Cuesta creer que Neko no Ongaeshi (2002) sea una producción de Ghibli. Conocida en castellano como El regreso del gato o Haru en el reino de los gatos, la película carece del atractivo universal al que el estudio nos tiene acostumbrados. No es que sea una película mala en sí misma; es entretenida y posee magia y aventuras, por lo que puede ser una buena película para el público infantil. Pero Ghibli ha fijado un estándar muy alto, y en ese momento venía de deleitarnos con la exquisita El viaje de Chihiro, motivo por el cual Neko no Ongaeshi no queda bien parada.
El proyecto nació como un encargo, cuando un parque temático le solicitó a Ghibli la realización de un corto protagonizado por gatos. Aunque el encargo finalmente fue cancelado, ya el proyecto estaba en marcha. Miyazaki quería contar una historia con el Barón de Mimi wo Sumaseba, la estatua que se encontraba en la tienda de antigüedades y que jugaba un rol tan importante en el mundo de fantasía creado por la protagonista de la película, y una vez más, un proyecto serviría para probar a los jóvenes talentos del estudio, con el animador Morita Hiroyuki asumiendo el rol de director por primera vez.
La heroína es Haru, una chica de secundaria algo torpe y retraída, que un día tiene un arranque de heroísmo y salva a un gato de ser atropellado. Resulta que no se trata de un gato cualquiera, sino de Lune, príncipe del Reino de los Gatos. Su padre, el rey, está tan agradecido con Haru que empieza a llenarla de la clase de obsequios que el reino de los gatos puede proveer; entre ellos, una gran cantidad de ratones. Por supuesto, tantas atenciones se vuelven molestas, pero la cosa se pone peor cuando Haru recibe el anuncio que el rey ha decidido convertirla en la esposa de su hijo. Horrorizada, Haru sigue el consejo de una voz desconocida que la guía hacia la Oficina de Asuntos Gatunos para conseguir la ayuda del Barón, a quien se suman un gato gordo llamado Muta (también de Mimi wo Sumaseba) y un cuervo llamado Toto. Esto ocurre justo cuando Haru está a punto de ser llevada al reino de los gatos, donde comenzará a transformarse en un híbrido entre humano y felino. A partir de ahí todo ocurre a un ritmo frenético, con una historia que recuerda un poco a Alicia en el País de las Maravillas con algo de El Cascanueces.
Con tantas cosas sucediendo en una película tan corta es imposible aburrirse, pero hay dos cosas en particular que están notablemente ausentes. La primera de ellas es un apropiado desarrollo de personajes, algo fundamental para involucrar al espectador en la historia. La segunda carencia, aunque no menos importante, es una estética general de alto nivel que sirva como soporte a la historia. A pesar de la animación fluida y de la rica paleta de colores, hay algo en el arte visual general y en el diseño de personajes en particular que le da un aspecto demasiado caricaturesco. Ambas cosas combinadas crean un gran obstáculo que la película no logra superar. Haru es el ejemplo más claro. Aquí tenemos a un estudio cuyas películas se caracterizan por sus fuertes personajes femeninos, presentando una protagonista que nunca pasa de ser una típica damisela en peligro. Además, el que hizo el diseño del personaje no parece haberle puesto mucha onda, porque hay algo en su aspecto que todo el tiempo nos recuerda que no es más que un dibujo; es difícil decir si el problema es la forma de su rostro, la falta de definición de sus facciones, o el mal corte de cabello.
Estas falencias no molestan al comienzo, mientras presenciamos una comedia liviana acerca de gatos que se esfuerzan demasiado por complacer a una chica que no quiere sus atenciones. Pero a medida que la película intenta moverse hacia un tono más serio, cuando se supone que hay una amenaza real y que deberíamos simpatizar con Haru, el escaso trabajo de diseño y caracterización le juegan en contra. En este contexto, es difícil para el espectador conectarse emocionalmente con el personaje y su desgracia. En definitiva, los personajes que sostienen a la película son los dos que están tomados de Mimi wo Sumaseba. El gentil y sensato Barón y el cínico Muta son personajes tan pintorescos y encantadores, y tan complementarios en sus personalidades opuestas, que terminan por robarse el show. Quizás el resultado habría sido mucho más interesante si la historia se hubiese basado exclusivamente en ellos.
Es raro ver una película de Ghibli y no sentir ningún compromiso emocional como espectador, bueno o malo. El grado de indiferencia que produce es tal que ni siquiera se la puede odiar. Es la única producción del estudio que no parece tener más ambiciones que ser una historia simple y frívola. Por supuesto, como aventura es entretenida, y probablemente al público infantil le encantará, pero no es suficiente simplemente porque uno espera mucho más de Ghibli. Es una película que se deja ver, y nada más.
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