El comic y la literatura de los EEUU cambiaron por completo en la década de 1960 gracias a un movimiento conocido como “la contracultura”, que presentaba todo un mundo opuesto a los valores conservadores que promovía el gobierno norteamericano en la sociedad. A los escritos de verdaderos “influencers” como Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William S. Burroughs, se le agregó el trabajo de músicos como Janis Joplin, Jimmy Hendrix y Frank Zappa, y toda la movida del comic underground, que surgió a partir de la oposición a la Guerra de Vietnam, la defensa de los derechos civiles, la experimentación con alucinógenos y la libertad sexual.
En este último grupo destacó con brillo propio la figura de Robert Crumb, que con su Zap Comix (1968) armó una verdadera revolución gracias al trabajo del propio creador y de talentos como Spain Rodriguez, Paul Mavrides, Victor Moscoso, S. Clay Wilson, Rick Griffin y Gilbert Shelton. En el nº 13 de Zap resurgió Fritz the Cat, un personaje de Crumb que venía apareciendo desde 1965 en otras publicaciones y que era algo así como la contrapartida de los divertidos animalitos de Walt Disney o los Looney Tunes. Fritz era un gato totalmente zarpado que se escudaba en su perfil universitario, sofisticado y moderno para dar pie a historias en las que se mezclaba con pandilleros, vendedores de merca, anarquismo, atentados a la “moral pública” y sexo, mucho sexo.
La historieta se convirtió en un boom por su demoledora crítica a la hipocresía de la sociedad moderna de ese entonces, que quedó al desnudo a través de una analogía redonda realizada con animales. Este éxito no pasó desapercibido por el productor, director y guionista Ralph Bashki, quien buscaba debutar en el mercado de los largometrajes de animación. De esta manera, Fritz the Cat no fue solo el primer film de Bashki, sino también la primera animación para adultos y, como si todo eso fuera poco, la única en ostentar la temida calificación “X” al momento de su estreno, en 1972. En el film, Fritz conoce a tres chicas en el parque y las invita a una fiesta descontrolada y los cuatro terminan enfiestados, pero la irrupción de dos cerdos policías, alarmados por el ruido, hace que deban huir.
De ahí en más, el gato comienza una odisea que lo lleva a recorrer su país y tomar contacto con otros animales de lo más variopintos como el cuervo Duke, la traficante Bertha y su marihuana afrodisíaca, el conejo motociclista Blue y su novia revolucionaria Harriet, y muchos más personajes con los que se va a meter en mil y un problemas. La película de Bashki, que más tarde se convertiría en el respetado realizador de la primera adaptación (animada) de The Lord of the Rings (El señor de los anillos, 1978), American Pop (1981), y Fire and Ice (Hielo y Fuego, 1983), entre otros, se estrenó el 12 de Abril de 1972 en cines de Hollywod y de Washington DC. La crítica trato muy bien a la película, pese a lo osado de la apuesta, ya que la década de 1970 encontraba muy dividida a la sociedad estadounidense entre los reclamos de las minorías, el aumento del consumo de alucinógenos y la liberación sexual a causa de la aparición de los anticonceptivos.
Pese a su estreno limitado, y su escaso presupuesto de 850 mil dólares, se convirtió en uno de esos films de culto que siguió proyectándose por años, hasta llegar a recaudar unos 25 millones de dólares en su país y unos 90 a nivel mundial, sin contar los ingresos por el alquiler de videos cuando ese sistema comenzó a circular en los hogares, a fines de la década del ´70.
El que no quedó para nada contento fue Crumb, que habría pedido que su nombre se retire de los créditos, aunque eso quedó en la nada ya que al día de la fecha sigue ahí. Sin embargo, se tomó revancha con una secuela llamada The nine lives of Fritz the Cat. La película, dirigida por Robert Taylor, que tenía un guion escrito por él mismo junto a Eric Monte y Robert Taylor, se estrenó en 1974. En la historia, Fritz parece haber sentado cabeza tras haber formado una familia, hijo incluido, pero su ser interno le reclama acción y por eso comienza a imaginar qué sería de sus otras ocho vidas.
En este tren, el efecto de los estupefacientes que consume mientras le grita su esposa lo llevan imaginarse como astronauta, un mensajero de guerra, alumno de un gurú indio y hasta el psiquiatra de Hitler. Pese a que el pedido de Crumb de terminar la historia de manera no tan benévola como la anterior fue cumplido, la película no lo cuenta entre sus créditos, por lo que se presume que quedó más disconforme aún.
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