Made in Taiwan
Dragon Ball es uno de los mangas más exitosos de todos los tiempos y eso se refleja en la continua edición global de sus libros que iniciaron en 1984 con un éxito que, lejos de apagarse, va ganando más y más adeptos entre las nuevas generaciones.
Si bien se estrenó en 1986 en Japón, el animé Dragon Ball irrumpió recién en los ´90 en América Latina, Europa y Estados Unidos aunque con un timing perfecto ya que los canales abiertos y de cable necesitaban contenido atractivo y barato para llenar sus grillas. La atractiva historia generó al instante millones de televidentes en todo el mundo y creó recuerdos colectivos –el famoso “boca a boca”- a tal punto que con el tiempo se convirtió en una nostalgia que se fue heredando a las siguientes generaciones. Esto fue posible gracias a las siguientes series lanzadas por los sucesores de Akira Toriyama con su visto bueno, como Dragon Ball GT, Dragon Ball Super y Dragon Ball Daima, que ayudaron a mantener el mito intacto, pese a no ser siempre bien recibidas por los fanáticos.
Claro que además de los productos originales que coparon locales especializados, televisores y consolas de videojuegos, también comenzaron a aparecer los típicos subproductos que trataron de imitar su éxito alrededor del mundo, como esas películas de superhéroes “made in Turquía” y demás países asiáticos que recuperan de tanto en tanto las redes sociales.
El Gran Dragon Ball-co
En una movida típica de los años ´80 y ´90, y sin ningún tipo de derechos sobre la obra original, las productoras taiwanesas Filmswell International Ltd. y My Way Film Company decidieron realizar en 1989 una película no oficial en la que todo es igual a Dragon Ball salvo los nombres de los protagonistas.
El guion de Ching Kang Yao adaptaba bastante de cerca el arco inicial de la búsqueda de las bolas de dragón, aunque en este caso seis de ellas permanecen en manos del emperador Horn (Ruan-Feng Su), que envía a sus lacayos en busca de la última, que está en manos de un niño llamado Money Boy (Charles Chen Zi-Qiang) y su abuelo (Chi Keung Chan). A lo largo de la aventura aparecen diversas versiones de los personajes, muchas de ellas “adaptadas” debido al bajo presupuesto como Seetou – Bulma (Jeannie Hsieh), Westwood –Yamcha (Tung-Chuen Cheng), Piggy – Oolong (San Peng, caracterizado con máscara de cerdo), Turtle Man – Maestro Roshi (Chung-Yu Huang) y King Gourmeth – Emperador Pilaf (Yuan-Feng Su), entre otros.
El título de este film sí iba al grano ya que los productores fueron por todo al bautizarla directamente como Dragon Ball: The Magic Begins, aunque circula con títulos como Dragon Ball: The Legend of Shenlong o simplemente Dragon Ball, dependiendo de su edición. Aunque no tuvo un estreno oficial fuera de Asia, sobre todo porque al momento de su estreno Dragon Ball era un producto desconocido en otros continentes, durante la década de 1990 se podía conseguir una versión pirata doblada al español en VHS en las comiquerías y videoclubes como Dragon Ball: comienza la magia. Sin embargo, desde hace años circula por redes sociales como YouTube la edición estrenada en los EEUU con un doblaje latino en el que se les agregó los nombres originales de los personajes de Akira Toriyama de manera desvergonzada.
A esta BIZARREADA (así, con mayúsculas) se le agrega el hecho de que el bajo presupuesto no le dejó mucho margen al director Chun-Liang Chen para efectos de última generación, por lo que en muchos casos este Dragon Ball: The Legend of Shenlong (Xin qi long zhu) parece una versión taiwanesa de Los Extermineitors.
Sin embargo, las expectativas de los fanáticos de ese entonces no eran tan altas como las de los cinéfilos que “sufren” las actuales películas de Marvel y DC, por lo que este film apócrifo se convirtió en una película de culto que comenzó a circular de videocasetera en videocasetera en reuniones de amigos y compañeritos de colegio. ¿Los motivos? Hay muchos: escenarios reciclados de otras películas de artes marciales, escenas de machaca coreografiadas con la exageración propia del cine de kung fu taiwanés; pero, por sobre todo, porque en su momento era lo más cercano que se podía ver a una versión con actores reales de Dragon Ball.
Si bien esta experiencia resultó en un “empate” dado que el film logró mantener la esencia de la historia original pese a sus muchísimas limitaciones, dejó en claro lo difícil que era adaptar la fantasía sin límites de Akira Toriyama, una advertencia que no fue escuchada en el futuro.
Made in Hollywood
Una década más tarde, a algún productor hollywoodense de 20th Century Fox se le ocurrió hacer lo mismo, pero con derechos y por eso compraron la licencia en 2002 en un proyecto que finalmente se puso al hombro James Wong, el productor de la exitosa serie The X-Files (1993-2018). Wong venía de una buena racha en la dirección dado que había fundado la franquicia de Destino Final (Final Destination), que fue revivida recientemente, detrás de cámara en la primera y tercera entregas, y El Único (The One, 2001), una locura interdimensional con Jet Li que se convirtió en un film de culto.
El proyecto, guionado por Ben Ramsey, tardó nada menos que seis años en concretarse, con muchos cambios en el camino, como la salida del actor Stephen Chow (Shaolin Soccer) y de Ron Perlman (Hellboy), que se la vieron venir de lejos. El elenco quedó finalmente conformado por Justin Chatwin (Goku), James Masters (Lord Piccolo), Chow Yun-Fat (Roshi), Emmy Rossum (Bulma), Jamie Chung (Chi Chi), y Joon Park (Yamcha), entre otros.
¿Qué salió mal? Todo, si tenemos en cuenta que el 80% de la película se filmó en Durango (México), los personajes no tenían el feeling de los originales y que era una versión hollywoodense de un éxito oriental y Goku comienza la historia ya como adolescente. Además, se eliminó el tono de aventura fantástica y el humor absurdo que caracterizaba a Dragon Ball con una “americanización” del relato: Gokú va a la escuela, quiere impresionar a las chicas, se enfrenta a los matones de su curso que le rompen la bicicleta… un contraste total con el héroe naif del manga.
Otro punto en contra fueron los combates y efectos especiales, que paradójicamente a la versión taiwanesa eran muy pobres en comparación con el estándar del cine de acción y las capacidades digitales de la época.
(el lunes, la segunda parte)