Javi Hildebrandt: Arrancamos con la clásica: tus primeros acercamientos a la historieta, tus primeras lecturas e influencias.
J. J. Rovella: Mis primeros acercamientos a la historieta fueron de la mano de revistas económicas que se conseguían en cualquier puesto de diarios. Patoruzú, Condorito, Lúpin, ese estilo de revistas. Y por supuesto, una de las que me marcó fue Anteojito. Recuerdo que mi abuelo me la traía a casa todos los jueves a la mañana, esperaba con mucha ilusión ese día de la semana. Ahí descubrí (además de los personajes de García Ferré) a grandes historietas y autores como Montag, Oswal, Goyo Mazzeo, Casaglia y al gran maestro Quique Alcatena, entre otros. Este último fue el que me inclinó –sin saberlo, simplemente por seguir su trabajo- a leer Skorpio y otras revistas de aventura en mi adolescencia.
Otra revista importante que recuerdo con mucho cariño es la Fuera Borda, una revista española donde convivían personajes como Los Pitufos, Lucky Luke, Los Hombrecitos y un largo etcétera de historieta franco-belga.
JH: Los primeros trabajos tuyos son los que aparecieron en Catzole, ¿verdad? Me gustaría saber cómo te conocés con el resto del grupo y cómo era el trabajo para hacer esa revista, tan emblemática del under de los ’90.
JR: Catzole era una revista independiente (un fanzine) que surgió de la necesidad de mostrar nuestro trabajo. Duró casi 10 años, de mayo de 1994 a julio de 2003.
Surgió de la mano de Julio Azamor, Sebastián Cantero y compañía. Armaron una revista –muy precaria- con amigos y compañeros del secundario, la escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, lugar donde cursaba junto a Salvador Sanz. Él fue el que se contactó con Julio y organizó que estemos en el número 2 de la revista. A partir del número 3 Salva, Julio y yo armábamos y coordinábamos la revista.
La cosa fue creciendo muy lentamente. Del primer número, con pocas páginas, mala impresión en blanco y negro y algunas historietas de baja calidad, fuimos evolucionando hasta llegar a números con impresión de lujo, portada a color y más de 100 páginas con autores realmente increíbles (Alberto Aprea, Ayar B., Pazos, Travis, Cagnune y un largo etc.).
Fuimos aprendiendo mientras nos auto-publicábamos. No solo dibujábamos nuestras historias, también armábamos la revista, la pensábamos como un todo. Pensábamos la portada, qué autores publicar. La compaginábamos en interminables noches dentro de una imprenta y hasta le poníamos el ganchito y las refilábamos. Pero ahí no terminaba todo, también la distribuíamos y la vendíamos en mano los fines de semana en el parque Rivadavia o en Recoleta, en distintas colas de recitales, estrenos de cines, el programa de radio de Dolina y en eventos. Esa etapa fanzinera nos sirvió para conocer un poco el oficio y para ir puliendo nuestro trabajo a medida que aprendimos. Hicimos amigos, y algún enemigo seguramente también. Una de las cosas que recuerdo era el correo de lectores. Muchas veces nos sorprendía con cartas (en papel, en ese momento) de lugares lejanos. Una, quizás la más sorprendente, fue la de un preso que nos contaba que la familia le hacía llegar la Catzole y eso lo hacía escaparse mentalmente del lugar donde estaba. Otro momento que vivimos fue un tirón de orejas: éramos chicos, inexpertos en el tema de editar, y en la época de pleno auge de Cazador hicimos un juego dentro del fanzine, cargando al personaje. Y varios se nos vinieron al humo. Después de eso, en algunas comiquerías no querían aceptar la revista para venderla. En Fantabaires casi nos echan del stand que teníamos. Aun hoy recordamos la charla con Andrés Accorsi que tuvimos en ese momento, y en la propia revista Cazador sacaron un dibujito sobre el tema, un personaje vomitando sobre nuestra revista. Ahí nos dimos cuenta que la Catzole era leída, llegaba a un público. Fuimos aprendiendo sobre la marcha a hacer nuestro trabajo y no joder a colegas con bromas de chiquilines.
JH: ¿Hay alguna posibilidad de que vuelvan a hacer algo juntos? Tal vez algún revival de Catzole o algo así…
JR: Es difícil que vuelva la Catzole. No tenemos el tiempo que teníamos antes para dedicarle. Todos estamos trabajando en distintas ramas del arte. Igualmente seguimos haciendo cosas juntos, animación y otros proyectos.
JH: Hablemos de Dante Elefante, tal vez tu personaje más conocido. ¿Puede ser que la primera vez que lo publicás es en Spirou? Contame cómo fue eso y qué cambios ves en el personaje –si es que los hay- desde aquella época hasta la actual en Billiken.
JR: Dante Elefante surge medio de casualidad. Me pidieron una historieta para la web Imaginaria que hable del lenguaje del comic. Yo venía dibujando siempre elefantes en un cuaderno de bocetos. Elefantes flacos, altos, gordos, en dos patas, en cuatro, etc. Entonces hice la historieta con un elefante, aunque podría haber sido un humano u otro animal el que la protagonizara, porque la primera historieta hablaba sobre los globos de diálogos. Como me gustó, hice dos historietas más (eran de media página) y se las presenté a Spirou, lugar donde hacía ya más de un año que estaba mandando material. Dante Elefante tuvo la suerte que otros personajes que les mandé no tuvieron: ¡gustó! Me preguntaron si tenía 10 páginas del personaje. “Obvio que sí” respondí y me puse todo el fin de semana a trabajar en ello, porque solo tenía 3. Y ahí empezó. Me iban comprando paquetes del personaje cada semana. Llegué a publicar en la revista durante casi dos años.
Después llegó el libro en la colección –inexistente ya- “Aventuras dibujadas”, de Domus. Y posteriormente en Ediciones De la Flor. Ya tengo dos libros en esta última editorial, que para mí es como estar en las ligas mayores.
Actualmente sale publicado semanalmente en la revista Billiken, sin grandes modificaciones ni cambios. Quizás la única modificación notoria –además del estilo que fue variando- sea que en estos últimos años le agregue personajes secundarios. Otros animales que van y vienen todo el tiempo, cosa que en sus comienzos, en Spirou, no estaba.
JH: En tus comienzos tenías una veta humorística satírica y con cierto espacio para la denuncia (recuerdo al Oficial Yuta, por ejemplo), que después fuiste llevando a un lugar más apto para todo público o directamente a los más chicos (pienso en Niko & Miko, o Ferreópolis). Contame cómo se dio ese cambio en tu trabajo.
JR: En realidad lo que más me gusta de la historieta es tener la posibilidad de contar algo. Poder hacerlo en una tira, una página ó 40. Pero siempre tratar de contar una historia, una situación, una reflexión… ¡algo! En El Oficial Yuta el perfil de la historia está bien marcado: el abuso del poder, la negligencia policial, las trampas de la justicia, esos temas son los que rondan siempre en las aventuras del personaje.
En Niko & Miko o Ferreópolis también cuento – en mi forma de ver- temas cotidianos, pero quizás más sutilmente, más camuflados. En Niko & Miko trato el tema de la inclusión de una manera más lúdica, si se quiere, o más inocente. Los protagonistas son un astronauta y su mono. Caen en un planeta en que están en guerra los Esféricos (personajes redondos) con los Cúbicos (personajes cuadrados) y cada uno de los protagonistas toma partido por alguno de los bandos. Pelean dos culturas simplemente porque son distintos. El mensaje de fondo de la historieta está dado al final del libro.
En Ferreópolis: Origen –que es la primera parte de una serie de tres capítulos- hablo un poco de la adolescencia conflictiva. Es un mundo metálico, un mundo de robots y dentro de una familia tipo vive aparentemente un niño humano. Él se siente extraño, busca durante las 44 páginas del primer capítulo su origen, su lugar de procedencia.
En ambos casos, en lo que parece una historieta de aventuras simple, para chicos, trato de contar una historia que a mí me interese.
Muy pronto, la segunda parte.


