Sin ningún tipo de duda, estamos en un punto en el que Marv Wolfman se encuentra en una especie de viaje retro. En los dos números anteriores se olfateaba un cierto tufo a Bob Haney en los guiones, con esos conceptos tan bizarros como la gente insecto y demás. Pero en el nº12 ya se va al carajo con la historia del fantasma.
De entrada es un número de completo relleno que no aporta casi nada. Dick ve a una nena en su departamento y no entiende cómo llego ahí y por qué enseguida desapareció, pero parece estar conectado con un viejo contacto de la mafia que es asesinado justo ante de declarar en la Justicia sobre un caso que lleva 50 años sin resolverse. Es ahí cuando los Titans se ponen a laburar, ya que el homicidio sucedió en el mismo depto. que ocupa Dick en estos días. Al final del día consiguen un nuevo testigo del crimen y el mismo se resuelve, cuando descubrimos que la niña era de verdad el fantasma de la hija de la familia desaparecida que había sido enterrada en otro lugar y quería que se encuentren los cuerpos de sus padres empotrados en la pared para que todos se puedan reunir en el mas allá, o algo por el estilo. No me sorprendería que, en pleno furor de Crisis, el guionista estuviera reciclando, no sé si guiones, pero al menos conceptos que debía haber tenido para su breve paso por la serie original, porque realmente esta historia (como la anterior) está en una sintonía muy diferente a la del resto de la serie.
Y ya que mencionamos Crisis, los siguientes dos episodios van a ser los únicos crossovers que tenga el título y es algo que me llamo mucho la atención. Cualquiera pensaría que, al ser los Titans el caballito de batalla de Wolfman dentro del DCU, lo hubiera aprovechado mucho más para meter cosas de la macrosaga, como en su momento hizo al plantar al Monitor, pero no. Incluso el primer crossover llega con buena parte de la misma ya publicada y es una especie de racconto de todo lo acontecido, visto del punto de vista de los Titans. Así vemos como es reclutado Cyborg para su participación en los primeros números y, en las siguientes páginas, se suceden varias semanas, con distintos momentos en los que los héroes luchan contra la ola de antimateria y los cambios temporales. En el medio, Wolfman aprovecha para hacer lo que mejor le sale: profundizar algunas relaciones entre personajes y resolver cositas colgadas como la relación de Vic y Sarah, o los problemas que está teniendo Dick con Kory, por su forma violenta de resolver las cosas. Al final, la nave de Tamaran, que venía dando vueltas desde hace algunos números, llega a la Tierra y transporta a todo el equipo a bordo. El segundo crossover podría tranquilamente no serlo y -salvo por el hecho de que está el cielo rojo- no pasa nada que vincule con la saga.
Estamos ante un episodio que a los ojos de hoy resulta rarísimo, pero que era moneda corriente en aquella época. Está dividido en tres arcos, que sirven para sembrar lo que van a ser los próximos números. Así por un lado, los Tamaranos vienen a llevarse a Kory de regreso a su planeta y Dick y Jericho deciden acompañarla, mientras que los que se quedan en la Tierra se enfrenta a Steve Dayton quien -por abusar del casco de Mento- está completamente descontrolado y se quiere cargar a un monton de gente. Además de todo esto, y en el medio de la Crisis, Raven regresa a la Tierra sin recuerdos y vaga por distintos lugares donde cura gente y termina venerada como una sanadora. De alguna manera esto se relaciona con que la iglesia de Brother Blood convence al ángel de que es en efecto uno y no cualquiera, sino el mismísimo Azrael y lo invitan a sumarse a su culto para encontrar un propósito en su vida, ahora que se siente solo tras ser abandonado por Lilith.
Entre los nºs 15 y 18 (más un crossover con el nº34 de Omega Men) nos metemos de lleno en la saga de Tamaran a tal punto que salvo por algunas paginas en el primer capítulo (que avanzan ligeramente los plots de Raven y Mento), no vamos a tener más noticias de lo que sucede en la Tierra hasta el regreso de los perosnajes que se fueron. De esta manera, la acción se va a centrar en el planeta natal de Kory y con eso el guionista encuentra una manera muy sutil de no lidiar con la Crisis en el título.
En esta saga se siente un Wolfman a media máquina. El regreso de Blackfire es bastante salido de la nada, así como su revolución, y si bien claramente el foco está puesto en el casamiento de Starfire con Karras para unir a las dos facciones (y cómo esto lo detona al pobre Dick), todo se siente demasiado estirado. A tal punto no conduce a nada, que la situación termina sin resolverse del todo. Pero no nos adelantemos a los hechos.
Básicamente, y para no entrar en demasiado detalle y hacerla muy larga, Tamaran se encuentra al borde de la guerra civil y la única forma de mantener la paz es mediante una alianza política. Esto incluye un casorio entre la hija del rey (Kory) y el hijo del Señor del Sur, como para sellar la paz y legitimar la autoridad que ellos tienen en buena parte del planeta. La cosa es que, mientras se cocina esta alianza, Blackfire aprovecha la tensión en el ambiente y lidera a un grupo de insurgentes para hacerse con el trono y ¡hacer a Tamaran grande de nuevo! En el medio, los Omega Men se enteran de la alianza que tiene Auron con Komand’r e intentan frenarlo, ya que se volvió loco. Piñas van y vienen, se da la típica confusión que enfrenta entre sí a los que deberían ser aliados, hasta que se revela la verdad y se unen para detener a sus verdaderos enemigos, pero parece que es demasiado tarde. Dick ayuda a los Omega Men, y descubren que detrás de todo se encuentra la malvada hermana de Kory, al tiempo que la princesa se prepara para dar el sí, sin entender por qué su amado Dick no hace nada para evitarlo.
Obviamente Kory se casa con Karras al pedo, porque segundos después de finalizada la ceremonia se da el ataque que termina por coronar a Blackfire como nueva gobernante del planeta. En un gesto magnánime, decide enviara su familia al exilio, pero en realidad es todo parte de un plan para eliminarlos y hacerle creer a la población que un mal funcionamiento de la nave que los trasladaba la hizo explotar. Por suerte una pequeña facción todavía fiel al rey arma un plan para hacerlo abandonar la nave sin ser detectados y poner a la familia real a salvo. De esta manera los refugian en secreto en Okaara, donde empiezan a organizar un plan para recuperar el poder. Esto lleva a un duro entrenamiento entre Kory y Karras que comienza a afianzar su relación y vuelve a Dick más y más inestable, al punto de no soportarlo más y decidir volverse a la Tierra. Así que sin más, y sin saber qué va a pasar con Tamaran, nos volvemos a casa.
La segunda parte del nº18 ya transcurre en la Tierra, donde nos enteramos que Kole murió en la Crisis, vemos un poco mas de lo que sucede con Azrael en la iglesia de Brother Blood y avanza el plot de Mento, al tiempo que los Titans empiezan a sufrir su primer cisma.
Vic y Gar le piden ayuda a Donna, pero esta prefiere pasar el tiempo con su marido, y Dick cuando regresa se lo echa en cara. En las últimas páginas encuentran a Mento y lo enfrentan. El nº19 lleva al equipo al limite y prácticamente fuerza su disolución. El combate con Mento deja a Vic al borde la muerte, y debe ser atendido en Star Labs, mientras que la disputa entre Donna y Dick escala tanto que se van a la manos, y Nightwing decide cortarse solo y buscar a Raven que esta prisionera del culto a Brother Blood. Gar decide renunciar por todo lo que le pasó a Vic y Donna, desestabilizada por la culpa, no sabe qué hacer con el grupo. Finalmente recibe una llamada telefónica de King Faraday: el gobierno necesita a los Titans y Wonder Girl arma un nuevo equipo que en realidad es viejo, ya que se vuelven a unir Wally (ahora Flash), Aqualad, Speedy, Hawk y Robin (Jason Todd), para cerrar con ella la futura formación del equipo.
Un dato no menor es que con el nº 13 entra como dibujante titular el uruguayo Eduardo Barreto, que gracias a su buen nivel no nos hace extrañar tanto a George Perez. Salvo por algunos numeritos salteados, Barreto se va a quedar hasta el nº49, lo que le garantiza una continuidad estilística a la serie.
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