Andrés: Contame cómo empezaste a publicar guiones de historieta.
Mauro: Mis comienzos fueron inmerecidamente aceitados. Acompañé a mi amigo Andrés Ponce a entregar unas páginas a Pablo Muñoz, al cual le pregunté si estaba interesado en guionistas, me dijo que le lleve alguna historia para ver, le llevé 3 historias cortas que me habían dibujado amigos, y luego de leerlas Pablo me propuso sumarme a un proyecto que tenía en ciernes de publicar un comic en Image -dibujado por Gabriel Rearte- gracias a un contacto que había logrado con Jim Valentino. Luego a eso se sumó Astika con Walther Taborda y ahí arranqué siendo editado afuera antes que acá.
AA: A pesar de tus ya muchos años en este medio, mucha gente te ve como un outsider, como alguien que no se termina de integrar al mundillo. ¿Qué onda, cómo sentís vos que te vinculás con los editores, fans o colegas del mundo de la historieta?
MM: En líneas generales, la relación con todos es extrañamente buena. Editores, fans y colegas me tratan con un exagerado e inmerecido respeto y cariño. Todavía lo siento irreal. Todavía hay dentro mío un Mauro que pasea por el Parque Rivadavia descubriendo maravillado todo este mundillo. Así que el haber logrado hacerme un lugar aún se siente como un sueño del que espero no despertar. Pero los fans son lo mejor. Son sagrados para mí. Son las mejores personas del universo, son los seres a los que les llega lo que uno tiene adentro, y eso es el milagro del hecho artístico, y algo que difícilmente uno encuentre entre familiares y allegados. Esa conexión, ese hilo plateado que nos une y habla de que ambos disfrutamos y sufrimos la vida del mismo modo. Todo fan se siente como un hermano.
AA: Tu estilo es bastante peculiar dentro de la tradición de los guionistas argentinos de historieta. ¿Cómo lo definirías?
MM: Lo definiría como un engendro esquizofrénico entre los autores británicos que florecieron en los ochenta en DC y las traducciones de Zinco. Creo que todo estilo nace de los intentos fallidos de imitar a quien se admira, y aquello fue de lo que más mamé.
En general tengo tendencia a un lenguaje neutro e historias ubicadas en los lugares más genéricos posibles, a menos que la gracia sea que sucedan en alguna locación determinada. Pero sí, mayormente mi estilo es bastante cipayo. Lo admito, soy un hijo bastardo de la infiltración cultural y el sincretismo noventero.
AA: ¿Tenés alguna favorita entre tus obras?
MM: Me cuesta decidir entre el Hombre Primordial y Monarch. En ambas volqué todo lo que tenía y fui a fondo con los temas que más interesan, pero creo que me decanto por la segunda, por Monarch, de la cual estoy escribiendo las paginas finales y me doy cuenta que básicamente es la misma historia que el Hombre Primordial pero horadando mucho más profundo. Ahora siento que el Hombre Primordial era el ensayo y Monarch la tesis completa.
AA: ¿Alguna anécdota graciosa o escabrosa que involucre a autores, editores o fans del comic que nos quieras contar?
MM: Conozco varias, pero ninguna que no ponga en marcha acontecimientos que decanten en yo tirado en una zanja suicidado con 23 puñaladas por la espalda.
AA: ¿Qué opinión te merece la industria de la historieta, así, en general?
MM: Me resulta difícil esgrimir una opinión. Mitad por no tener una visión clara y completa del panorama y mitad porque me da la sensación de que es un tema un poco manido donde la gente gasta más energía en tratar de entenderlo que en hacer buenos comics. Recuerdo una frase de un periodista respecto a los comienzos de la línea ABC de Moore que decía algo como: “Mientras todo el mundo se devana los sesos pensando en cómo revitalizar la industria, Alan Moore ocupa su tiempo haciéndolo”. Para pensar.
Qué sé yo… es una industria extraña, ahora más popular, pero conservando ese matiz acogedor de nicho, tristemente manoseada al volverse un mero mecanismo para crear franquicias vendibles a medios más redituables, y siempre emocionante… y agonizante, pero inmortal.
(Muy pronto, la segunda parte)


