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NOTAS

Las películas de Satoshi Kon (parte 3)

Tercera y última entrega del repaso por la filmografía del genial artista japonés.
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Lunes 05 de mayo, 2025

Los primeros tres capítulos de Paranoia Agent tocan temas como la alienación de la tecnología, y la presión social de ser exitoso o famoso. Todos los personajes tienen algún tipo de trauma o sufrimiento que los lleva al borde de la locura, la doble personalidad y la esquizofrenia. Al final del día, siempre aparecerá el Deux Ex-Machina, que en este caso es el Shonen Batto: un chico que anda en rollers y knockea a nuestros protagonistas con un bate dorado, lo que los libera de las presiones y problemas que conllevan, y los deja en un estado de paz, desconectados de la mierda que los acompañaba.

El cuarto episodio ya toca unas temáticas más turbias, y se va acercando un poco más a la locura de Twin Peaks donde se mezclan los límites de lo real con lo ficticio. Un policía que dice ser íntegro y honesto, termina por ser corrupto y patético, con una obsesión enfermiza por su hija. Se miente a sí mismo, se cree que es Kenshiro de Hokuto no Ken, y justifica todos sus actos en pos de proteger a su familia. El quinto también es un tema interesante, esta vez la alienación a través de los videojuegos y los juegos de rol. Acá se modifican la animación y dirección para que se asemeje más a un shonen.

Los capítulos seis y siete se enfocan en las obsesiones de la vida, y en los sueños rotos, nuevamente resaltando que todo se puede destruir en un abrir y cerrar de ojos. El ocho es una obra de arte, y habla del suicidio como un escape, desde el punto de vista de tres generaciones distintas. El nueve son todas historias cortas que hablan de la exageración y la construcción social como parte de un fenómeno causado por la sociedad. En el capítulo diez nos muestran las presiones que manejan los estudios a la hora de crear un animé. Si pensabas que los chicos de Bakuman la tenían difícil, al mirar este capítulo te das cuenta que esa historia estaba edulcorada. Los episodios once a trece son el final de la serie, un tanto rocambolescos, donde se busca cerrar este hilo que conectaba cada unitario de una manera un tanto…surreal. Podemos decir que funciona, ya que está a tono con bastante de lo que sucede, pero deja un saborcito amargo, como si le hubiese faltado una vuelta de tuerca.

Y así, sin bombos ni platillos, Paranoia Agent se despedía y Kon volvía a tener tiempo libre para enfocarse a un proyecto 100% propio, para realizar algo que venía planeando desde 1998: Paprika.

En 1993 Yasutaka Tsutsui publicó un thriller tecnológico en cuatro partes titulado Paprika, digno de la mente de Philip K. Dick. La trama, si bien básica, estaba lo suficientemente bien desarrollada para causar impacto en los lectores: a través de una pequeña máquina llamada DC Mini, el usuario podía entrar en los sueños de terceros y controlar así su mente. Se trata de una novela de misterio y crimen con toques de ciencia ficción, donde lo jugoso pasaba en el campo onírico, por la capacidad de confundir realidad con los sueños y la explotación de la transición de un escenario a otro. Todos sabemos que en materia de soñar, no existe una correlación sensata y podemos pasar de una montaña a una playa con solo darnos vuelta. Era el sueño húmedo de Kon: detonar la mente del espectador con un sin fin de escenas, conectadas pero a la vez sin ningún tipo de relación.

Es así, que desde ya hacía varios años que venía pensando en hacer una película que adaptará la novela, pero lamentablemente no contaba con los medios profesionales ni financieros para llevar a cabo semejante expedición. Sin embargo en 2004 logró acordar con el autor de la novela para hacer una adaptación (en este caso no tan libre como Perfect Blue, pero lo suficientemente flexible como para poder hacer lo que Kon quería), y luego de dos años, en 2006 saldría al mercado el magnum opus, la culminación de casi 10 años de carrera, la cereza del postre.

Paprika, como la mayoría de las películas de Kon, sigue una premisa extremadamente simple. No se luce por su argumento, sino por la narrativa, por la capacidad que tiene de transicionar entre escenas de una manera fluida, ordenada y a la vez surreal. Se nota en la manera de encarar la película que Kon estaba totalmente enfocado en este aspecto, ya que a diferencia de una manera tradicional de trabajar, él iba haciendo los storyboards a medida que escribía el guion. Con respecto a la trama, se nota que el desarrollo está más enfocado en buscar un éxito de taquilla -están muy definidas la introducción, el nudo y el desenlace. La música nuevamente está a cargo de Susumu Hirasawa, y debo decir que es su mejor trabajo hasta el momento. La combinación de los sueños con sus composiciones brilla por sí solo: podrías mirar un video en loop del desfile con el tema Parade por horas y seguir disfrutando cada uno de los tantos detalles con los que cuenta esa secuencia con cientos de personajes caminando.

Por último, Paprika toca los tres temas que Kon se encargó de retratar durante toda su filmografía: la dualidad de los personajes, la ficción vs la realidad y el pasado que nos acosa. Es sin duda el trabajo más personal que tiene, y en la escena final, el autor se despide de nosotros, no sin antes hacer un repaso por su carrera (podemos ver los posters de todas sus películas) y mostrarnos cuál sería su próximo proyecto. Es una escena de una belleza extrema, y aún más si tenemos en cuenta lo que sucedería cuatro años más tarde.

La película fue bien recibida, sin ser un éxito rotundo en taquillas, y ganó varios premios, además se haber sido estrenada en el festival de Venecia. En varias entrevistas Kon se lamenta por no haber podido generar un blockbuster, no tanto por él sino por los equipos con los que tuvo el honor de trabajar, quienes quizás no tuvieron el reconocimiento que merecían. También aseguraba que era su último proyecto relacionado con la dualidad entre lo real y lo falso, que ya había llegado al punto más alto en lo que refería a esta temática y que no hubiese podido superar visual y narrativamente lo que habían logrado con Paprika. La influencia a nivel mundial fue tan grande, que Christopher Nolan le roba vilmente escenas para su largometraje del 2010 Inception, y -a diferencia de Darren Aronofsky que utilizó plano por plano en forma de “homenaje” e incluso lo confirma como tal- Nolan dice solamente estar “influenciado” por Kon.

En el 2008, Kon dirige un corto de un minuto titulado Good Morning, producido por la cadena televisiva NHK, como parte de un conjunto de fillers. A mi parecer, es una excelente representación de la sensación de despertarse.

Su siguiente proyecto, ya anunciado en el final de Paprika como Dreaming Kids, cambiaría de nombre a Dreaming Machine. Esta vez la historia estaría pensada para niños, pero también para adultos, en un rumbo similar al del estudio Ghibli. Ambientado en el futuro, tocaría temáticas como la robótica y los androides. Sin embargo la película se vería interrumpida por el diagnóstico de un cáncer terminal de páncreas, que le diio a Kon apenas seis meses de expectativa de vida. Solo nos quedan los diseños y algunos fondos (en Paprika se puede observar los prototipos de personajes en las estatuas del parque de diversiones), y la idea de lo que podría haber sido un nuevo clásico moderno. Finalmente, la decisión de Masao Maruyama (el productor que supo poner a Kon en donde debía estar) fue dar de baja el proyecto, ya que no existe nadie que pudiese continuar con la película sin distorsionar la visión original del autor, sin dejar una impronta, una firma, que no estaría alineada en un 100% con lo que Kon quería hacer.

El 24 de Agosto de 2010, Satoshi Kon falleció a los 46 años en su casa de Tokio acompañado de su esposa, y deja con nosotros un legado de cuatro películas que marcaron para siempre la manera de contar historias, y que lo depositaron en el Olimpo de los directores de cine.