¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

NOTAS

Los comics de terror de la E.C. (parte 3)

Tercera entrega de la nota que revive la gloriosa etapa en la que la E.C. le inyectó riesgo y calidad al mercado de los comic books.
|
Lunes 21 de marzo, 2022

CALIDAD Y DIVERSIDAD

Por el lado de la ciencia ficción, con fecha de Mayo/ Junio de 1950 debutan las dos publicaciones de EC que incursionan en el género: Weird science y Weird fantasy. En ambos títulos, prácticamente idénticos entre sí, la figura emblemática es la de Wally Wood. Especialista en la creación de escenarios, Wood trabaja hasta la exasperación el interior de las naves, los fondos, el diseño de las criaturas, con un nivel asombroso de detalle y una imaginación sin límites. El segundo nombre clave de esta línea es Joe Orlando, otro dibujante minucioso hasta la obsesión para los decorados y los especímenes bizarros. En los últimos números se incorpora un joven Al Williamson, quien colabora en varias historias con la asistencia de otros dos dibujantes que daban sus primeros pasos: Roy Krenkel en los fondos, y Frank Frazetta en las tintas. A partir de ese momento el grupo pasaría a llamarse The Fleagle Gang, nombre tomado de una banda de gangsters muy activa a fines de los años 20. En los números iniciales encontramos también la firma de Harry Harrison, quien luego se destacaría como escritor de ciencia ficción, siempre con alguna veta humorística, con novelas como Make room! Make room! o la saga de Bill, héroe galáctico. Y hablando de escritores, una práctica habitual en Gaines era la de tomar para sus “springboards” los argumentos de varios relatos… sin acreditar a sus autores originales. Hasta que un día llega una carta en la que uno de ellos, atónito por lo desvergonzado del choreo, reclama el pago por su involuntaria colaboración. El sobre tiene sello de Los Angeles y el firmante es un joven escritor en ascenso: Ray Bradbury. Lejos de amilanarse ante el pedido, Gaines le responde confesándole su admiración y comienza así un fructífero vínculo entre Bradbury y la EC, que se traduce en un gran número de versiones en comic de sus relatos. Tanto Weird science como Weird fantasy se publican hasta el nº22 (Nov./ Dic. 1953), en el que se fusionan en un solo título, Weird science-fantasy. Luego de siete ediciones, vuelve a cambiar su nombre por Incredible science fiction, hasta su cierre en el nº4 (Ene./ Feb. 1956).

Dentro del género policial, Crime SuspenStories hace su aparición con fecha de Octubre/ Noviembre de 1950. Su editor y dibujante principal es el ya mencionado Craig, con historias influidas principalmente por el film noir y los autores de “crime stories” de la época. Pero en su plantel también se destaca el ya por entonces experimentado Reed Crandall, quien venía de gastar los tableros del estudio Eisner & Iger y de la editorial Quality, y hasta había llegado a entintar a Jack Kirby en algunos de los primeros números de Capitán América. Crandall le aporta a las historias todo su virtuosismo, rigor y claridad narrativa. Cerca de la última época de Crime… otro nombre que se repite es el de Bernie Krigstein. Preocupado por los aspectos formales de la puesta en página y la narrativa, Krigstein es un dibujante muy poco convencional para la época, resistido por una buena parte de los lectores, pero alentado por Gaines a seguir tomando riesgos. Una muestra concreta de sus intereses es la historia “Master race”, escrita originalmente por Feldstein para ocupar seis páginas de CSS nº26. Krigstein le propone llevarla al doble de páginas, con una nueva puesta. Finalmente negocia para que cierre en ocho, que ven la luz en el nº1 de Impact (Mar./ Abr. 1955). Su trabajo con los encuadres, las transiciones, la repetición de imágenes, sumado al trazo sumamente personal de Krigstein, resultan en un comic por completo atípico para el mercado norteamericano de entonces, e indudablemente adelantado a su tiempo.

En Febrero/ Marzo de 1952 se suma Shock SuspenStories, una antología que propone historias de diversos géneros. El principal dibujante es Jack Kamen, pero -en coincidencia con el estilo de la revista- contribuye también todo el elenco estable de la editorial. Llegan a publicarse 18 números, hasta Diciembre/ Enero de 1955.

Y por el lado de la línea bélica, Two fisted-tales hace su primera aparición con fecha de noviembre/ diciembre de 1950, seguida por Frontline combat (Jul./ Ago. 1951). Ambas publicaciones tienen como editor a Harvey Kurtzman, quien asume un rol muy presente en las historias, tanto en los argumentos como en la puesta en página, con layouts muy detallados que luego entrega a los dibujantes para su finalización. Con la Guerra de Corea en plena ebullición, Kurtzman no puede escapar a retratar el tema del momento, pero su acercamiento al conflicto bélico es siempre crítico, poniendo como protagonistas tanto a los soldados como a la población civil, todos envueltos en las situaciones límites y el caos propio de una tragedia de esas dimensiones. La dupla conformada por John Severin y Bill Elder es la que más se destaca en ambos títulos, pero en el repaso de nombres encontramos aportes de monstruos como Alex Toth, Gene Colan y hasta el mismísimo Joe Kubert. Aunque estamos hablando de historias de calidad excepcional, el trabajo exhaustivo en la documentación de Kurtzman y su obsesión con no dar por terminados los guiones hasta no cubrir el más mínimo detalle, hacen que los títulos tengan considerables retrasos en sus fechas de salida. Para compensar –y atender al reclamo de Kurtzman de sumar unos mangos más- Gaines le propone editar un nuevo título en otro ámbito familiar para el dibujante, en el que además podía desempeñarse con mayor rapidez: el humor.

Nace así, en Octubre/ Noviembre de 1952, Tales calculated to drive you MAD (o simplemente MAD, para los amigos). De esta forma, sin proponérselo y casi metiéndolo por la ventana, Gaines da el puntapié inicial para el título más celebre de su editorial y el único que –con múltiples cambios, por supuesto- permanece hasta el día de hoy. Kurtzman se lleva a MAD al dúo Elder-Severin, pero ahora pone a cada uno a trabajar por separado. Y aquí ambos la rompen, demostrando su talento innato para el dibujo humorístico, el timing de la comedia y los recursos gráficos, como superpoblar las viñetas de detalles y gags que se desarrollan en el trasfondo de la historia principal. También contribuyen en estos primeros números –y la descosen- Jack Davis, Wally Wood, Bernie Krigstein, Russ Heath y, muy de vez en cuando, el inmenso Basil Wolverton. Compuesta principalmente por parodias al tipo de historias que publican las otras revistas de EC, MAD cobra repercusión a partir del nº 4 con “Superduperman”, la famosa gastada a Superman a cargo de Kurtzman y Wood, que le vale incluso una amenaza de juicio por parte de la National. El éxito creciente de la revista genera un nuevo título en la misma línea: PANIC! (Feb./ Mar. 1954). Bajo la dirección de Feldstein, PANIC! le trae a Gaines más dolores de cabeza que beneficios económicos, con críticas feroces a las historias más transgresoras, y la furia del propio Kurtzman, a quien le cae pesadísimo tener una competencia directa nada menos que en la misma editorial. La jodita dura poco y cierra luego de apenas 12 números, en Diciembre/ Enero de 1956.

DAÑOS COLATERALES

El éxito de la colección de terror de EC da pie, como es de esperar, a infinidad de imitaciones de otras editoriales. Nacen así House of mystery y House of secrets (DC comics), Tomb of terror, Witches tales y Chamber of chills (Harvey), Web of evil (Quality), The thing (Charlton), Witchcraft (de Avon, pionera en este tipo de publicaciones con Eerie comics, en 1947), y siguen las firmas y los nombres de esta índole. Atlas (la pre-Marvel) sale a la cancha con colecciones como Adventures into weird worlds, Adventures into terror, Menace, Journey into mystery y Strange tales. Si alguno de estos títulos les suenan, es porque años después albergarían en sus páginas los orígenes de varios superhéroes de la Casa de las Ideas. Pero la constante de este boom del terror es la competencia por encontrar los límites del morbo y la truculencia de las imágenes, y cuánto interés podían generar en el público estas demostraciones. Los kioscos de revistas se saturan rápidamente de monstruos, zombies, asesinos psicópatas y cuerpos desmembrados, que mes a mes suben el nivel de estridencia para acaparar la atención del posible lector. EC no queda al margen de esta escalada, y con el correr de los números también aumenta el nivel de gore y detalles escabrosos en sus historias.

Tal vez hubo algunos límites, desde lo gráfico y lo narrativo, que los lectores no terminaron de aceptar; o lo que se pensó como una oportunidad para romper ciertos tabúes terminó por degradarse en un híbrido más parecido a los propios monstruos de las historias; o la EC no supo construir el público al que en un principio pensaba dirigirse… o simplemente la policía de la moral y los gimnastas de la indignación permanente necesitaban un responsable fácil de señalar para una serie de nuevos problemas sociales que no alcanzaban a explicar. Lo cierto es que los comics –principalmente los de terror- que se habían convertido en una empresa rentable y vendían cientos de miles de ejemplares por semana pasan a convertirse en el enemigo público Número Uno de los EEUU. Se viene una nueva historia, más terrorífica aun por lo verídico de sus hechos: la cacería de brujas.

(el lunes, la última parte)