Sin duda alguna, la obra más famosa de Tezuka después de “Astroboy” es “Jungle Taitei”, o como lo conocemos acá y en buena parte de Occidente: “Kimba, el león blanco”.
Pero por algún motivo que desconozco, y pese a ser una de las creaciones más emblemáticas del maestro, la obra se encuentra parcialmente inédita en Occidente, sin versiones en castellano o en inglés, si bien si existe en alemán, portugués, francés, italiano y finlandés. Si tengo que postular alguna teoría al respecto, se me ocurren dos: la primera es que la gran popularidad del personaje viene del animé original, que se parece bastante poco al manga (ya vamos a llegar a ese punto), cosa que por ahí desmotivó a los editores. La otra es que al ser una serie de apenas tres tomos, era demasiado corta para que valiera la pena y era preferible embarcarse en la publicación de series más extensas y también populares como “Astroboy” o “Black Jack” que tienen más de una edición en castellano e inglés. Pero la realidad es que la historia de Kimba se nos viene negando desde hace años y con algo de suerte, si no entendemos ninguno de los idiomas que mencione más arriba, a lo mejor que podemos aspirar es tratar de capturar alguna traducción de fans o el único tomo que se editó en Japón en edición bilingüe en inglés (si es que más o menos manejamos ese idioma). Pero más allá de cualquier teoría, llama mucho la atención que hoy que la obra de Tezuka se publica de manera más o menos constante al menos en España, todavía no haya llegado el turno del león blanco, el cual esperamos con ansias.
Antes de meternos con los entretelones del manga y el animé, tratemos de ver un poco, sin caer en demasiados spoilers, de qué va la serie. La historia arranca con un cazador que logra matar a Panja, el león blanco y gobernante de la jungla. Su esposa (la leona) es enviada en un barco con rumbo al zoológico y durante el viaje da a luz a Kimba. Al no querer que su hijo crezca en un zoo, la madre lo incita a saltar al agua y nadar hasta África, pero por las vueltas del destino, Kimba llega a una ciudad y se hace amigo de Kenichi, un niño que lo adopta como mascota.
Un año después, en una expedición organizada por el tío del niño, llega finalmente a la jungla africana, donde es reconocido por los demás animales como el hijo de Panja y su soberano. El tema es que al pequeño león la selva le parece un lugar demasiado salvaje y se esfuerza por inculcarle a los animales muchos de los hábitos humanos e incluso les enseña a hablar.
Kimba va a crecer hasta volverse adulto, encontrará pareja, tendrá dos hijos (Rune y Rukkio), hasta que una epidemia asola la jungla y se ve obligado a aceptar ayuda de los humanos para salvar a su familia y sus amigos. En agradecimiento, decide acompañar a una expedición en busca de “los Montes de la Luna”, donde encontrara su destino final.
Ya de arranque, es increíble la cantidad de ideas y conceptos que baja Tezuka, y la velocidad con lo que lo hace. En estos tomos pasa de todo, no sólo la vida completa de Kimba, sino aventuras de sus hijos, la historia de su padre, y toda la búsqueda del monte en cuestión que ocupa buena parte del último volumen. Aparte, la historia tiene un tono muy raro, porque está claramente apuntada al público infantil, pero es demasiado cruda en muchos aspectos, plagada de muertes de personajes importantes y con mucha bajada de línea en favor de la ecología, pero sin dejar de lado el humor absurdo tan característico de estos primeros años de Tezuka. Un ejemplo de esto es que Kimba lleva pantalones y se tapa con unas hojas en un momento que se le rompen o situaciones ridículas por el estilo.
Originalmente pensada como un unitario (que era lo que Tezuka producía en esa época), fue el editor Kenichi Kato quien convenció al autor para que lo transformara en una serie, con cuatro páginas por mes en la revista Manga Shonen. Jungle Taitei debutó en 1950, fue una de las primeras series publicadas por el maestro, y alcanzó tan rápido el éxito, que las cuatro páginas se transformaron en 10 y la serie continuaría su serialización hasta 1954.
Es imposible no mencionar, que tras el éxito del animé de “Astroboy” en 1963, la cadena norteamericana NBC le pidió a Tezuka una nueva serie y él, muy contento, les contó sus ideas para la serie de Kimba. Los yankis le dieron luz verde, pero le pusieron una serie de restricciones, que incluían no volver al león blanco adulto y centrarse en sus aventuras de niño.
De esta manera, y con el tremendo éxito alcanzado por la serie animada, Tezuka realiza en esos años 20 historias cortas conocidas con el título de Leo-Chan, que sin llegar a ser una secuela, utilizan diseños muy similares a los del animé, y en ocasiones incluso adaptan capítulos que no existían en el manga original. Podrían llegar a tomarse como una ampliación en retrocontinuidad de los años de Kimba chiquito. La serie la publicó Shugakukan, simultáneamente en sus revistas Kindergartener y First Grader, entre Abril del ´65 y Marzo del ´67 y, conforme los lectores iban creciendo, en “Thrid Grader” y “Fourth Grader” entre Mayo y Noviembre del ´66.
Una de las particularidades que tiene esta obra, y quizás otro de los motivos por los que no la vimos en castellano todavía, es que Tezuka le introdujo muchos cambios a lo largo de distintas republicaciones. De hecho, en 1977, en oocasión de la inclusión de esta serie como parte de sus obras completas publicadas por Kodansha, el primer tomo fue prácticamente redibujado por completo.
Según cuenta el propio Dios del Manga en el postfacio de la obra, tuvo que volver a dibujar buena parte del material porque se había perdido. Durante la época en la que hacían el animé, uno de los dibujantes le pidió prestados los tomos para copiar el estilo de dibujo y jamás los devolvió. Pero esto no fue tan terrible como el destino que sufrieron los manuscritos originales, que también fueron tomados prestados por alguien del equipo de la serie, que a los pocos días se murió de manera súbita por estar borracho. Cuando Tezuka se enteró de la noticia y trató de recuperarlos, en su casa parece que los habían tirado o habían desaparecido. Por estos motivos, el maestro explica que lo que no tenía, lo redibujó de memoria. Así es como se notan algunos saltos en el dibujo, en algunas escenas, entre las páginas originales y las nuevas, porque hay 15 años de diferencia entre unas y otras.
Hay secuencias que cambian por completo, y es casi imposible encontrar una correlación entre las páginas del ´50 y la reedición del 77. Esto me recuerda un poco a cuando Solano López le agregó escenas el porno a El Instituto, recortando originales y demás mutaciones que hace que hoy sea imposible republicar la obra en su formato ATP. Pero por suerte, hoy los medio de digitalización han mejorado mucho y en 2009 Shogakukan sacó una edición de lujo, realizada a partir del material publicado en los años ´50, con lo cual es posible cotejar ambas ediciones y ver las diferencias entre ambas.
No me quiero ir sin mencionar que la popularidad de Kimba es tan grande que tuvo muchas iteraciones animadas, algunas más y otras menos fieles al manga, tanto en series como en películas. Y tampoco, se pueden hacer oídos sordos a la famosa controversia generada por el Rey León, la cual yo vengo a desmitificar en esta páginas, ya que cualquiera que haya leído el manga, no puede encontrar un solo punto de relación entre ambas obras, mas allá de que están ambas protagonizadas por leones y trascurren en la jungla africana. Hay mucho de leyenda urbana en todo esto, y sería material para su propia nota. Es cierto que Matthew Broderick creyó que lo contrataban para darle la voz a Kimba, pero por otro lado, la familia de Tezuka jamás inició ningún tipo de acción legal, así que son muchas de las contradicciones que se leen sobre este tema.
Y si bien hay ciertas similitudes con el anime original, como ya dijimos el mismo no era una adaptación demasiado fiel del manga, así que muchos de los elementos fundamentales de Kimba no están presentes en El Rey León, como por ejemplo la total falta de seres humanos. Pero no es mi idea explayarme de más sobre este tema: no quería dejarlo afuera, porque es algo de lo que se habló mucho, y en lo personal, sin querer defender a una compañía monstruosa como es Disney, me parece que en este caso no se trata más que de un montón de pequeñas coincidencias, no de un robo intencionado.
De cualquier manera, cuestiones como esta, demuestran la relevancia que tiene el león blanco en la cultura popular y por eso desde este modesto espacio, esperamos que pronto se le haga justicia y tengamos una edición en castellano que se merece.
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