Desde Sendai, capital de la prefectura Miyagi en Japón, viene un mangaka que como tantos otros comenzó desde abajo, cercano a considerarse “de culto”. Uno que tuvo varios tiros al aire en el mítico semanario Weekly Shonen Jump de Shueisha, hasta que en 1987 uno de esos tiros dio en el blanco y se convirtió en un furor absoluto a lo largo del mundo con diversas ediciones, adaptaciones en OVAS, anime, spin-offs y hasta una película live-action hecha por un prestigioso director. Pero antes de entrar al maravilloso mundo de JoJo’s Bizarre Adventure, Hirohiko Araki coqueteó con el misterio, la ciencia ficción, el body horror y hasta con historias del lejano oeste, decorado con superfluas capas de lo que hoy se (mal)denomina cultura pop occidental, poses icónicas que referencian al vogueo ochentero y una estilización camaleónica de la figura humana, pasando por adonis griegos inspirados tanto en esculturas clásicas como en el maestro Tetsuo Hara, hasta llegar a una escuálida androginia homoerótica sacada de las revistas de moda más influyentes.
La cosmogonía del niño Araki la formaban los mangas de Sanpei Shirato y Chiba Tetsuya; las historias del Japón feudal; películas de Godzilla, Clint Eastwood y terror gore; y escuchar Chicago y Led Zeppelin por la radio. Una extraña mezcla de influencias y estímulos que derivaron a que el joven quisiera ser mangaka, aunque también funcionaban como un escape de sus hermanas gemelas que le hacían difícil la estadía en un hogar familiar donde se sentía como un paria. Fue así como entre copia y copia de sus artistas predilectos, el mangaka comenzó su largo camino hacia el éxito.
Este periplo comenzó en el cuarto grado de educación japonesa, cuando impulsado por un compañerito, Araki comienza a dibujar su primer manga, actividad que por mucho tiempo mantuvo oculta a sus padres. Ya en el primer año del secundario comenzó a mandar sus historias que eran sistemáticamente rechazadas por los editores. A medida que pasaba el tiempo y veía como otros mangakas de su generación llegaban cada vez más alto, se sentía frustrado, al punto de ir de Sendai hasta Tokio para hablar personalmente con cualquier editor que le diera una explicación. Su primera intención era pasar por Shogakukan, pero el imponente edificio lo aterró, así que terminó en el edificio de al lado, más ameno, menos intimidante: Shueisha, los responsables del Weekly Shonen Jump. Para cuando había llegado era tarde y no había mucha gente en el lugar, salvo un joven editor que comenzaba su camino en el lugar, y se tomó el trabajo de recibir al empecinado artista. Todo estaba desprolijo en el material entregado, pero dicho editor vió algo en Araki, y le instó a que corrija todo y participe en el Tezuka Award que estaba por realizarse. Tenía solo cinco días para entregar algo que originalmente había hecho en 100 páginas, y tuvo que bajar a 31 para ser aceptado.
Araki empezó con todo: ganó el máximo galardón otorgado por la Shonen Jump con el unitario Poker Under Arms a finales de 1980. El 5 de Enero de 1981, en el primer número de la Jump de dicho año, debuta formalmente con este western centrado en dos bandidos y una partida de póker, que denota su fanatismo por la cultura occidental. En comparación al resto de su obra, es bastante pobre en muchos sentidos, pero sí muestra algunas cosas que después se cansaría de pulir y perfeccionar. Por supuesto que la historia es lo suficientemente breve como para que no exista un desarrollo o una intención de empatizar con alguno, pero sí vemos a un artista preocupado por el suspenso, por generar un clima que atraiga al lector y que lo obligue a mantener la vista en el manga. El dibujo no es tosco pero sí primigenio. Si uno hace una injusta comparación con las obras por las cuales se conoce mejor al artista, verá un estilo muy simple y poco cargado, más cercano a un Osamu Tezuka que a los delirios referenciales y barrocos que se vieron varios años después. Están esos rostros bellos con interminables cejas, pero en un contexto estilístico distinto en el que no se aprecian demasiado.
Tuvo que pasar todo un año para que se viera publicado un segundo trabajo. El 10 de Enero de 1981 aparece Outlaw Man, también de ambientación norteamericana, sobre un prófugo de la justicia. Hablando de comparaciones injustas, esta historia corta es para poner junto con Steel Ball Run, para observar cuánto cambió Araki, sobre todo en el dibujo de caballos y de desiertos occidentales. El volantazo de género lo pega en la Jump del 1 de Agosto de 1982 con Say hi to Virginia, su última historia corta de este período primerizo, sobre una nave espacial habitada por dos astronautas que están a punto de sufrir un atentado. El estilo de dibujo sigue siendo el mismo, pero vemos a un artista bien desenvuelto en un ámbito distinto al que se viene comentando (y a tener en cuenta que, hasta el momento, no volvió a dibujar este género), con una construcción de maquinaria interesante, y un suspense que se mantiene viñeta a viñeta. Un trabajo tal vez más logrado que los anteriores, pero aún así no está a la altura de la leyenda.
El 23 de Octubre del mismo año, pero en la Fresh Jump (otra antología de Shueisha que apuntaba a publicar grandes promesas que estaban -o no- para dar el salto a la Shonen Jump con historias largas), Araki publica un unitario más que en realidad funciona como “prólogo” a su primera serialización: Cool Shock B.T., que comenzaría un año después (el 20 de Septiembre) en el semanario principal de la editorial. En este unitario observamos a B.T., un niño que tiene un interés y gusto por los trucos de magia, algo maquiavélico y malicioso que disfruta de resolver casos truculentos. Acá el mangaka hace gala de otra de sus obsesiones, en este caso las novelas protagonizadas por Sherlock Holmes, en quien se basó para pensar al joven protagonista, con la idea en mente de una persona que venza al mal utilizando su inteligencia como única herramienta. La distancia entre este primer unitario y su serialización en si, fue debido a un “inconveniente” entre Araki y sus editores, puesto a que malinterpretaron del título (la traducción de Mashonen B.T. implica el uso de un kanji que significa “diablo”, lo cual hace que también se pueda traducir como Devil Boy B.T.). El artista tuvo que convencerlos fuertemente de que no habían intenciones “satánicas” en su obra y que solamente era un nombre con algo de onda.
El lunes veremos qué tal le fue.
2 respuestas a «Hirohiko Araki: Los inicios (parte 1)»
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Sabia de BT pero no…*
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Buena nota no sabia de BT pero no de esas primeras historias cortas
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