Con Gake no Ue no Ponyo el maestro Hayao Miyazaki volvía a dirigirse claramente al público infantil.

Planeta Ghibli (parte 29)

30/12/2015

| Por Andrea Vega

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Gake_no_ue_Ponyo_2(2008)Probablemente nadie mencionaría a Gake no Ue no Ponyo (2008) entre los mejores títulos de Ghibli en años recientes, en parte por la complejidad y exuberancia de los mundos creados en las dos películas anteriores de Miyazaki, El viaje de Chihiro y El increíble castillo vagabundo. Ponyo contrasta enormemente con sus dos predecesoras en su simpleza: Miyazaki volvía a dirigirse claramente al público infantil, ofreciendo una historia más lineal, con personajes centrales que son una fiel representación de la esencia del niño y otros que resultan familiares, todos ellos con marcadas individualidades e interrelaciones muy bien logradas. Ponyo es magia pura, es uno de esos viajes de ensueño que te motivan a dejarte llevar por la imaginación, y a diferencia de otras películas para chicos, no es mero entretenimiento: es arte.

La historia se centra en un dulce niño de cinco años, Sosuke, que vive a orillas del mar con su madre, que trabaja en el hogar de ancianos local, y su padre, un marinero que pasa gran parte del tiempo lejos de casa. Un día, Sosuke encuentra en la playa una niña pez atrapada en un frasco; se trata de Ponyo, que ha huido de su hogar bajo el mar. Al cortarse Sosuke con el vidrio, Ponyo lame su herida para curarlo; un evento aparentemente inofensivo, pero que sirve para iniciar el camino de Ponyo hacia la humanidad.

A partir de ese día, ambos se vuelven inseparables, mientras Fujimoto, el padre hechicero de Ponyo, Ponyo_Preview_featured_photo_galleryintenta por todos los medios hacer regresar a su hija al hogar; porque al traspasar la barrera que separa el mar de la tierra, Ponyo ha desatado cambios que alteran el equilibrio ecológico del lugar. Contada a grandes rasgos quizás no parezca nada extraordinario, pero la magia que Miyazaki crea en pantalla obviamente no se puede explicar resumiendo el argumento. La inagotable imaginación del director le otorga a su obra un lirismo único, con una narrativa repleta de eventos e imágenes que parecen salidos de algún sueño recordado a medias.

ponyo-1Esa historia simple que puede ser fácilmente comprendida por el público infantil se enriquece con la comprensión que tiene el director de la naturaleza simbólica de la animación. Miyazaki comprende el valor de narrar los eventos de tal manera que se puedan hacer múltiples lecturas. Hay una imagen particularmente poderosa, la de las manos del padre luchando por encoger a Ponyo para evitar que siga creciendo; en ese simple acto podemos ver a cualquier padre / madre que se resiste a la idea de que sus hijos inevitablemente deben crecer y seguir su propio camino. Hay otro momento en el cual se pueden ver a las ancianas del hogar, sentadas en sus sillas de ruedas, observando la tormenta a través de las ventanas. La imagen de estas mujeres solas, con sus cuerpos frágiles y sus miradas tristes, impacta por todo lo que significa.

ponyoMiyazaki también lleva a la animación el hecho de que algo mundano para el adulto se vuelve mágico visto a través de los ojos de un niño, que posee una inclinación natural de vivir cada cosa como una aventura de descubrimiento. Las olas que chocan contra las rocas, y las que se levantan en medio de una tormenta, son vistas por Sosuke como criaturas vivientes, personajes con rostros y ojos; mientras que para su madre son simplemente peligros potenciales que hay que evitar. Pero la imagen que mejor transmite ese sentimiento es aquella donde se ve a Ponyo riendo emocionada, con su recientemente adquirida humanidad, mientras asciende a la superficie y luego viajando libremente en la cresta de la ola; es una fiel representación de la infancia y, de hecho, una de las mejores secuencias de la película.

Ponyo movie image

Y de entre todos los personajes, sin dudas es Ponyo quien resalta, con su aire de inocencia que la hace adorable e irresistible para el espectador. Los momentos que comparte con Sosuke son encantadores, con una relación que fluye con toda naturalidad. La animación tradicional que tanto defiende Miyazaki muestra una aguda capacidad de observación, transmitida en los diferentes diseños para cada escena que incrementan su impacto emocional. Las texturas en los campos verdes que rodean la casa de Sosuke son increíbles, creando un reconfortante sentimiento de paz y serenidad que parecen ser la característica principal de este pueblo. Mientras que los tonos pasteles cubren la tierra, los colores más saturados quedan reservados para el mundo marino que habitan Ponyo y su familia, un reino mágico de criaturas fantásticas y luces parpadeantes, donde Fujimoto crea pociones que restauran la vida de las aguas contaminadas. Ambos mundos contrastan entre sí y se complementan, logrando una fusión única entre lo mundano y lo fantástico.

Ponyo está totalmente libre de tintes oscuros o macabros. Por el contrario, está plagada de una dulzura e inocencia que en otras manos podrían resultar empalagosas, pero que no representan un problema para el talento y experiencia de Miyazaki. En definitiva, es un recordatorio de que el buen cine también puede hacerse para el público infantil.

 

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