teniendo en cuenta nuestra experiencia con ese tema. Me pareció curioso encontrar esa coincidencia, porque nuestra dictadura no tuvo una inspiración ideológica en el nazismo sino en las teorías contrarrevolucionarias francesas y yankis. Curioso pero no sorprendente.”
(el lunes, la cuarta parte)