Es fácil recomendar mangas. Basta preguntar un poco sobre gustos, ahondar sobre qué animes les llamaron la atención y comenzar a pensar en esos títulos que van a terminar gustándoles. Hay comodines: Monster de Naoki Urasawa, Fullmetal Alchemist de Hiromu Arakawa y el siempre inevitable Dragon Ball de Akira Toriyama. A veces es bueno arriesgarse y hablar de obras que son tan atípicas que ganan su propia categoría. Una de ellas es Marie no kanaderu ongaku, La música de Marie, de Usamaru Furuya.
El Autor
La obra de Usamaru Furuya nos deja en claro que se trata de un autor inquieto y polifacético. Un creador capaz de pasar por la fantasía, el drama, su visión propia de la novela histórica o historias sórdidas que incomodan y dejan ese disfrute oscuro al leerlas.
Tras graduarse en la prestigiosa Tama Art University, comenzó su carrera artística en formas expresivas más tradicionales: Pintura y escultura. Las inquietudes artísticas y necesidades expresivas lo llevaron a participar en un curso de manga por correo de un tal Osamu Tezuka. Rápidamente desarrolló un estilo personalísimo, que exaltó en todas sus obras.
Es dentro del manga, donde logra mezclar elementos surrealistas, fantásticos, siempre dotados de una imaginación desbordante lo que hacen que cada una de sus páginas –incluso en las primeras donde no tenía una técnica notoria- sean un deleite. En cuanto a lo narrativo, es un autor que tiene una capacidad innata de generar planteos muy profundos e interesantes sobre temas fuertes. También es capaz de transmitir mensajes que quedan resonando una vez que termina la lectura. Sus mangas no dejan indistinto a nadie. Entre sus obras más populares se encuentran Jisatsu Sākuru, El club del suicidio; Litchi Hikari Club, Hikari Club y por supuesto; Marie no kanaderu ongaku, La Música de Marie.
Publicación
La obra en cuestión se publicó originalmente entre el 2000 y 2001 en Monthly Birz, y fue posteriormente recopilada en dos tomos. Esta revista es conocida por haber publicado Hitsuji no Uta, Lament of the lambs de Kei Toume y también la versión manga del webcomic Hetalia: Axis Powers, de Hidekaz Himaruya.
La editorial española Milky Way publicó la Música de Marie en un solo tomo con sobrecubiertas. Es una de esas ediciones cuidadas y hechas con cariño. Esas que, no solamente se lucen en la biblioteca, sino también prometen una hermosa lectura.
Los engranajes del mundo
El mundo de La Música de Marie es una suerte de utopía que está a medio camino entre las ciudades de hayao Miyazaki y un pseudo steampunk. En ese futuro lejano, la tecnología se desarrolló de forma limitada. Lo justo como para que todos vivan en armonía y tengan su lugar útil en ese mundo, mientras encuentran estabilidad emocional y algo parecido a la felicidad. Todo funciona como una maquinaria perfecta.
La simbología es obvia: Cada ser es un eslabón, cada persona es un engranaje con una función muy específica. Está todo tan bien dividido, que incluso ese mundo está compuesto por islas, que, oh casualidad, están enfocadas a un solo objetivo. La principal, Pirito, es donde se encuentra la ciudad industrial de Gil. Sus habitantes son los encargados de proveer máquinas y accesorios a las otras islas en intercambio por comida, ropas, etc. Como podrán imaginar, durante la primera mitad, Furuya se dedica a sumergirnos de lleno en el funcionamiento de esta sociedad. Es interesante, porque incluso en un medio como el del manga, no se vuelve algo tedioso ni denso en ningún momento. Es más, llega incluso a tener un aire al de Las Ciudades Invisibles, de Italo Calvino.
El elemento más surreal se encuentra muy por encima de todo, a lo lejos, volando por los cielos sin un rumbo establecido. Este autómata con forma de mujer gigante irrumpe en el rol de una deidad pasiva. Simplemente flota con la mirada perdida y una melodía. Es Marie, la melodía es su música. Se dice que calma a todo el que la escucha.
La función estética y simbólica que tiene es enorme. Aparece como imagen que irrumpe de golpe, pero entra en armonía rápidamente con todo el contenido de la viñeta hasta al punto en el que Furuya trasciende lo visual para obligar al lector a imaginar esa melodía de la que tanto habla.
Conflictos mínimos
Por más maestría con la que el mangaka construya el universo de La Música de Marie, sin buenos personajes la obra no llega a ningún lado. ¡El noveno arte necesita conflictos que muevan los engranajes narrativos!, por más mínimos que sean son elementos vitales.
Furuya los usa de una manera hábil, inteligente. Para que ese recorrido por su mundo no sea aburrido, nos invita a descubrir el día a día y las funciones junto a los protagonistas: Pippi, una chica que simplemente es feliz y tiene una energía contagiosa. Es hija de uno de los mecánicos artesanos de Pirito, por lo que gracias a ella nos vamos a embeber de todo el aspecto tecnológico de la isla. Por otro lado, su amigo de la infancia e interés amoroso no correspondido, Kai, un joven introspectivo, un tanto misterioso, que después de un accidente, es capaz de sentir sonidos que nadie puede, por ejemplo, el de los minerales. Su habilidad también le permite apreciar la Música de Marie, al punto que termina por enamorarse de ella de forma platónica, sin entenderla del todo. Obviamente esto genera celos e impotencia en Pippi, y de a poco surge una suerte de triángulo amoroso que no se resuelve desde los lugares comunes, sino desde el descubrimiento.
A su vez, los habitantes de las islas tienen sus problemas diarios, complicaciones típicas de sus oficios o que surgen con lo rutinario. Junto A Kai y Pippi, descubrimos el rol e inquietudes de personajes que representan distintos eslabones sociales dentro del funcionamiento de ese mundo: Los encargados de fabricar máquinas, los que se encargan de estudiar a Marie, los que obtienen materia prima y tantos otros. El nivel de detalle e interacción que hay entre estos sectores está muy bien trabajados, y de a poco surge la pregunta ¿Para qué se toma tanto tiempo el autor en mostrar todo esto si no volvió a ahondar en este mundo?
Marie
Hay dos razones por las que Furuya se empecina tanto en hacer construcción de mundo. Por un lado, está todo el misterio referente a Marie, su origen, función y la relación que eventualmente tiene con el protagonista. Lo platónico se acentúa desde lo inalcanzable, más allá de sus naturalezas distintas y esa comunicación casi nula, existe el factor físico que los distancia: Kai no puede, ni tiene los elementos para volar y Marie nunca baja del cielo.
Claro, es una imagen poética. Verla a Marie volando tiene una función estética, pero a medida en que avanza la historia, se convierte primero en un elemento metafórico y luego una parte vital del eje narrativo. Las respuestas son duras y están ligadas a la segunda razón por la que Furuya desarrolla ese mundo en tanto detalle.
El mensaje que resignifica todo
Furuya es un valiente y es capaz de todo con tal de expresar lo que piensa. El universo de Marie en manos de otro autor sería una saga con al menos diez tomos asegurados. Tiene mucho para explotar, locaciones hermosas y personajes carismáticos. En los capítulos finales, el autor nos deja en claro que todo lo que estuvo edificando existe solamente para que lo que tiene que decir pegue y fuerte. En un momento del clímax, Kai debe tomar una decisión que conlleva un peso moral inmenso. Sea cual sea su elección, va a dolerle y no lo va a dejar indistinto, ni mucho menos a ese mundo. En un instante, el mangaka patea los cimientos de su propia obra. La desmorona sin piedad y dice sin ningún tipo de filtros lo que quiere. Ya no hay metáforas. No hay simbolismos. Es el autor hablándole a sus lectores en un acto de valentía creativa.
La maquinaria funciona
El vuelo creativo que alcanzan algunos mangas los convierte en algo único. Son obras que se ganan su lugar dentro del Noveno Arte y merecen ser leídas. La Música de Marie es algo atípico, especial y rupturista. Es simplemente una obra maestra.