NENE, DEJÁ ESO
En Abril de 1954, en un EEUU bajo la presidencia Eisenhower-Nixon y en estado de alerta permanente por el “peligro nuclear”, se publica el hoy famoso libro Seduction of the innocent, del Dr. Fredric Wertham. Se trata, a grandes rasgos, de un extenso estudio en el que el autor, a través de una investigación profusa –aunque carente por completo de rigor científico- concluye que los “crime comics” (en el que engloba no solo a la historieta policial, si no también al terror, la ciencia ficción, los superhéroes y otros géneros afines) son los responsables directos de la delincuencia juvenil en Norteamérica. Oriundo de Nüremberg, Wertham había elegido la especialidad en psiquiatría tras un encuentro con Sigmund Freud y, luego de migrar a los EE.UU para trabajar en su disciplina, hacia fines de los años ´40 comienza a disertar sobre los peligros de los medios masivos –principalmente los comic-books- en la mente de los jóvenes. Tema en el que, sin dudas, no se encontraba en soledad, dado que ya se venía escribiendo sobre ello en varias revistas y hasta en algunos libros, como el The comics de Coulton Wagh. Pero las teorías de Wertham, junto con su repercusión mediática, llaman la atención del senador demócrata Estes Kefauver, quien llevaba como bandera sus diatribas sobre los medios y su relación con la delincuencia juvenil. Kefauver ve en Seduction… (ya un best-seller por ese entonces) una vía de comunicación rápida y masiva para sus ideas ante la ciudadanía, y el trampolín perfecto para lanzarse a la carrera presidencial. En poco tiempo forma el Subcomité de Investigación de Delincuencia Juvenil y llama a exponer a Wertham, el 22 de Abril de 1954. En su testimonio, el Doctor cita básicamente la teoría y los ejemplos de su libro, muchos tomados de los comics de EC. Uno de los que más comentarios desata es la historia “Foul Play!” (Haunt of fear nº19, May./ Jun. 1953), con dibujos de Jack Davis. Aquí presenciamos cómo el jugador estrella de un equipo de baseball es envenenado minutos antes de salir a la cancha, y la posterior venganza que se cobran sus compañeros ante el autor del hecho: lo descuartizan, esparcen sus vísceras por el campo de juego y arman un partido usando su cabeza como pelota. La conclusión de Wertham al cierre de su exposición es la de prohibir la circulación de comic-books a niños menores de 15 años.
Luego de la intervención del psiquiatra llega el turno de Gaines y su sobredosis de pastillas, que se presenta ante el Subcomité por propia voluntad y alertado por los peligros que podía acarrear para la editorial una resolución negativa. Es memorable el comienzo del discurso, en el que apunta directamente contra Wertham: “Publico historietas de terror. Fui el primer editor en Estados Unidos en publicar historietas de terror. Me hago responsable, yo las inicié. A algunos pueden no gustarles. Es una cuestión de gustos personales. Sería tan difícil explicarle la emoción inofensiva que produce un comic de terror al Dr. Wertham como explicarle lo sublime del amor a una vieja frígida”. Gaines basa su declaración en los conceptos del gusto personal y la libertad de expresión, pero no resultan suficientes, y hasta le juegan en contra frente a la confrontación que le presentan los miembros del Senado. Y queda mal parado, sobre todo, en los intentos de defensa que elabora ante los ejemplos que le exponen, principalmente el de la portada de Crime SuspenStories nº22 (obra de Johnny Craig). Posteriormente declaran también Milton Caniff y Walt Kelly, en su caso como Presidente de la National Cartoonist Society de New York. Ambos desaprueban el material que publica la EC y la truculencia de los comic-books en general, pero defienden el derecho de la editorial a la libertad de expresión.
A pesar de esta exposición poco auspiciosa, en su resolución final el Subcomité no toma ninguna acción concluyente y solo se limita a recomendar bajarle el tono a los contenidos violentos en los comics. Wertham se saldría con la suya apenas meses después, cuando, consultado como experto en psiquiatría en el juicio a la banda de jóvenes criminales conocida como Brooklyn Thrill Killers, dictamina que la lectura de material pornográfico había sido el principal estímulo para que salieran a matar y torturar. Luego de que los jóvenes admitieran esas lecturas, se resuelve retirar de circulación y prohibir en todo Nueva York la revista Nights of horror, dedicada al bondage y al porno sado-masoquista, y en la que dibujaba nada menos que Joe Shuster. Años después Wertham declararía que nunca había estado en sus planes la erradicación o la censura en los comics, y en uno de sus últimos libros, The world of fanzines (1973), pondera la autoedición como un “ejercicio saludable y constructivo de los impulsos creativos”.
Sin embargo, el revuelo causado por el libro e impulsado por el Subcomité había generado demasiado estruendo como para que las cosas siguieran sin más novedad en la industria del comic. Gaines intenta denunciar por todos los medios la sombra de la censura que se cierne sobre EC (en su desesperación llega incluso a acusar a los censores de comunistas, como se ve en un anuncio que publica en varios de sus títulos), e invita a otros editores a conformar una asociación para sumar fuerzas y continuar ejerciendo la actividad sin presiones. La respuesta, como era de esperar, es un portazo en la cara: los “crime comics” desaparecen de los puestos de revistas de la noche a la mañana, y sus editores establecen una asociación… sin la EC: la Comics Magazine Associaton of America (CMMA). La solución que proponen para no caer bajo las tijeras de la censura es muy sencilla: censurémonos nosotros mismos. Con la dirección del Juez Charles F. Murphy, la Asociación elabora el Comics Code Authority (sí, ese sellito que vemos en las portadas de los comics yankis hasta bien entrada la década del 2000), emulando de alguna manera el Código Hays de Hollywood, y tomando como base una reglamentación de la década del ´40 de la efímera Association of Comics Magazine Publishers. Entre sus disposiciones, el Comics Code prohíbe la aparición de zombies, vampiros, hombres-lobo y monstruos de toda índole; establece que no puede exhibirse a la policía, los jueces y los representantes del gobierno en situaciones irrespetuosas; y no permite en los títulos de las revistas las palabras “Horror”, “Terror” y “Fear”… casualmente (o no) las que llevan en su portada los comics más taquilleros de la EC.
Ya exhausto, y con temor a que los distribuidores no quieran aceptarle sus títulos, Gaines firma con la CMMA y busca a regañadientes cumplir con las disposiciones del código. En su intento por bajarle los decibeles al “salvajismo” que venían exhibiendo sus revistas, Gaines relanza toda la línea de comics, en lo que se conoce como “New direction” dentro de la historia de la editorial. Con fecha de marzo/ abril de 1955 debutan las ya mencionadas Incredible science fiction e Impact!; Valor (dedicada a la aventura histórica); y Aces high (con historias bélicas). Pero sin duda lo más extraño de esta “nueva dirección” son tres títulos completamente alejados de los géneros que EC solía frecuentar: Extra!, una suerte de antología de comic periodístico, con el rol protagónico a cargo de tres cronistas que se intercalan en las historias (un poco a la manera de los GhouLunatics); M.D., con historias dedicadas a las prácticas cotidianas de médicos y cirujanos, sus problemas y los casos graves que deben atender; y Psychoanalysis –probablemente la más rara de todas- que cuenta las sesiones de terapia de tres pacientes atendidos por el mismo especialista (casi como un antecedente de la serie En terapia).
Pero ninguno de los nuevos títulos pasaría del número 5, producto de una relación agarrada con alfileres entre EC y la CMMA que se desploma al muy poco tiempo. La gota que rebalsa el vaso es la historia “Judgment Day”, de Feldstein y Joe Orlando, publicada en Incredible science fiction nº33, de Enero/ Febrero del 56. Gaines presenta al Comics Code esta historieta -que ya se había publicado unos años antes en Weird fantasy– como reemplazo de otra que le habían rechazado. “Judgment Day” es un claro alegato contra el racismo, en el que un astronauta, representante de la República Galáctica, visita un planeta habitado por robots divididos en dos facciones solo diferenciadas por el color (naranjas y azules), y en la que una de ellas tiene mayores derechos y privilegios por sobre la otra. El astronauta determina que la República no puede albergar una sociedad con semejante nivel de discriminación. Sobre el final, se quita el casco por primera vez y se revela como un ser humano de piel negra. Pero a Charles Murphy esto no le alcanza, y vuelve a objetar la publicación, simplemente porque incluye una viñeta con un hombre negro. Gaines y Feldstein, ya entrados en calor, responden que es imposible modificar ese final sin alterar el sentido total de la historia, a lo que Murphy retruca que alcanza con solo quitarle algunas gotas de sudor del rostro. Pasmado ante lo absurdo del argumento y la clara animosidad contra ellos, Gaines pega el portazo, se va de la Asociación y cancela toda su línea de comics. De la hecatombe sobrevive nada más, pero nada menos, que la MAD, ahora convertida en magazine y bajo la dirección de Feldstein. Mientras tanto, parecía que la cripta cerraba sus puertas para siempre. Por suerte, no sería por mucho tiempo.
NO TE MUERAS NUNCA
Algo habían dejado estas historias en la mente de sus lectores, que crecieron hasta agigantarse en el recuerdo. Y también gracias a las reediciones (que arrancan en Ballantine Books a mediados de los ’60), la maravilla de estos relatos vuelve a producir su embrujo en viejos y nuevos entusiastas del terror. Pero los primeros en alimentarse del combustible de estos comics y descubrir allí algo para explotar son los productores cinematográficos. La compañía británica Amicus -siempre bajo la eterna sombra de la Hammer, aunque no por eso menos atractiva- produce en 1972 la antología Tales from the crypt. Dirigida por Freddie Francis, y con un guion supervisado por el propio Gaines, la historia lleva a cinco personajes a internarse en unas catacumbas y encontrarse con el Crypt Keeper (en una sobria interpretación de Ralph Richardson). Cada visitante experimentará allí sus miedos más profundos, en historias adaptadas de toda la línea de terror de la EC (no solo de Tales…), con un nivel de gore bastante inusual en la productora. En el elenco se destacan también el gran Peter Cushing y una joven Joan Collins. Al año siguiente, Amicus reincide con Vault of horror, una nueva antología que también versiona historias de varias publicaciones. Bajo la dirección de Roy Ward Baker, aquí nuevamente tenemos un hilo conductor de cinco hombres que se reúnen en un subsuelo a contarse sus pesadillas, aunque esta vez sin la presencia de ninguno de los GhouLunatics. El resultado inferior al de su antecesora, debido, sobre todo, al menor presupuesto en la producción.
Otro de los cineastas cuya cabeza cambia para siempre la lectura de estos comics es George Romero. En 1982 se junta con su amigo Stephen King (otro monstruo) y juntos realizan Creepshow, un formidable homenaje a las antologías de la EC. Un niño (el mismísimo Joe Hill, con tan solo 9 años) recibe el castigo de su padre por leer comics de terror, hasta que hace su entrada en la habitación el anfitrión de la revista que estaba leyendo (The Creep) y empiezan a relatarse las historias. Ese mismo año se publica la versión en comic de la película, con dibujos del gran Bernie Wrightson y portada de Jack Kamen. Llega a generar dos secuelas -ya sin Romero ni King involucrados- que no presentan ningún atractivo en particular.
El siguiente paso es la TV, y aquí nos encontramos con que otro fan de los comics de la EC es el productor Joel Silver, que para 1985 ya había llevado a la pantalla grande una película llamada Weird science (clásico de John Hughes, pero prácticamente sin ninguna relación con la revista original) y a fines de esa década ya venía acumulando laureles con Depredador, Arma mortal y Duro de matar. Silver se junta con sus amigotes Richard Donner, Walter Hill y Robert Zemeckis, y juntos llevan adelante el piloto para la serie de Cuentos de la Cripta (“The man who was death”, dirigido por Hill). El proyecto obtiene luz verde por parte de HBO, lo que redunda en total libertad para exhibir escenas de violencia explícita y desnudos. Para esta ocasión, el Crypt Keeper muta a un aspecto más cadavérico y cobra vida (o algo así) a través de una marioneta, con la voz de John Kassir. La serie alcanza la friolera de 93 episodios divididos en siete temporadas (1989-1996), y genera un nuevo furor por las historias de terror en una generación joven, que la disfruta en horario nocturno y a escondidas de los padres. De aquí se desprenden, además, dos películas: la divertida Demon Knight (1995, conocida en nuestro país como La noche del Demonio), con Billy Zane en el papel del Diablo, y la olvidable Bordello of Blood (Burdel de sangre, 1996). Por otra parte, en 1993 se estrena por la cadena ABC Tales from the Cryptkeeper, una serie de animación con historias de terror en un tono sensiblemente menos salvaje que la original, para poder emitirse en el tradicional bloque de dibujos animados de los sábados a la mañana. Realizada por el estudio Nelvana, esta serie llega a sumar 39 episodios repartidos en tres temporadas.
Pero llega el nuevo milenio y la cripta vuelve a abrirse en los comics. En 2007 la editorial Papercutz, un sello especializado en historietas para niños y jóvenes, lleva adelante un relanzamiento de Tales form the Crypt, en comic-books de 46 páginas, con dos historias cada uno. Entre los guionistas que estampan su firma encontramos, entre otros, a Don McGregor y a Joe Lansdale en dupla con su hermano John, mientras que entre los dibujantes se destaca el talento argentino de Mr. Exes. Sin embargo, el nivel general es desparejo, y más allá de una controversia generada por la portada del nº8, en la que aparece la por entonces candidata a presidente de ultra-derecha Sarah Palin corriendo a los GhouLunatics con un palo de hockey, el público no acompaña y el título cierra en el nº13.
La última encarnación de Tales from the Crypt, hasta el momento, se manifiesta en 2018, de nuevo de la mano de Papercutz, pero ahora dentro del imprint Super Genius. TFTC: The stalking dead es un especial de 72 páginas en el que vuelven el gore y el sadismo a las historias, con resultados un poco más interesantes. En el índice encontramos, entre otros, a Scott Lobdell, John McCrea, y Bernie Wrightson, con un par de historias originalmente realizadas en los años 70.
De todos modos, estamos seguros de que ésta no será su última aparición. A veces para generar un cambio profundo, en cualquier ámbito de la vida, basta con plantar algunas ideas, y dejar que el tiempo y la suerte hagan lo suyo. Hace más de 70 años, ese grupo de artistas de la EC, tal vez sin proponérselo, dejó una marca imborrable en la cabeza de miles de lectores, y lo hizo a fuerza de talento, audacia y perseverancia. Desde ese momento, el terror -un género ligado, en sus mejores exponentes, a la ruptura, al inconformismo, a correr un poco más los límites de lo establecido- ya no sería el mismo. Y esa misma fuerza los haría quedar, también, en la historia grande del comic. Historia que pocas veces es lineal, que se construye a partir de avances y retrocesos. Pero en la que creemos –queremos creer- que no habrá censuras o persecuciones capaces de llevarla a la tumba. Una historia en la que los buenos comics nunca morirán.